Cuando alguien muere, se te vienen los recuerdos a borbotones.
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El primer recuerdo que tengo de Antonio Petit Caro es de hace mucho tiempo: fui a pedirle trabajo en Vasco Press y no me lo dio, pero sí recibí de él una sugerencia y un ... consejo que después he dado mucho al alumnado de la Facultad. Me dijo que faltaban cronistas locales, que era un género dejado, pero muy popular. El consejo era propio de un gran maestro: «Levántate cada día y convierte en un trabajo la búsqueda de un puesto de trabajo. Antes de tres meses, lo habrás encontrado». Le hice caso. Soy periodista.
Después, de vez en cuando, coincidía con él en algunos eventos. Me encantaba oír su acento y ese saber de viejo periodista bregado en tantas faenas.
Era sevillano y un apasionado de los toros. Siempre he creído que la familiaridad con mundos diversos y el conocimiento de distintas jergas enriquece mucho los discursos, los embellece.
Un día, cuando fui vicepresidenta de la FAPE con el equipo de Magis Iglesias, me encontré su retrato en la galería de presidentes de esa federación de periodistas. Me sorprendió lo breve de su mandato; más bien, diría que me dio pena. Ahí estaba Antonio.
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Hablo con Magis de él y me dice: «Siempre me trató de forma exquisita, con respeto y reconocimiento».
En 2010, en la Asociación Vasca de Periodistas (AVP) organizamos un acto de homenaje a los asociados más veteranos. Los juntamos en el salón de actos del BBVA de la Gran Vía bilbaína, escuchamos sus recuerdos, les obsequiamos con una figura de cerámica y nos fuimos a cenar con ellos. Nos reímos a carcajadas. ¡Madredegutenberg!, tenían una media de setentaitantos años y nos tumbaron. A eso de las dos de la madrugada les pedimos sopitas y nos retiramos a la cama. No sé si ellos siguieron la juerga. Ahí estaba Antonio.
Cuando creamos el Colegio Vasco de Periodistas volví a agradecerle su apoyo. Había sido un viejo anhelo de los profesionales vascos, pero por diferentes avatares no pudo hacerse realidad hasta que siendo yo presidenta de la AVP se produjo una conjunción astral de carácter casi milagroso y lo logramos. Ahí estaba Antonio.
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Hubo momentos en que necesité su consejo y ahí estaba Antonio. Le dije que fuera pensando en presidir el Consejo Ético del Colegio, pero no me dio tiempo a crearlo antes de dejar de ser decana. Ahí habría estado Antonio.
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