![La arquitectura más audaz busca el cielo](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202101/06/media/cortadas/combo-arquitectura-kJlH-U130133867396OrD-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Cuando el arquitecto noruego Sverre Fehn llegó a Bilbao a finales de mayo de 1997, para recibir el Premio Pritzker, y vio el Guggenheim prácticamente terminado dijo aquello de que los museos serían las catedrales del siglo XXI. Las monumentales construcciones museísticas que siguieron ... al proyecto de Frank O. Gehry y las visitas rituales del público masivo le han dado la razón. Pero no previó la otra parte, la de unos templos, iglesias y ermitas en localidades periféricas, barrios y pueblos cuya valentía y voluntad de innovación formal están compitiendo con los centros culturales de las ciudades globales.
El arquitecto y profesor de la Universidad de A Coruña Esteban Fernández-Cobián acaba de publicar un libro, 'Arquitectura religiosa del siglo XXI en España', que aborda la complicada articulación entre los edificios sagrados y las sociedades ultrasecularizadas.
Su tesis doctoral comenzaba con la basílica de Arantzazu -«un edificio fantástico por su potencia y su dramatismo»- encargada en 1950 por los franciscanos al tándem formado por Francisco Sáenz de Oiza, aliado espiritual de Jorge Oteiza, y Luis Laorga. En los mismos años, entre 1950 y 1955, una de las grandes figuras de la arquitectura moderna, Le Corbusier, construía la capilla de Notre Dame du Haut en Rondchamp (Francia).
Estos precedentes del siglo pasado abrieron un camino que ha llegado en los últimos veinte años a resultados asombrosos en Covarrubias (Burgos), Rivas Vaciamadrid o en el bilbaíno barrio de Miribilla en Bilbao. En este caso, Gloria Iriarte, Eduardo Múgica y Agustín de la Brena construyeron de 2006 a 2008 una iglesia en la que su interpretación de las vidrieras, de la entrada de luz y del color, es sólo uno de los elementos a destacar. El libro de Fernández-Cobián reúne 27 proyectos de este tipo.
función
A los arquitectos, el encargo de un edificio religioso les ofrece posibilidades que otros inmuebles más convencionales no pueden. Su función consiste en favorecer o incluso producir la experiencia del creyente, su conexión con lo sagrado. La escala, apunta Fernández-Cobián, no se parece a la de otras construcciones, ni tampoco los espacios vacíos con los que puede jugar el profesional. El tema es la luz y el edificio está llamado a sobresalir.
El autor diferencia entre templos, de carácter monumental y sublime, e iglesias, lugares de reunión de una comunidad religiosa. En los últimos cincuenta años, estas separaciones conceptuales se han ido vaciando de significado en el mundo católico y los teólogos han insistido en que lo más valioso es la asamblea reunida o el contenido más que el continente, como muchas veces se ha dicho también de los museos. Sin embargo, los fieles no siempre están de acuerdo con esta idea y quienes se acercan a estos lugares buscan no sólo al prójimo, sino también el recogimiento y un atisbo de lo extraordinario.
En este empeño, desde las catacumbas, la arquitectura siempre ha ayudado. Los diseñadores modernos han encontrado el punto medio entre los deseos del cliente -las autoridades eclesiásticas- y los usuarios, con unas líneas depuradas y una escenografía desnuda, sin por ello dejar de convocar al sentimiento.
Fernández-Cobián argumenta que una construcción como la de San Olav en Covarrubias, revestida en acero, «puede acoger la experimentación por su propio carácter de ermita, que se visita contadas veces al año en fechas señaladas. Es una experiencia distinta a la de la iglesia».
El proceso de construcción tuvo asimismo muy poco de común. La princesa Kristina, hija del rey Haakon IV, puso como condición el levantamiento de esta ermita antes de venir a la península en 1257 para casarse con Felipe de Castilla. La muerte de la princesa a los pocos meses de llegar truncó el proyecto.
Más de siete siglos después, lo retomó la Fundación Kristina de Noruega, en colaboración con el Ayuntamiento de Covarrubias y las escuelas de arquitectura de Valladolid y Oslo. Convocaron un concurso para alumnos de último año de carrera. De los tres accésits otorgados, la fundación eligió el firmado por Pablo López Aguado, con unos volúmenes salientes muy parecidos a los de Gehry.
Fernández-Cobián señala que las construcciones religiosas «funcionan como anuncios propagandísticos de un colectivo unido por fe, que necesita situarse, visibilizarse, tener su 'efecto Guggenheim', y ahora más, por ejemplo en el caso católico, por la competencia evangelista».
El profesor de la Universidad de A Coruña recuerda que el papa Pablo VI insistía en «abrir la iglesia a la participación de los artistas porque son estos quienes hacen visible lo invisible, la creencia, la emoción, el sentimiento». Siguiendo esta línea, continúa Fernández-Cobián, la jerarquía católica es la que «más cancha» ha dado a la innovación arquitectónica; más que los protestantes, que apenas han salido del estilo neogótico, o que los hinduistas y musulmanes.
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