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Si eres educado siempre responden a tus preguntas. Como aquella tarde que aspiraba a ser noche de Gala. El Festival de televisión de Vitoria-Gasteiz crecía y en esa edición habían tenido la gran idea de invitar a José Luis López Vázquez, actor de cine, ... teatro y pequeña pantalla. Parecía que iba vestido para una boda. O para un funeral. Su cara no nos daba pistas. Tras las muecas, casi siempre, se esconden dramas. No sabíamos entonces que aquel genio tuvo una infancia triste. Por eso, esta semana que se cumplen 100 años de su nacimiento, recuerdo el día en que conocí a José Luis López Vázquez. Por lo que me contó y por lo que se guardó.

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Corría el año 99 y todo el mundo miraba hacia el nuevo siglo que asomaba por la puerta. Todo pasado nos parecía casposo. O no. Pese al encanto del XXI bastaba con rozar la tela de ese sentimiento llamado nostalgia para que el ayer se nos antojara añoranza. O al menos ternura. Por lo que fuimos y sobre todo por lo que vimos. Ese año trabajaba un servidor en la tele y me tocó cubrir el Festval de Vitoria-Gastez. Otros iban por los sonados estrenos. Nosotros, por el homenaje al hombre conocido como 'El Padrino'. Pero no Brando, sino José Luis. El que repartía regalos y quejas en la inmensa Gran Familia de Closas y Soler Leal. En casa éramos tres hermanos. Mucho de lo que contaba la película me quedaba muy lejos. Pero ese tipo tenía mucha verdad. Y pese a mi corta edad, cuando lo vi por vez primera, lo sentí cercano y real. El personaje de López Vázquez tenía mucho de su vida. Me contó que había sido un triste niño solitario, que su padre se fue de casa cuando él apenas tenía uso de razón y que se crió con su madre, su abuela y un tío soltero que hizo de padre. Una especie de padrino. Quizá por eso recuerdo que me pareció un hombre tan educado como serio. Conozco a muchos cómicos y son así. Y él era cómico con mayúsculas. Lo de actor le quedaba pequeño. La gente está equivocada. Es más fácil hacer drama que comedia. Pero López Vázquez, como otros, solo alcanzó el reconocimiento cuando hizo «papeles serios». Hablo de películas como 'Mi querida señorita', 'El bosque del lobo' o 'Peppermin Frapé'.

Ahora ya se sabe que George Cukor quiso llevarle a Hollywood y que le consideraba «el mejor actor del mundo». No se fue. Decía José Luís que era por el inglés. Pero intuyo que había algo más. Que detrás estaba el niño que fue. Aquél que cargaba con una tristeza que disimulaba en algunas películas. Pero que, paradojas de la vida, le dieron el reconocimiento y los premios cuando la mostró en personajes dramáticos. Se cumplen 100 años de su nacimiento. Se lo dije aquél día de 1999 y se lo digo hoy. Gracias López Vázquez por ayudar a que los recuerdos de quien hoy teclea estas líneas sigan cargados de nostalgia. Por aquellos días viendo al padrino de una familia tan enorme como simple. Una que da igual los miembros que tenga. Se parecerá a todas. Aquella familia no era la de Amparo Soler Leal y Alberto Closas. Era la mía. La suya, la de todos. Reflejo de tantas generaciones como las que crecieron contemplando su arte. López Vázquez fue un genio que, igual que a muchos, etiquetaron los críticos como señor con bigote que perseguía suecas. Es el precio de vivir en un mundo donde valoramos más el envoltorio que el regalo. Aunque algunos nos resistimos. José Luis López Vázquez llevaba tilde en su nombre compuesto y en sus dos apellidos. Y aún así donde dejó su acento fue en un cine que le debe tanto que jamás podría pagárselo. No solo por las más de 200 películas, series y obras de teatro. Si Spielberg logró que temiera meterme en el agua, Mercero hizo que nunca cerrara la puerta de una cabina telefónica. El artífice fue el director. Pero hubo alguien más. López Vázquez. Hace un siglo que nació. Y es una fecha importante. Porque el hombre vestido de negro que conocí en aquel festival no dijo mucho y me contó todo. Lo que cabe en una vida de una persona con miles de personajes. Se cumple un siglo del nacimiento del hombre, pero no hay fecha de muerte para un genio inmortal.

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