Chillida a la luz de Menorca, donde «era más libre»
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Mikel Chillida recuerda los veranos con su abuelo en la exposición de Hauser & Wirth que reúne obras creadas a lo largo de 50 añosItxaso Elorduy
Viernes, 23 de agosto 2024, 08:06
En la Casa de Quatre vents, situada en la pintoresca localidad marinera de Alcaufar, Chillida disfrutaba del ambiente de Menorca antes de regresar a la «luz negra» de su tierra natal, como él mismo reconocía. «Empezaron a veranear aquí en el 89», recuerda su nieto ... Mikel Chillida, director de desarrollo de Chillida Leku. En la isla «él era una persona menos rigurosa, dejaba a un lado su estricta rutina diaria y era más libre. Su obra captó la luz mediterránea y ese aura de libertad». Por eso cree que la exposición que acoge este verano el museo ubicado en la Isla del Rey, con 63 obras, supone «cumplir un deseo de mi aitona, algo que tenía que suceder por la relación que le unía con Menorca».
La selección de obras abarca un período extenso de la vida del artista guipuzcoano, desde 1949 a 2000, año en el que se inauguró Chillida Leku. «Son un ejemplo de la diversidad de piezas que creó«, explica Mar Rescalvo, directora de la galería menorquina. «El recorrido no es cronológico, sino temático, y recoge desde obra en madera hasta esculturas de acero, alabastro, fieltro, dibujos y móviles». Para Mikel Chillida es una gran satisfacción «que haya obra escultórica en ese espacio, que hasta ahora no había acogido escultura». Su abuelo era un hombre metódico, «se levantaba temprano y trabajaba con disciplina. El arte no era algo que le pillaba de repente, sino que nacía cuando estaba largas horas en su lugar de trabajo. En cambio, en Menorca era un mix. Por un lado montó su estudio para las gravitaciones y un taller para las lurras, pero también nos íbamos a cenar al puerto de Mahón, a Es Castells o a pasear». La exposición organizada por la galería Hauser & Wirth en la Isla del Rey, abierta hasta el 27 de octubre, «supone llevar a los límites el traslado de su obra, con toda la complejidad que supone. No podíamos ir más allá, así era el aitona y así tenemos que continuar. Él era una persona que daba libertad a los comisarios, muy respetuoso con los demás, a la par que exigente consigo mismo. Estaría maravillado, pero la que estaría súper contenta sería Pili, la amatxi. Como lo estaba siempre en todas las exposiciones, grandes o pequeñas, porque lo que quería era que su obra llegase a la gente».
Montó un estudio debajo de una higuera donde modelaba lurras y algunas gravitaciones construidas en tierra chamota, un tipo de arcilla que puede cocerse en grandes bloques sin resquebrajarse. «Todo aquello que podía manejar por sí mismo, porque en Menorca estaba solo», añade Rescalvo. Chillida se sintió atraído por el material y exploró sus infinitas posibilidades. Los títulos de las lurras conectan con su lugar de origen: las que llevan una 'M' en el título las creó en el estudio de Menorca, mientras que las que tienen una 'G' fueron realizadas en Grasse, en el sur de Francia, donde se familiarizó con este material.
En las primeras salas las obras están colocadas sobre plataformas de marés, idea del arquitecto Luis Laplace, encargado de hacer la reforma del edificio con la intención de contextualizar y poner de relieve el amor del artista por las canteras. Piedra de marés con la que a su vez se construyó en el siglo XVIII el edificio donde está ubicada la galería. «En Menorca encontró el mar, la luz, la costa, tan plana y diferente a la Cantábrica, pero también elementos familiares como las canteras, de las que era un gran enamorado, los monumentos talayóticos. Además él ya escarbaba la tierra previamente, como relataba Cosme de Barañano, y en la isla se encontró como en casa porque existían estas construcciones prehistóricas con las que estaba familiarizado». Chillida no era persona sin su mar Cantábrico, sin embargo buscó el bienestar de la isla balear, donde su mujer, Pilar Belzunce, era feliz. «Ella diseñaba toda la logística, lo que le permitía a Eduardo tener sus espacios de creación. Era el pilar de su vida», incide la directora de Hauser.
Tenía una forma especial de entender el espacio, la materia, inseparable de la naturaleza. «Desde el principio incluyó las formas orgánicas en su obra en papel o en las esculturas de acero. De hecho, en la pieza de granito retiró lo justo para revelar la forma y enfatizar la impenetrabilidad de la piedra». Mikel Chillida añade que su obra «se basa en los principios de la naturaleza, no en los artificios del ser humano. No hay ángulos de noventa grados, no se altera el material, el acero sigue siendo acero y si respetas su propia naturaleza surgirá la forma que el propio material desea tener. Cuando se dobla se crean unos movimientos, un baile, que es el lenguaje del hierro. Mi aitona no elegía, sino que lo hacía el propio hierro». Y a la hora de destacar una obra en el contexto de Menorca menciona el alabastro, «un material que es luz, a diferencia del hierro, que es espacio».
Chillida pasaba horas contemplando las olas del Cantábrico y se refería al mar como su maestro. 'Homenaje a la mar IV' (1998), evoca la escarpada costa cantábrica a través de formas geométricas talladas en alabastro, en contraste con una base de piedra en bruto. Aquí dialoga con 'Homenaje a la arquitectura II' (2000), una referencia a la exploración constante sobre las formas y su estructuración en el espacio.
La comisaria destaca que «el diálogo entre las obras y el espacio en Menorca coge una dimensión magnífica en el interior, acostumbrados a verle en exteriores». En el jardín, la ruta continúa con 'Saludo a los pájaros II' (2000), la escultura de acero corten que se alza frente al gran ventanal, entre árboles y con vistas al puerto. El proyecto 'Peine del viento I' forma parte de la serie más importante del artista, que culmina con la instalación de tres colosales esculturas de acero en la costa de San Sebastián. Un trabajo que fusiona materiales, tierra, mar y aire.
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