Imaginar la ciudad ideal y convertirla en una obra plástica no es lo más importante. Los alumnos del Colegio San José de San Sebastián, de la mano del artista Iñaki Gracenea, han abordado a lo largo de este curso la relación entre el campo y ... la urbe, construido maquetas y trabajado con vistas aéreas para perfilar ese paisaje en el que viven. Pero, a juicio del creador, ese trabajo no constituye la parte esencial de 'Aprendiendo a través del arte', el programa escolar del Museo Guggenheim de Bilbao. «Todos los años, yo me llevo su trabajo pero, especialmente, lo que hemos hablado», explica. Dos décadas de experiencia personal avalan su criterio. «La reflexión, analizar la cuestión social, es lo esencial», explica.
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Ayer, la institución inauguró la exposición en la que se recoge el fruto de la última edición, las piezas elaboradas por 209 alumnos de nueve centros públicos y concertados del País Vasco, de edades comprendidas entre los 6 y 12 años. Las exposiciones de Alberto Giacometti, Diana Thater y Architecture Effects, han inspirado a los participantes de la actual convocatoria. «Nuestra intención es utilizar la potencia del arte y la práctica artística para aprender asignaturas del currículum», explicó Juan Ignacio Vidarte, director de la entidad, que recordó la larga trayectoria de una iniciativa por la que ya han pasado, desde su creación hace veintidós años, más de 3.000 escolares vascos.
El lenguaje, el reciclaje y el consumo, los mapas y la arquitectura, y las fotografías y películas, constituyen las claves que articulan este año la muestra colectiva, abierta hasta el próximo 15 de septiembre. El proyecto cuenta con el patrocinio de la Fundación BBK y el apoyo del Departamento de Educación del Gobierno vasco. La colaboración entre los diversos agentes implicados en la enseñanza fue uno de los aspectos positivos puestos de relieve por Karlos Martínez Bordoy, uno de los autores implicados en esta ocasión, mientras que su colega Zaloa Ipiña destacó el hecho de trabajar con un recurso como la creación, «que es algo que no se suele utilizar».
Los temas objeto de estudio son elegidos por el centro académico. «Nosotros los desarrollamos a través del arte», explica Gracenea, que también apunta la permeabilidad de los estudiantes. «Ellos absorben todo sin prejuicios, se embarcan sin complejos y nosotros mediamos». Las dificultades técnicas no suelen ser impedimento para que los artistas en ciernes lleven a cabo sus ambiciones. «Lo que cuenta es la intención y, además, paso a paso, se consigue lo imposible».
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El pretendido abismo entre la plástica contemporánea y la sociedad puede ser salvado con proyectos de este tipo. «Yo hablaría de pequeños nexos», aduce el creador. «La cuestión de la relación entre una y otra no se resuelve sólo potenciando las visitas a los museos, también inculcando a los niños otra manera de ver el arte, casi normalizada». Pero el fin no se reduce a que los más pequeños se acostumbren a un producto cultural, lo asimilen y disfruten. «El trabajo no se limita a lo que vemos aquí», indica, aludiendo a las obras exhibidas, y recuerda que en los talleres han hablado de Kandinsky, pero también han contemplado películas y debatido cómo viven y ven las cosas cotidianas. «Es una labor transversal, el reto radica en proporcionarles medios para que sepan traducir la realidad».
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