![La alta joyería refulge en los museos](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201903/11/media/cortadas/joyeria2-kzNI-U70871826930n9G-624x500@El%20Correo.jpg)
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Joyas tan dispares como la espada consular cuyas piedras preciosas Napoleón encargó incrustar en 1802 al fundador de Chaumet, Marie Étienne Nitot; el fabuloso collar de cocodrilos con diamantes y esmeraldas comprado en 1975 a Cartier por la actriz mejicana María Félix o incluso la ... esmeralda colombiana de siete quilates incrustada en el anillo de compromiso realizado por Bulgari que Richard Burton regaló a la actriz Elisabeth Taylor son un ejemplo de lo anterior. También lo son muchos otros tesoros que integran un fabuloso legado patrimonial que además explica el trabajo artesanal de las grandes casas, la influencia de las corrientes estéticas en las artes decorativas y hasta la función de estas piezas como emblema del poder y la belleza o como reflejo de la personalidad y la biografía de sus primeros propietarios. Un extraordinario legado cultural y artístico que ya ha entrado en las programaciones expositivas de los mejores museos del mundo y que también las propias casas están potenciando, recuperando, exhibiendo y utilizando como enseña de su propia identidad.
Cartier ha recomprado en los últimos años más de 1.600 piezas suyas en subastas o directamente a sus propietarios, Chaumet también revaloriza en un nuevo espacio en Saint Germain sus archivos de la Place Vêndome que incluyen 80.000 dibujos de sus diseños y los libros-registro con los encargos de los últimos dos siglos, Mellerio pone en valor sus depósitos con otros 150.000 dibujos y cerca de 800 libros de encargos; y Bulgari mantiene en su colección cerca de 600 joyas, relojes y accesorios, junto con 60.000 documentos, dibujos y fotografías de la época. Aunque Louis-François Cartier fundó su casa de joyas en 1874, no fue hasta el año 1973 cuando se oficializó el comienzo de la colección con la recompra de uno de los primeros «relojes misteriosos», fechado en 1923 y realizado con la silueta de un pórtico japonés. El desarrollo de la colección Cartier ha tenido hitos tan importantes como el de la compra en 1987 del broche de pinza 'Panthère', realizado en platino y oro blanco con diamantes y zafiros, que perteneció a la duquesa de Windsor; o la adquisición en una misma subasta en 1991 del famoso collar indio de Daisy Fellowes -la heredera del fabricante de máquinas de coser Singer- y del broche y el anillo de tigres de la multimillonaria Barbara Hutton, especialmente representativos de ese bestiario tan inherente a la marca que fue introducido por su directora creativa, Jeanne Toussaint.
Otra casa centenaria, la legendaria Boucheron que fue fundada en 1858, creó su archivo en 1921, el cual sigue siendo una fuente de inspiración para sus creaciones actuales. Junto a los registros e inventarios, los dibujos y las fotografías, lo más importante de este archivo son las joyas excepcionales que testimonian los años gloriosos de Fréderic Boucheron -de 1870 a 1902- y de su hijo y continuador Louis -especialmente en los periodos del Art Nouveau y el Art Déco, un estilo muy vinculado a esta casa-.
Desde que el fundador de Chaumet, Marie-Étienne Ninot, creara para Napoleón las joyas que este ofreció en sus matrimonios a Josefina de Beauharnais y a Maria Luisa Habsburgo-Lorena, la marca francesa ha estado siempre asociada a las casas reales, a través de tiaras y collares con estilos próximos al renacimiento italiano, de estética naturalista en otros, de clara inspiración Art Déco o incluso de significación exótica y oriental. De todo ello hay abundante reflejo en sus archivos y en su colección, como es el caso de los dibujos de las cerca de 3.500 tiaras que Chaumet ha creado desde su fundación en 1780 o de las réplicas de la tiara de rubíes y diamantes que perteneció a la emperatriz Maria Luisa de Habsburgo y de la diadema de Leuchtenberg, una creación de estilo neoclásico realizada en diamantes y esmeraldas que Napoleón regaló a su hijastro, Eugenio de Beauharnais, en su boda con la princesa Amalia de Baviera en 1806. Por su parte, la casa Bulgari mantiene en su histórica sede romana de la Via dei Condotti una exposición de su legado histórico con imágenes y objetos de inolvidables divas que lucieron sus creaciones como Elisabeth Taylor, Sophia Loren, Anna Magnani, Ingrid Bergman, Anita Ekberg, Gina Lollobrigida y muchas otras.
Desde que en 1989 Cartier celebró su primera muestra en el Petit Palais de París, diversas selecciones de su colección han sido objeto de una treintena de exposiciones en centros tan importantes como el Hermitage de San Petersburgo, el Metropolitan de Nueva York, la Fundación Gulbenkian de Lisboa o el Grand Palais de París. En 2013 la colección viajó al Museo Thyssen de Madrid, donde se pudieron ver piezas tan destacadas como la Diadema Rinceaux confeccionada en 1910 con platino y diamantes que fue vendida a Isabel, reina de los belgas: o el conocido Broche Flamenco de diamantes, esmeraldas y zafiros que perteneció al duque de Windsor.
Aparte de las pequeñas muestras celebradas en su sede de la Place Vêndome, la casa Chaumet realizó en 2017 y 2018 dos importantes exposiciones en el complejo palaciego de la Ciudad Prohibida, en Pekín; y en el Museo Mitsubishi de Tokio. La primera tuvo como comisario al antiguo director del museo del Louvre, Henri Loyrette, y en ella se exhibieron joyas tan importantes como la espada consular de Napoleón -custodiada en el Palacio de Fontainebleau- y el collar de oro, plata, diamantes y zafiros confeccionado en 1904 para el Duque de Treviso. En ambas exposiciones las joyas de Chaumet compartieron espacio con piezas refinadas de origen chino y japonés, en clara alusión a la vocación de la casa por los estilos orientales y exóticos.
Ahora se ha inaugurado una muestra de Chaumet en París, esta vez dedicada a la relación de la casa con personalidades literarias como Balzac, Dumas, Edith Wharton, Prosper Mérimée, etc. La italiana Bulgari no se ha quedado atrás, ya que si por un lado en 2010 celebró su 125 aniversario con una muestra de su colección que se presentó en varias ciudades, también después organizó otra dedicada a su relación con Roma, cuya presencia en el Museo Thyssen de Madrid en noviembre de 2016 permitió contemplar, entre otras, las joyas de Elizabeth Taylor y algunas valiosas piezas Art Déco de los años 20 y 30 del siglo XX.
Todo este esplendor artístico ha hecho que los especialistas hablen ya de una nueva edad de oro de la alta joyería, cuyo resultado no solo se ha traducido en unos buenos resultados comerciales para las colecciones contemporáneas, sino también en el aumento de las cotizaciones en las subastas para las joyas históricas y en una creciente demanda para la presencia de las colecciones en el circuito del arte.
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