¿Qué hubiera sido del siglo XX (y el XXI) si los pintores hubiesen seguido plasmando bodegones, marinas, escenas de caza, naturalezas muertas, paisajes otoñales... siempre realistas, perfectamente reconocibles? Conviviendo con el desarrollo de la fotografía, que logró la perfección en la copia del original, ... lo que en muchos casos había perseguido el arte y aquellos reyes que encargaron retratos para pasar a la posteridad. Algunos artistas se desviaron del camino y se mostraron impresionistas, expresionistas, abstractos, fauvistas, cubistas, dadaístas... Sumando diversidad a otros igualmente meritorios que siguieron y siguen transitando por el realismo. Como un cuadro de la Gran Vía madrileña pintado por Antonio López.
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Hoy se reivindica la figura de la pintora Hilma af Klint (Suecia, 1982-1944), buena parte de cuya obra se expone actualmente en el Guggenheim y a la que el mundo considera pionera del arte abstracto, antes incluso que Kandinsky. Ella empezó a desdibujar la realidad a principios de siglo, y enseguida se dio cuenta de que la sociedad no estaba preparada para entenderlas. Por ello, escondió sus cuadros más 'difíciles' con el mandato de no sacarlos hasta 20 años después de su muerte. 80 años más tarde y en el mismo Guggenheim que hoy la celebra resulta fácil escuchar eso de '¡Pero si esto lo pinta un niño de 3 años!' ante sus figuras redondeadas. También con los lienzos salpicados de pintura de Cy Twombly o el cuadro 'Iberia' de Robert Motherwell, absolutamente negro... menos una esquina blanca.
Lucía Agirre, comisaria del Guggenheim, recuerda que el paso a la abstracción, hace más de un siglo, «fue considerado por muchos como una falta de destreza técnica y es todo lo contrario. Hay que tener más conocimientos para evolucionar hacia allí». Kandinsky se reivindicó autor del primer cuadro abstracto –una acuarela pintada según él en 1910– y hoy es uno de sus máximos representantes y uno de los artistas más valorados. Pero no fue fácil para él;recibió muchas críticas, no se entendían sus propuestas, las consideraban una broma, se burlaban de él.
Ignacio Mugica, gestor cultural y fundador y codirector de la galería CarrerasMugica de Bilbao, enfocada al arte contemporáneo, recuerda tres anécdotas que sirven para entender la visión de estos artistas y lo que tuvieron que soportar: «Con 20 años, Miró hacía unos cuadros realistas fenomenales que no acababan de llenarle, y evolucionó al arte por el que le conocemos. Estaba en una exposición de sus cuadros y escuchó a alguien a su espalda decir: 'Esto lo hace un niño'. Se volvió y soltó: 'Sí, su niño sí, pero usted no'. La otra es de Picasso, quien afirmaba: 'Me tomó cuatro años pintar como Rafael y toda una vida aprender a hacerlo como un niño'. Y Richard Serra, que llegó al Prado, vio 'Las Meninas' de Velázquez y pensó: 'Esto es insuperable. Entonces ¿qué hago yo?'. Y buscó otro camino».
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Ha llovido mucho desde que surgió la abstracción, por eso Lucía Aguirre se sorprende de que hoy sigan oyéndose comentarios de ese tipo: «Hay gente que dice 'no lo entiendo', sin menospreciar, y eso lo puedo comprender. Porque a veces faltan mecanismos para entender, la historia, los antecedentes... Puede suceder igualmente cuando escuchas música clásica, jazz, poesía. Pero es curioso, porque en otras disciplinas no pasa lo que en el arte. Nadie escucha a Philip Glass y dice 'Eso lo puedo hacer yo', pero en el arte, sí». Se extraña la experta de que los visitantes que menosprecian una obra abstracta «no se den cuenta de que todas las personas a su alrededor la están valorando, ni se percaten de que para exponer en un museo tienes que haber pasado muchos flitros».
La exposición de Hilma af Klint se abre con una de sus obras tempranas, 'Paisaje estival', a la manera tradicional, confirmando que primero alcanzó la excelencia en el trazo, la copia, el color. Y es luego cuando muchos necesitan dar un paso más allá. Lo desarrolla Ignacio Mugica: «Llega un momento en que el artista decide quitar capas de influencias, convenciones, de todo eso que vamos acumulando a medida que crecemos. Chillida no buscaba hacer el trabajo de un niño, pero sí esa inocencia. Tenía una destreza excepcional, con 16 años hacía unos óleos increíbles, he visto dibujos que hizo de su abuela y era un Da Vinci. Le resultaba tan fácil que decía que eso no era arte, entonces fue quitando esas capas, primero el color, luego los sombreados, y quedándose con lo más esencial, la línea».
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Otro caso, señala el galerista, es el del arte pobre, que considera que «no tiene que ver con usar oro o materiales nobles, porque el material no es arte, el arte es más esencial, basado en la espiritualidad». Y en esa búsqueda de lo esencial, señala, los artistas lo primero que quitan es la habilidad: «Es algo muy atractivo hacer un retrato fantástico, pero la habilidad se trabaja. Y el arte no es habilidad, es transmitir una idea de lo esencial, la verdad. Ese ha sido el principal avance del siglo XX, que el arte no tiene que ser bello, ni habilidoso. Y no estamos criticando al que hace arte figurativo con una destreza terrible.El arte tiene muchos caminos».
Dice Mugica que conoce a muchos artistas que podrían ganarse la vida muy bien con retratos, «pero prefieren ir a la basura, coger hierros y retorcerlos. ¿Por qué alguien iba a malvivir si puede usar el don del dibujo? Prefiere esta vida más dura porque busca algo diferente, no porque quiera engañarnos. La familia de Chillida le decía: '¿Cómo teniendo tu don lo rechazas y te dedicas a hacer dibujitos con una línea?'».
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De regreso al cuadro 'Iberia' de Motherwell, uno de los grandes teóricos del expresionismo abstracto, es interesante conocer que la pieza se engloba en una serie sobre la Guerra Civil española. Lo explica la comisaria Agirre: «Está hablando de la muerte, de la oscuridad. Y luego está ese negro con esas pinceladas, conseguirlo no es nada fácil. Ellos tenían mucha destreza y podrían haberse quedado tranquilamente en un arte figurativo, pero necesitaban romper con todo lo anterior, crear algo nuevo que los llenase como artistas, lo otro lo tenían tan trabajado que ya no les valía».
Considera Lucía Agirre que quizá el hecho de que los programas de historia en los centro educativos, al empezar por los orígenes, no alcanzan los conceptos más actuales, «pero estamos hablando del arte que nos ha acompañado durante todo el siglo XX. Los niños de hoy están más acostumbrados a él, porque hay políticas de visita a museos, en el Guggenheim tenemos muchas actividades educativas... pero sus padres puede que no hayan disfrutado de eso. Aunque también conozco personas que ante una obra abstracta y sin formación son capaces de emocionarse hasta la lágrima». Añade que de igual modo se necesitan conocimientos de historia para entender obras clásicas como 'El rapto de Europa'.
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¿Cómo enfrentarse a una obra abstracta? «Siempre en blanco –responde Ignacio Mugica–. Sin ideas preconcebidas, sin pensar en lo que representa o quiere decir. Si viene alguien a la galería y dice 'esto es una tomadura de pelo' ni intento explicar nada, porque el arte no es para todos, hace falta sensibilidad». Si hay interés, sí recomienda informarse sobre la obra y el autor.
La galería CarrerasMugica expone y vende estos días obras de Ángela de la Cruz, Premio Nacional de Artes Plásticas 2017. Cuelgan de la pared en tonos rojos o beiges, como enormes globos desinflados, telas caídas, como si hubieran perdido la fuerza y esbeltez que una vez tuvieron. «Podría contarte –desvela Múgica– que a Ángela le dijeron que si quedaba embarazada podría darle un ictus. Y así sucedió». Pasó meses en coma, dio a luz y quedó en silla de ruedas. «Vio que un cuerpo como el suyo, siempre activo, quedó arrugado, desinflado, flácido. Y ha trasladado a su arte ese drama personal. Conocer la historia de una obra puede hacer que esta se vea con otros ojos».
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Se dijeron muchas sentencias que valen para este asunto en el caso del 'Pájaro en el espacio' (1912) de Constantin Brancusi (1876-1957). El artista había creado una escultura que cuando quiso enviar a Estados Unidos, las autoridades de fronteras quisieron cobrar aranceles por aquella pieza que ellos no consideraban obra de arte, pues estas estaban libres de pago, sino objeto de cocina, pese a que medía 1,73 metros de altura. Brancusi, para defender su propuesta de este desprecio, pronunció una frase repetida después por otros creadores abstractos: «Esto no es un pájaro que vuela, sino la idea de un pájaro que vuela». Y de hecho tuvo que defenderla en un juicio, pues demandó a EE UU en 1926 logrando, cuatro años después, ganarlo. Y eso que él mismo no se consideraba artista abstracto: «Son imbéciles quiénes califican mi arte como abstracto. Eso que llaman abstracto es lo más realista, porque lo real no es el exterior, sino la idea, la esencia de las cosas». Este episodio tuvo su reflejo en los periódicos de la época, que publicaron reportajes con títulos como este: «Sea lo que sea, no es arte», pero finalmente el mundo entero supo que los artistas estaban creando algo nuevo y diferente de lo anterior. Ela sentencia decía: «Se ha desarrollado una nueva escuela de arte en la que sus integrantes intentan exponer ideas abstractas en lugar de imitar la naturaleza. No importa aquí si tenemos simpatía o no por estas ideas nuevas y las escuelas que las representan. Es un hecho su existencia y su influencia en el arte».
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