

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
IÑAKI ESTEBAN | GERARDO ELORRIAGA
Lunes, 5 de noviembre 2018
En un país como el vasco, que ha destacado en la cultura por su aportación a las artes plásticas, resumir lo que ha pasado en el último medio siglo requiere a partes iguales conocimiento y capacidad de síntesis. De ambas cosas se ha dotado el Museo de Bellas Artes de Bilbao para llevar a cabo su muestra sobre los últimos 50 años de creación vasca, que se ha presentado esta mañana. 'Después del 68. Arte y prácticas artísticas en el País Vasco 1968-2018' acoge en el edificio moderno 150 obras de un centenar de autores en un recorrido que parte de Chillida y Oteiza y llega hasta los más jóvenes, los nacidos en la década de los ochenta, como Elena Aitzkoa. Comisariada por el director del museo, Miguel Zugaza, por la conservadora Miriam Alzuri y por la jefa de la biblioteca Begoña González, la muestra está dividida por décadas.
Rescata de finales de los sesenta las imágenes antifranquistas de Agustín Ibarrola y Dionisio Blanco, y de la década siguiente las propuestas experimentales -fílmicas- de Sistiaga y Balerdi. De la línea de Oteiza surgen Ángel Bados en esa misma década y en la posterior, la de los ochenta, Txomin Badiola y Pello Irazu. No se olvida la exposición de trayectorias individuales y críticas como la de Andrés Nagel, que en vez de utilizar el hierro y la madera, materiales asociados a la identidad vasca, practicó una escultura figurativa contraria a la abstracción de los maestros, y realizada con elementos poco 'nobles' como el poliéster y la fibra de vidrio.
La pintura neoexpresionista de los ochenta y la aparición de los nuevos lenguajes, fundamentalmente el vídeo, también tienen cabida en esta exposición. Al igual que la música, pues a través de las portadas de discos y cedés se propone un recorrido desde los cantautores del movimiento Ez Dok Hamairu, influenciados por Oteiza, hasta el punk y la música electrónica. Una exposición densa, que rescata piezas poco vistas de creadores muy conocidos, y que materializa la intención de Zugaza de estar muy de cerca de los artistas más contemporáneos.
El espíritu renovador de los jóvenes artistas de la época da lugar a colectivos territoriales, sustentados por el apoyo de Oteiza. Este movimiento se enfrenta a la censura y la represión de los últimos coletazos del franquismo, aunque fracasa por los diversos intereses de sus miembros. En el aspecto estético, la escultura sigue vinculada a la abstracción geométrica anterior, mientras la pintura sigue diversos caminos, desde la influencia pop a visiones críticas del imaginario local.
La relectura crítica del legado estético de Oteiza anima el movimiento conocido como la Nueva Escultura Vasca, un intento de reivindicar la creación local e incorporar las corrientes internacionales. El neoexpresionismo, en auge en Europa, también influye la obra pictórica. La aparición de la Facultad de Bellas Artes aporta el componente formativo y profesional de las siguientes generaciones.
El taller y los cursos de Arteleku alumbraron una serie de autores que rompieron las fronteras disciplinares y geográficas, buscando inspiración en Europa y Norteamérica. La proyección de Sergio Prego, Itziar Okariz o Jon Mikel Euba se sustenta en este periodo en el que también surgieron voces ligadas a la crítica feminista o la investigación formal completamente ajenas a la tradición artística local.
La multiplicación de las iniciativas públicas y privadas contrasta con la pluralidad posmoderna, crisol en el que tienen cabida todas las interpretaciones posibles de la práctica artística. La diversidad de lenguajes permite la convivencia del pintor, el escultor y el fotógrafo de vieja hornada con autores que abordan, con recursos múltiples, los problemas subjetivos o los comunes de nuestro tiempo.
La hibridación se convierte en naturaleza de las últimas promociones del arte vasco. Los más jóvenes participan del cosmopolitismo dentro de su currículum, pero también de la falta de complejos para amalgamar la alta y baja cultura, el recurso a las redes como herramienta habitual y el cuestionamiento de la noción de autoría.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Fernando Morales y Sara I. Belled
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.