Más allá del postureo
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Las devoluciones de obras expoliadas por el franquismo siguen sin tener un respaldo legal y político rigurosoLo de la devolución de las obras expoliadas durante la Guerra Civil no parece ser una materia sobre la que el gobierno Sánchez vaya a actuar de una forma inmediata, metódica y con un basamento legal claro y preciso.
Véanse, si no, los pocos pasos ... dados hasta ahora sobre el tema, la inacción de los museos y hasta el ejemplo de lo que en otros países se hace mucho mejor. Tras la devolución en septiembre a la familia Sota de dos cuadros requisados por el franquismo -algo solo logrado gracias al tesón de la familia-, dos ministros declararon pomposamente que el gobierno asumía el deber moral de la restitución.
Pero se hizo solo de forma estética, es decir, sin un compromiso político o legislativo encaminado a tomar la iniciativa en la investigación y en la restitución de lo expoliado. Y el caso es que, según se estima, todavía hay más de mil obras incautadas que permanecen en una treintena de museos.
El Museo del Prado reconoció que en sus colecciones existían por lo menos 64 obras robadas por el franquismo, al mismo tiempo que iniciaba una investigación para revisar a fondo sus colecciones. El ministro Iceta aplaudió la iniciativa, pero ya puestos también podía haber anunciado que se iba a hacer lo mismo en todos los museos de titularidad estatal.
Que se sepa, lo de las devoluciones por obras expoliadas sigue sin tener en España un respaldo político y legal riguroso, por mucho que se hable de memoria histórica o que en el caso de los bienes robados a los judíos por los nazis nuestro país haya firmado convenios internacionales. A diferencia de lo que aquí ocurre con esta materia, en Francia el estado ha tomado la iniciativa para facilitar los procesos de restitución.
Incluso, ahora acaba de anunciar la presentación de dos leyes marco en el parlamento para acelerar, simplificar y modificar legalmente los obstáculos que frenan esas devoluciones. El gobierno de Pedro Sánchez debería tomar nota, ir más allá del postureo hueco y abordar política y legislativamente, de una vez por todas, una cuestión de verdadera justicia.
'En la sombra'
Ya se sabe que los superventas de la industria editorial no siempre se 'fabrican' a base de calidad literaria, perfección lingüística y excelencia en la trama. A veces, basta con el morbo por las jugosas revelaciones de un protagonista o por un tema de actualidad que suscita una enorme curiosidad, a lo que se añade el poder comercial de un lanzamiento editorial de magnitud planetaria y el 'terminado' de un producto con una cierta calidad.
Todo ello explica el éxito de 'En la sombra', el libro de memorias del Príncipe Harry, un bombazo editorial que ha vendido 1,4 millones de copias en su primer día en las librerías de Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. Que la crítica haya hecho una valoración dispar del libro, de la sinceridad y de las intenciones de su protagonista no desdice ni la buena factura lograda por un excelente 'escritor en la sombra' (J.R Moehringer), ni su poder para enganchar al lector.
Incluso, en el caso de su edición en español, la traducción es notable. Pues eso, un bombazo editorial con cifras astronómicas o también con ingresos exponenciales para su autor.
Museo Reina Sofía
Menudo papelón que el director de un museo nacional, ni más ni menos que el Reina Sofía, termine sus quince años en el puesto soltando coces políticas e ideológicas, hablando de guerras culturales, sugiriendo como el Rey Sol que él es como un astro al que todos deben la vida o comparándose incluso con Lula y Obama, sufridores como él de mentiras flagrantes. Los quince años de Manuel Borja-Villel al frente del Reina Sofía no tienen el oscuro balance que algunos proclaman, pero tampoco un arqueo exitoso, por mucho que el museo se haya abierto a Latinoamérica. Borja-Villel no se va por ninguna guerra cultural, por supuesto, sino porque su contrato no admitía 'de iure' más prorrogas y porque su presencia en otro nuevo concurso hubiera sido delirante. Pues eso, mal estilo, mal final y un papelón.
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