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Vicente Ameztoy no sólo fue un artista que elaboró una estética propia y surreal.También participó activamente en el cambio cultural que venía de las postrimerías de franquismo y que estalló con la muerte del dictador. Los jóvenes de San Sebastián quisieron dinamitar la ... imagen conservadora de la ciudad y entre ellos estaba el artista. El músico y productor Jaime Stinus, guitarra de La Orquesta Mondragón y durante muchos años de Loquillo, le conoció entonces. «Yo era muy joven y empezaba a grabar discos con el grupo Brakaman. Había en San Sebastián un grupo de creadores muy vanguardista en que estaban Vicente, Nagel y Llanos, entre otros, y en el cine Iván Zulueta. Les conocía porque un hermano de Iván, Borja, estaba conmigo en la banda», recuerda.
Fue un momento en el que la cultura vasca y la vanguardia estaban conectadas a través de los hermanos Artze, reinventores de la txalaparta, y de Mikel Laboa, gran amigo de Ameztoy, añade Stinus. A ese ambiente pertenecía el artista. «Le conocí a mediados de los setenta. Era una persona sensible y cariñosa. Estuve varias veces en su caserío de Billabona», propiedad de su familia y su centro de operaciones, donde acogió a los pintores Carmen Olabarri y Javier Riaño cuando la primera daba clases en Ordizia, según cuenta su hijo Galder Reguera en 'Libro de familia' (Seix Barral).
También le trató muy de cerca el cantante de La Mondragón, Javier Gurruchaga. «Fue en la época de 'Euskadi Sioux', en la que estaban Juan Carlos Eguillor y Ameztoy. Empezó a venir a la discoteca KU de Igeldo, en la que solíamos actuar. Hablamos de David Bowie y Lou Reed, de Warhol y de Hockney. Teníamos un mismo sentido del humor muy ácido y antiburgués, aunque él procediese de una familia burguesa».
La Mondragón estrenó su primer disco, 'Muñeca hinchable', en el Teatro Príncipe, mientras se celebraba el Festival de Cine de 1979. Gurruchaga convenció a Ameztoy para que se vistiera de poxpolina y se pusiera tacones para repartir flores a la entrada. Él iba con su característico traje de novia y Popocho Ayestarán con un helado gigante. Hubo amenaza de bomba y salieron pitando del concierto.
La comisaria de arte Guadalupe Echevarría recuerda la afición de Ameztoy a deambular por los barrios de San Sebastián y por pueblos industriales como Renteria. «Le atraían los bajos fondos. Salíamos todas las noches a bares como La Maruja y El Cielo a principios de los ochenta. Destacaba sobre los demás e hizo el cartel de uno de los festivales de vídeo que yo dirigía. Era muy atractivo», rememora.
Fueron tiempos muy politizados y Ameztoy apoyó a la izquierda abertzale y al movimiento ecologista. «Se llevó a la inauguración de una exposición en Alemania a un baserritarra para que hiciese metas, los montones de heno. Simpatizaba con los campesinos porque, como ellos, se consideraba un 'outsider'», cuenta su amigo Bernardo Atxaga, que leyó la oración fúnebre en su funeral junto a Mikel Laboa.
El escritor recuerda que le dijo: «Cuánto he sentido la muerte de Diana de Gales». A su juicio, tenía «una relación ambivalente con el 'kitsch' y también con la religión. Todo eso está en el cuadro sobre el Paraíso de la ermita de Remelluri (y ahora en el museo mientras dure la exposición)».
Lo bello y lo siniestro confluían en Ameztoy, que tenía también cierta inclinación hacia el lado peligroso de la vida. «Bixente quiso ser una clase de artista, de los que están al otro lado, y lo fue», concluye Atxaga.
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