El Museo Guggenheim quiere oxigenarse en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. La entidad cultural pretende extender sus tentáculos culturales hasta la antigua fábrica de Dalia, en Gernika, y a los Astilleros de Murueta. El nuevo proyecto recupera una iniciativa anterior y la envuelve ... con el crédito medioambiental, tan atractivo. Pero la apuesta por el respeto ecológico y la sostenibilidad no resulta novedosa.
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La plástica ha llegado al ámbito rural, a lugares poco poblados o, incluso, en situación de crisis y abandono. En España existen centros multidisciplinares de creación y difusión en la meseta castellana y las montañas pirenaicas, en la sierra cordobesa o el interior del archipiélago canario, muchas agrupadas en la Red Cubo Verde. Fuera de nuestras fronteras, abundan otras experiencias, algunas sin ánimo de lucro y otras con un agresivo objetivo económico. Todas, en cualquier caso, alegan un propósito de regeneración y respeto al entorno.
Centro de Arte y Naturaleza Fundación Beulas (CDAN) Huesca
La fructífera relación entre la creación y la naturaleza ha constituido el 'leiv motiv' del Centro de Arte y Naturaleza Fundación Beulas (CDAN) desde su creación en 2006. Quince años después, Obarra Nagore, su actual gestora de exposiciones y colecciones, reconoce una problemática quizás común a muchas de estas iniciativas. «Posiblemente somos menos conocidos en nuestro entorno que en la escena artística internacional porque tenemos un fondo documental especializado y ciclos de conferencias 'online' que se han convertido en referencia para quienes estudian la relación con el paisaje, mientras que, geográficamente, lo cierto es que estamos en las afueras de las afueras».
Los fondos atesoradas por el pintor José Beulas fueron el germen de un museo diseñado por Rafael Moneo. Nagore cree que instituciones como la oscense suponen una expansión del arte más allá de las grandes urbes y de una planificación política que suponía que el arte era, necesariamente, patrimonio urbano.
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«Junto al servicio a los especialistas, tenemos una importante obligación social», explica la gestora del CDAN. «Debemos llevar a cabo una labor de dinamización, un trabajo que, por nuestra condición, implica dar a conocer facetas artísticas no tan conocidas, como las muestras de 'land art' que existen en nuestra provincia».
Fundación Cerezales Antonino y Cinia León
La vanguardia llegó a la pedanía de Cerezales del Condado, a 30 kilómetros de la ciudad de León, gracia a un vecino que hizo las Américas y quiso dotar a su tierra de origen con una institución cultural. La fundación que lleva su nombre se ha instalado en sus antiguas escuelas y, desde 2008, desarrolla proyectos relacionados con el arte, la música o la etnología, en esta población de menos de 100 habitantes, fiel ejemplo de la España vaciada. Ahora bien, no fue llegar y ponerse manos a la obra. «Durante cinco años llevamos a cabo una reflexión para establecer el modelo de intervención», explica Alfredo Puente, curador de la entidad. «A la gente no le gusta que aterrice a su lado algo que no puede identificar».
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La necesidad de limitar su capacidad de acogida, la no existencia de peajes económicos para acceder a la oferta y la utilización de energías renovables, son algunas de las características del modelo resultante. Además, la aceptación ha sido el objetivo de la Fundación. El presidente de la junta vecinal forma parte de su patronato y su voto es de calidad. «Nos pueden desalojar si creen que la institución no lleva a cabo su cometido».
El éxito y fracaso son, a juicio de Puente, conceptos manipulables que pueden no responder a la realidad. «No es positivo que acuda mucha gente y el pueblo siga sin vida», indica y señala su preocupación cuando un evento atrae a cientos de vehículos. «La convivencia es esencial y no queremos provocar problemas». Pero el impacto ha sido económicamente positivo. «Decidimos no construir un restaurante, que la gente usara la cantina del pueblo y su presencia beneficiara a la hostelería y los alojamientos rurales. Queremos huir de la masificación y que todo sea natural y fluido».
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Naoshima Japón
Si en el muelle nos espera una calabaza gigante de Yayoi Kusama, la artista más cotizada del mundo, podemos pensar que estamos ante algo similar a una superproducción de Hollywood, y que tras la explosión inicial y los títulos de crédito, la película irá hacia arriba en un continuo alarde de pirotécnica. No nos equivocamos. Las expectativas de los visitantes nunca se defraudan en Naoshima, una pequeña isla del mar interior de Sato, en el corazón del archipiélago nipón. 800 hectáreas solo accesibles por ferry.
La ambición desbordante de Soichiro Fukutake, uno de los hombres más ricos de Japón, cambió el destino de este pequeño territorio, poblado por 3.000 nativos. Contrató a todo un Premio Pritzker como Tadao Ando para convertir un feudo industrial en crisis de la firma Mitsubishi en algo similar a un parque de atracciones contemporáneas. Cuatro museos después y la conversión de casas abandonadas en grandes instalaciones de arte, el villorrio recibe medio millón de visitantes anuales.
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El respeto a la naturaleza resulta visible en la denominada 'isla del arte', que, en realidad, se corresponde con su porción meridional. La arquitectura busca el diálogo con la orografía local sin descollar, estableciendo diálogos formales con el medio. La sobriedad se esfuma de puertas adentro. El Chichu Art Museum, una construcción subterránea, guarda una fabulosa cúpula de cemento y cinco lienzos de Monet de la serie 'Nenúfares', acompañados de un jardín botánico que emula al estanque del pintor francés.
El complejo Benesse House, dedicado al artífice de esta iniciativa, incluye un restaurante, hotel de lujo y una colección que incluye, entre otros, a Richard Long, Robert Rauschenberg o Andy Warhol. La respuesta masiva ha expandido la oferta artística a las islas vecinas de Teshima, Inujima y Megijima y puesto en marcha un festival trienal.
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Centre d'Art i Natura de Farrera (CAN) Lerida
Algunos de aquellos jóvenes que en la década de los años setenta descubrieron la belleza agreste de la comarca de Pallars Sobirá en el Pirineo leridano son los instigadores del Centre d'Art i Natura de Farrera (CAN), municipio con apenas veinticinco habitantes. La entidad proporciona residencias a artistas e investigadores, una fórmula habitual para muchas de las ubicadas en zonas rurales, y, asimismo, organiza encuentros y festivales.
Lluis Llobet, su director y gestor, recuerda la propuesta que se hizo llegar al Ayuntamiento y que el consistorio aceptó con la condición de no realizar inversiones. A cambio, cedió los espacios de las antiguas escuelas y un pajar secador de hierba, hoy reconvertidos en viviendas y talleres. «La titularidad municipal nos proporcionó una plataforma para acceder a las ayudas públicas», reconoce el promotor.
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El cosmopolitismo de los pioneros franceses, alemanes o ingleses, ha sido heredado por el CAN. «Hemos proporcionado una población permanente a un lugar afectado por la estacionalidad», indica pero, sobre todo, cree que la repercusión es de índole emocional.
«Creo que favorece la autoestima, que los vecinos piensen que el futuro está aquí y no en la emigración, que se sientan importantes», arguye. Desde Farrera, los proyectos culturales llegan a Sort, Lleida o Barcelona. «Arte y ámbito rural pueden ir de la mano. Lo que no es era normal es pensar que la cultura sea urbana. La creación surge donde hay personas y ganas de transformar la realidad».
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Parque de esculturas de Yorkshire Reino Unido
No acuda con su perro al Parque de Esculturas de Yorkshire porque podría espantar al ganado que pasta en su interior. El consejo evidencia ese carácter rural de esta galería al aire libre, otra modalidad que aúna con éxito el arte y la naturaleza y que prolifera en Europa y Norteamérica. Este espacio en concreto, situado al norte de Inglaterra, es uno de los mayores del continente y exhibe permanentemente obras de Henry Moore y Barbara Hepworth.
Las características de la propiedad rural de la isla, con grandes propiedades en torno las residencias histórica o 'countryhouses', favorecen su adecuación con inversiones razonables y, además, impulsan servicios auxiliares. El visitante accede tanto a una experiencia paisajística como artística. Pero no han sido buenos tiempos para este tipo de equipamientos, generalmente favorecidos por la gran afluencia de visitantes. El centro de Yorkshire recibe unos 300.000 usuarios cada año y se ha visto muy perjudicado por la pandemia y el colapso temporal de la oferta cultural.
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