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Antes de representar 'Todas las canciones de amor' (este viernes y sábado en el Arriaga) Eduard Fernández siempre escucha 'Mediterráneo', «la canción de mi vida y de mi familia». Se viste con camisón y bata, se ajusta una peluca y lleva una medallita con las ... iniciales y las cenizas de su madre, Ana María, que sufría alzhéimer y falleció de covid en una residencia en la primavera de 2020, sin que pudiera despedirse de ella. Esos últimos minutos en el camerino son sagrados para él, aunque no es amigo de rituales. «Este es el primer proyecto teatral que emprendo yo, y la primera vez que me enfrento solo a un teatro», dice. Tan especial que ha diseñado hasta el cartel «porque no me gustaba ninguno». Sobre una foto en la que aparece sentado, dibujó «con tipp-ex» un velo y un ramo de novia.
El texto de 'Todas las canciones de amor' es del dramaturgo argentino Santiago Loza. Conoció su obra en Buenos Aires poco antes de perder a su madre, y la relación de la protagonista con su hijo «se parece mucho a la que teníamos nosotros». Por eso pensó que llevarlo a escena sería «una curación» para su dolor, además de un homenaje a ella «y a toda una generación de mujeres que dieron la vida por su familia y se quedaron en casa para que pudiéramos salir y encontrar nuestro lugar en el mundo».
Ana María crió a sus cuatro hijos y después volvió a estudiar. Fue a la universidad y abrió una tienda. Era «muy combativa» y también «frágil», algo que el actor transmite con una voz «dulce» que le sale de forma natural en algunos momentos de la conversación. Santiago Loza ha hecho algunas adaptaciones para acercar el texto a su historia personal, la de aquel niño «al que todo le daba vergüenza». Sabía que esta obra era un empeño «muy arriesgado» y para la dirección confió en Andrés Lima. Juntos eligieron «cinco canciones que les gustaban mucho a nuestras madres, como 'El mundo' y 'Venecia sin ti'».
La mujer a la que vemos en la cocina donde ha pasado gran parte de su vida está al final del camino. Pierde la memoria poco a poco y la propia estancia, mediante una técnica de mapping, «va cambiando y termina vaciándose de contenido». Hay una reflexión sobre el olvido que juega con lo teatral, con esos momentos tan temidos en los que un actor se siente perdido en el escenario. «Yo he tenido tres blancazos», cuenta Fernández. «El primero, con 'Esperando a Godot'. Después de un momento, pensé: di lo que sea, y lo hice».
Pese a la dureza de la enfermedad, hay vínculos que no se rompen. «Cuando yo le decía 'mamá, soy tu hijo', me miraba de arriba abajo y contestaba 'por eso te quiero tanto'. La emoción está a flor de piel para el público –quizá no quede un ojo seco– y sobre todo para él, aunque sabe cómo domarla. «Sujetarla, dejarla salir, que te sorprenda de repente, ese es el oficio». También hay momentos de humor y el estreno en Valladolid dejó una anécdota memorable. «Al fondo de la sala, una mujer dijo: ¡Esto es un timo! Aquí pone 'monólogo de Eduard Fernández' y hace ya rato que está esa señora!».
Al final de la función, hay quien se le acerca y le dice. «¿De qué conocías tú a mi madre, que era exactamente así?». Su paso por el Arriaga es especial para Eduard Fernández porque en el teatro pasó varios meses trabajando con el 'Hamlet' que dirigió Lluís Pasqual y porque tiene familia en Bilbao que vendrá a verle. «Yo venía de vacaciones a Plentzia con Clari, la prima más querida de mi madre, y sus hijas e iba a pillar carramarros en la ría. Siendo catalán no sabía qué era eso de la marea, me flipaba», recuerda.
Cuando les contó a sus padres que quería ser mimo, «que aún es mucho menos que actor», ella le contestó: «Si con eso no se gana la vida nadie. Solo uno es famoso, Marcel Marceau. Pero me apoyaron porque era lo que quería hacer. Luego, cuando empezaron a salir buenas críticas, decían '¡qué bien lo hace nuestro hijo!' Pero no antes, porque la familia es la más dura». ¿Y si Ana María pudiera verle hoy? «Me diría 'ponte un vestidito más bonito, sácame un poco más guapa'. Pero si yo le explicara 'mamá, es que quiero hacer esto así para contar esta parte de tu vida' contestaría 'bueno, si quieres...' Así era mi madre».
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