La Agrupación Astronómica Vizcaína cumple cuarenta años mirando al cielo
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Se enfrenta al reto de «atraer a jóvenes y mujeres a mirar por el telescopio»Unos 250 socios tenía la Agrupación Astronómica Vizcaína (AAV) cuando en 1993 les desalojaron de su sede de la alameda Mazarredo. Les echó la Diputación para ubicar en el local las oficinas del futuro Guggenheim. De la noche a la mañana, se quedaron sin dónde ... reunirse, celebrar charlas y guardar su biblioteca y sus telescopios. «No nos ofrecieron alternativas. Tuvimos que repartir todo el material por casas, trasteros...», lamenta José Félix Rojas, profesor de Física Aplicada de la Escuela de Ingeniería. Tardaron en recuperarse, pero lo hicieron. Y celebran su cuadragésimo aniversario con el reto de «atraer a jóvenes y mujeres a mirar por el telescopio».
Rojas y Agustín Sánchez Lavega -astrofísicos con estudios publicados en 'Nature', 'Science', 'Icarus' y otras revistas de prestigio- fueron el germen de la AAV. Con «diez u once años», el primero descubrió en casa de unos tíos un libro de astronomía. «Vi en él cosas increíbles: nebulosas, planetas, galaxias...». Le fascinaron y se enganchó. Al segundo, fue ver a Neil Armstrong dando saltitos por la Luna en 1969 en los televisores de un escaparate de Bilbao lo que le hizo levantar la mirada al cielo. Primero, con unos gemelos de teatro; luego, con unos prismáticos; y, finalmente, con un telescopio de 75 milímetros que puso en la terraza de casa de sus padres, con vistas a San Mamés. «Me lo compré con los ahorros de la paga dominical», recuerda Sánchez Lavega, catedrático de Física Aplicada de la Escuela de Ingeniería.
Se conocieron en 1973. Rojas tenía dieciséis años; Sánchez Lavega, dieciocho. El segundo puso un anuncio en una revista: quería contactar con aficionados a la astronomía de Bizkaia. Cuando el primero, vecino de Barakaldo, respondió a la llamada, estaba pasando las vacaciones de verano en Getxo. «A menos de un kilómetro de donde veraneaba Agustín», señala. Hicieron buenas migas y poco a poco se nucleó en torno a ellos un pequeño grupo. Se reunían en cafeterías, casas de cultura y bibliotecas municipales, y salían a observar el cielo, sobre todo, por La Arboleda.
Una noche a mediados de los años 70, Sánchez Lavega y un compañero, Gonzalo Usan, plantaron un telescopio en Unbe. «A las tres de la mañana, vino una pareja de la Guardia Civil. Nos preguntaron: '¿Qué hacen ustedes aquí con eso?'. 'Estamos observando Júpiter y sus satélites. Con esto se pueden ver', les respondimos. Uno de los guardias miró por el telescopio y vio -le dijo a su compañero- una bola blanca, Júpiter, con puntitos cerca, sus satélites», rememora Sánchez Lavega.
«Varios nos hicimos socios de la Agrupación Astronómica de Sabadell y en 1976 constituimos un grupo provincial de esa asociación», indica Rojas. Hasta que llegó un momento en el que quisieron optar a un local del Gobierno vasco. «Nos dijeron que no podían ceder uno a un grupo de amigos», apunta su compañero, director del Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV, del que forman parte los dos. La AAV nació el 8 de septiembre de 1982, con Sánchez Lavega como presidente; Rojas como vicepresidente -lo sigue siendo-; el ingeniero Agustín Sánchez López -«el gran dinamizador»- como secretario; y José María Bilbao -bibliotecario y «memoria de la asociación» hasta su muerte en 2011- como vicesecretario.
Cuando en 1983 entraron en el piso de Mazarredo, frente a donde está el Guggenheim, se encontraron con parafernalia de la Falange y de la Sección Femenina, de las que el local había sido sede. Allí vivieron un bum, en coincidencia con el paso del cometa Halley entre diciembre de 1985 y febrero de 1986. «Vino mucha gente, pero igual de rápido que vino se fue», reconoce Rojas. Durante años, organizaron en la sede una charla semanal, que casi siempre corría a cargo de un miembro de la directiva, y salidas habituales a ver el cielo, que empezaron a hacer en el parque Etxebarria en cuanto se inauguró. «A pesar de las luces de Bilbao, puedes ver bien la Luna, los planetas y algunos fenómenos. Y hay que tener en cuenta la principal ventaja, que atraes a mucha gente».
La divulgación ha sido siempre una de sus prioridades. Nunca han dejado de dar charlas en centros escolares y aprovechan eclipses y conjunciones planetarias -cuando dos mundos se ven muy cerca uno del otro en el cielo- para montar observaciones públicas. «Es muy bonito ver las caras de asombro de niños y adultos cuando miran por el telescopio la Luna o un planeta como Saturno», dice Eduardo Rodríguez, actual presidente de la entidad. Si el tiempo no acompaña, algo habitual en el Gran Bilbao, conectan con el telescopio robótico que tienen cerca del lago de Sanabria, a 1.600 metros de altura.
Las salidas de los socios de la AAV con sus equipos suelen celebrarse en fin de semana y tener como destino el Valle de Losa, en Burgos. «Se encuentra a una distancia prudencial en coche, unos 45 o 50 minutos, y el cielo está bastante limpio, aunque llega la contaminación lumínica de Bilbao, Vitoria, Miranda...», apunta Rodríguez. Desde 1997, disponen de un local cedido por la Diputación que acoge la biblioteca y los telescopios del grupo, aunque muchos socios tienen uno propio. «Los hay desde 400 euros, pero te puedes gastar miles en uno con control computerizado, preparado para sacar fotos...».
Frente a las espectaculares imágenes del Hubble y del James Webb, reivindican la labor del aficionado que durante meses vigila un planeta o una supernova, algo imposible para un gran telescopio, y registra fenómenos que, si no, se pasarían por alto. «Nuestro equipo ha publicado en revistas científicas trabajos basados en datos de astrónomos aficionados que han firmado los artículos con nosotros», destacan Sánchez Lavega y Rojas.
95 socios, solo 20 de ellos mujeres, tiene en la actualidad la AAV, pero llegó a los 250 en la segunda mitad de los años 80.
El Halley El paso del cometa, entre 1985 y 1986, atrae a decenas de curiosos hasta la asociación. Muchos la abandonan en pocos años.
La crisis La pérdida del local de Mazarredo en 1993 abre una crisis que no se cierra hasta que obtienen otro cuatro años más tarde.
1997 La Diputación les cede un local en la calle Iparragirre, frente a la Alhóndiga.
Científicos Socios de la entidad son investigadores en la UPV/EHU, la Universidad de Manchester y el Instituto de Astrofísica de Canarias.
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