Dijo José Saramago de Gonçalo M. Tavares que no tenía derecho a escribir tan bien con solo 35 años. Corría el año 2005 y el reconocidísimo autor le estaba haciendo entrega a un joven escritor también portugués del premio Saramago por su novela 'Jerusalén'. Tavares ... dice ahora que menos mal que él es una persona tranquila porque, si no, aquello –que suena a frase legendaria pero es muy real– podría haber sido una losa enorme para un escritor que entonces era muy joven... «Eso es un honor pero puede pesar mucho. También dijo que yo iba a recibir el Nobel algún día», recuerda ahora que no tiene ya 35 (nació en 1970, en Luanda) y que ha seguido escribiendo y publicando.
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Ya cuenta en su currículum con varias docenas de libros, algunos más ensayísticos, otros pura narrativa, algunos muy realistas y otros de mucha imaginación. Dice que no hay por qué quedarse con una sola manera de hacer las cosas. «A mí, por ejemplo, me gusta mucho Pasolini y me gusta mucho Calvino. Me gusta el escribidor de la realidad y el autor fantástico. Yo prefiero usar el 'y' antes que el 'o'. La literatura puede hacer de todo, es un campo de infinitas posibilidades», sostiene, consciente de que en su trayectoria hay de todo y de que lo importante es no perder de vista para qué: «Intentar comprender el mundo contemporáneo, las máquinas, el poder, el deseo y la violencia, las utopías y las distopías».
Es consciente de otra cosa, y ese fue uno de los temas que quiso tratar en su conversación con Manuel Rivas (este miércoles a las 19.00 horas) en el festival Gutun Zuria, ayer por la tarde. Que la literatura «no es un masaje, sino una picadura de mosquito que intenta despertar a las personas», pero por desgracia esas personas a las que se dirigen los libros están cansadas, fatigadas, agotadas de tanto trabajar y de hacerlo a menudo en malas condiciones.
Por eso detecta «muchos textos cansados», como ocurre con películas y canciones, pensados más bien para servir de sedante después de la jornada laboral en vez de para estimular las neuronas. «El arte necesita mucha energía del receptor», explica, y eso es difícil hoy, cuando le parece que los libros para niños son más estimulantes que los de los adultos. ¿Alguna solución? «Trabajar menos, ganar más, cambiarlo todo, la familia, el trabajo, la educación». Lo dice con una sonrisa, seguramente proque es consciente, de nuevo, de que la solución ya la intuyen muchos.
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Por eso detecta «muchos textos cansados», como ocurre con películas y canciones, pensados más bien para servir de sedante después de la jornada laboral en vez de para estimular las neuronas. «El arte necesita mucha energía del receptor», explica, y eso es difícil hoy, cuando le parece que los libros para niños son más estimulantes que los de los adultos. ¿Alguna solución? «Trabajar menos, ganar más, cambiarlo todo, la familia, el trabajo, la educación». Lo dice con una sonrisa, seguramente proque es consciente, de nuevo, de que la solución ya la intuyen muchos.
Por eso detecta «muchos textos cansados», como ocurre con películas y canciones, pensados más bien para servir de sedante después de la jornada laboral en vez de para estimular las neuronas. «El arte necesita mucha energía del receptor», explica, y eso es difícil hoy, cuando le parece que los libros para niños son más estimulantes que los de los adultos. ¿Alguna solución? «Trabajar menos, ganar más, cambiarlo todo, la familia, el trabajo, la educación». Lo dice con una sonrisa, seguramente proque es consciente, de nuevo, de que la solución ya la intuyen muchos.
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Los libros de Tavares (el ciclo 'El Reino', el de 'El Barrio', con habitantes tan insignes como 'El señor Valéry', 'El señor Brecht', 'El señor Calvino', 'El señor Walser' y 'El señor Swedenborg', 'Diario de una pandemia', 'Mateo perdió su trabajo') se han traducido a muchos idiomas y componen una obra cambiante que toca muchos temas y perspectivas. «Son cosas muy distintas. Es como si un libro fuera para el norte y otra para el sur».
Tienen en común que el autor intenta escribir «como si lo hiciera con la mano izquierda, la menos ritualizada». Es ejercitar una parte distinta para poder asomarse a la realidad, a veces desde la imaginación absoluta, y traerse algo de vuelta. «Escribo de forma muy orgánica, animalesca, muy veloz. Para mí escribir es algo físico, no intelectual. Eso es lo que hago por las mañanas. Las ideas fluyen y cuanto más veloces, más descubro, es muy instintivo», describe su forma de ponerse ante la página en blanco. «Ya por la tarde me toca cortar, cambiar, editar. Esa es la parte más racional del proceso. Ahí no hay placer», se ríe.
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Este jueves, los encuentros en la Sala Bastida tienen como protagonistas a Uxue Apaolaza e Irene Pujadas, dos escritoras de cuentos, una en euskera y la otra en catalán. Será a las 17.30 horas. A las 19.00 en el Auditorio, será el turno de la poesía con la conversación que lleva por título 'La poesía no quiere adeptos, quiere amantes', en la que intercambiarán puntos de vista Pol Guasch, Munir Hachemi, Leire Bilbao y Sara Torres. En el atrio de AZ, Mama Crea invita al público, en horario de 10.00 a 19.30, a darse un paseo por un hospital muy particular, uno en el que los pacientes son los libros... que además curan.
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