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Puede que este Creonte que llega a Bilbao, creado por Fernando Cayo bajo la dirección del mexicano David Gaitán, se meta a los espectadores en el bolsillo y sea un auténtico maestro de ceremonias, divertido y carismático, pero a Antígona la hunde en un dolor ... terrible. Irene Arcos es la actriz encargada de traer a nuestros días este mito clásico que habla de poder absoluto, libertad de expresión, justicia y democracia, entre otras cosas. «Ella es una mujer condenada a muerte por ir contra una ley injusta que no le permite enterrar a uno de sus hermanos para que no se lo coman las fieras… y, aunque intenta una y otra vez apelar a este hombre, que abra miras, no es posible. Es frustrante para ella», describe.
Los espectadores van a reírse, sin embargo. «Da un poco de miedo decir que es una obra divertida, pero es verdad que tiene sentido del humor», continúa Arcos. «Creonte maneja el juego. Abre debate, canta, hace gracias y suelta algunas perlas», reconoce. Caprichoso, infantil y todopoderoso, sí, pero tendrá su corazoncito. Si no eres ella. Si no te juegas la vida. Si te callas.
Sobre todo eso podrán reflexionar los espectadores de una versión teatral que se estrenó en el festival de Mérida el año pasado y que en el Arriaga sustituye a la caída a última hora 'Muerte de un viajante' protagonizada por Imanol Arias. Desde mañana hasta el domingo se puede asistir en Bilbao a ese debate entre Creonte y Antígona en el que se invita al público a reflexionar, a tomar partido. «Es una obra sobre la rebelión contra el poder absoluto y sobre la complejidad del pensamiento, en busca de los tonos grises y no en blanco y negro», añade Fernando Cayo. «Es absolutamente contemporánea porque habla de nosotros como ciudadanos, de nuestra responsabilidad».
La versión «es cañera y joven, con mucha ironía, descarada. El patio de butacas es «la ciudadanía de Tebas», que ha de escuchar a Antígona defender su postura ante Creonte. Él «a veces es un gorila capaz de matar a cualquiera, otras un Obama de traje y corbata; por momentos es como Calígula y luego un 'showman' que canta, baila y hace el payaso». Todo un reto para Cayo, que prefiere en el teatro los papeles al límite y más allá de lo cotidiano. «Para eso ya tengo la tele y el cine».
En una escenografía que remite a los espacios de toma de decisiones, los personajes juegan y señalan las zonas oscuras del poder. «Ser rey es renunciar a ser humano», espeta Creonte. «Si hay algún poderoso en la sala, se sentirá interpelado, creo». Esa es una de las funciones del teatro, «golpear. Para eso estamos, para eso están ellos. Se trata de poner en tela de juicio lo que hacemos», asegura Cayo, que el día del estreno en Mérida tuvo entre el público a Felipe VI. En uno de los momentos «más emocionantes» de la función participa un coro formado por 25 figurantes bilbaínos. «Es como si la calle se apoderara del escenario durante unos minutos. Pide la palabra y toma decisiones».
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