La Sociedad Española de Fundiciones Eléctricas, SEFESA, en Olabeaga. En este solar se levantan ahora viviendas.

El aparejador bilbaíno que se hizo famoso dibujando fábricas

Una exposición en La Encartada recupera las obras y la figura de Gerardo D'Abraira, retratista de las factorías durante los años cuarenta y cincuenta

Viernes, 2 de febrero 2024, 18:17

L a felicidad se concentra en enormes factorías de chimeneas humeantes. La obra del bilbaíno Gerardo D'Abraira (1900?-1963) se antoja una oda a la industria como sinónimo de pujanza y desarrollo. Curiosamente, su trabajo tuvo lugar entre 1939 y 1958, en los tiempos ... duros de la posguerra y la autarquía, cuando, a duras penas, España se restablecía de una contienda civil y recuperaba sus medios de producción. El dibujaba fábricas por encargo y se hizo todo un nombre en el país por la calidad de sus ejecuciones. La Encartada Fabrika Museoa de Balmaseda inauguró este viernes una exposición que reúne 18 de sus piezas y una veintena de reproducciones con fotografías de la época y actuales, y que permanecerá abierta hasta el próximo 7 de julio. Posteriormente, recalará en la Sala Ondare de Bilbao.

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Interior de la empresa Unceta de Gernika.

La muestra 'Paisajes desvanecidos en el aire', comisariada por Javier González de Durana, recupera a un autor desconocido y un patrimonio fabril que ha experimentado transformaciones o, simplemente, ha desaparecido. «A través de la exposición recopilamos, por primera vez, todas estas obras de D'Abraira en un solo lugar», destacó la diputada de Cultura, Leixuri Arrizabalaga, en la presentación de la muestra. Nacido en el barrio de Begoña, se dio de alta como aparejador en 1923 e inició su trayectoria profesional en un estudio de arquitectura. A lo largo de la década siguiente, se estableció en la localidad cántabra de Maliaño, donde comenzó su labor como dibujante de edificios fabriles. «El primero fue el de la Babcock en Trápaga y, luego, las instalaciones de Altos Hornos en Sestao, Barakaldo y Sagunto, aunque sólo se conserva el primer diseño», explica el responsable de la muestra.

Sus perspectivas axonométricas, vistas tomadas desde arriba, a cierta distancia y en picado, reflejan las fábricas desde una esquina o ángulo. El resultado otorga un evidente protagonismo a las construcciones. Según el investigador, D'Abraira no falsea la realidad, sino que «enfatiza la presencia física de la factoría y embellece el entorno». El autor concede gran importancia a los detalles de los márgenes, con apuntes de tráfico y actividad que aportan un atractivo suplementario. «Su minuciosidad nos sugiere un hiperrealismo avant la lettre».

El éxito obtenido le debió animar a domiciliarse en el barrio getxotarra de Las Arenas, cerca de la industria vizcaína a la que prestaba sus servicios. «Recibe encargos de la cuenca alta, de Llodio y Amurrio y pronto su fama se extiende por todo el territorio y Gipuzkoa. Después, llegó a todo el país, a Castilla, Cataluña, Valencia y Andalucía. Se puede decir que creó un oficio y nicho de mercado que no existían», apunta el comisario.

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Forjas Areitio, en Ermua.

Las vistas exteriores predominan, pero también proporcionaba interiores, realizados en tinta china sobre papel o acuarelas a color, firmadas con el seudónimo 'D'Abadie'. El número de piezas también variaba según la voluntad del cliente. La firma salmantina Mirat le demandó cuatro y Tarabusi, ocho. Su objetivo suele ser comercial. «Son dibujos apaisados de grandes dimensiones, de 100x200 de ancho, que, tras ser reproducidos fotográficamente sirven como comunicación visual de la empresa o imagen corporativa o de marca», indica. «Los originales solían decorar despachos y consejos de administración».

Su periodo de actividad fue relativamente corto. «La fotografía aérea mató al dibujo de fábricas», apunta González de Durana, aunque señala que la efectividad de la técnica no podía compararse con la exquisita labor artesanal de D'Abraira. «Había que ensombrecer los alrededores para destacar la fábrica». El creador pintaba paisajes de la Ría en sus momentos de ocio, pero nunca manifestó una voluntad de autoría. «No iba de artista, pero había que serlo para hacer lo que hacía», concluye el comisario. .

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