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Algunas de las dos mil botellas del Museo de Aguas de España y del Mundo, de La Puebla de los Infantes. R. C.
El Museo del Agua abre con dos mil botellas, desde la preferida de Carlos III a la helada en un glaciar durante 10.000 años

El Museo del Agua abre con dos mil botellas, desde la preferida de Carlos III a la helada en un glaciar durante 10.000 años

Inaugurado en La Puebla de los Infantes (Sevilla), es fruto de la pasión de su vecino Faustino Muñoz, sumiller y coleccionista de aguas de todo el mundo

Sábado, 22 de marzo 2025, 07:11

Llueve sobre los campos de Andalucía y ese es el agua que más interesa a Faustino Muñoz, el 'padre' del primer museo dedicado exclusivamente a la fórmula química del H2O, que ha abierto sus puertas este sábado, Día Mundial del Agua, en su localidad natal, La Puebla de los Infantes, en Sevilla.

El museo, tan original que es el único que 'hace aguas' desde su inauguración, alberga la colección de Faustino, sumiller de 66 años y experto catador del líquido elemento, quien a lo largo de su vida ha ido atesorando botellas cargadas de esos dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno y que tanto le siguen fascinando.

Entre ese ingente surtido de dos mil aguas (tiene más pero falta espacio) las hay terrenales y hasta labradas en los mismos cielos, como el agua de niebla, procedente de Tenerife, que se capta de las nubes y es «suave, ligera y con mucho brillo», detalla Faustino.

Dentro del Museo de Aguas de España y del Mundo, como así se llama el centro, el visitante va a poder encontrar un fabuloso muestrario de la «rica» variedad de aguas embotelladas de nuestro país y de otros lugares de los cinco continentes.

Hay una parte de «aguas especiales», como el de lluvia (pero no una lluvia cualquiera, sino captada en una isla donde la tierra más próxima está a 11.000 kilómetros), el de glaciar (helada durante más de 10.000 años), el agua volcánica, el agua vaporizada, o el agua de manantial con gas natural, la preferida de Luis XIV, el Rey Sol, y que tiene en Ferreirola, un pequeño pueblo de la Alpujarra granadina, una de sus fuentes más demandadas por los agüistas, llamada por cierto 'La Gaseosa'. También está el agua BLK, que se extrae de un milenario manantial de Canadá y se distingue por su color negro, y el agua de mar, que no se debe ingerir pero es ideal para cocer mariscos y que se le haga la boca H20.

Además, entre las vitrinas de cristal que brotan de las paredes del museo hay envases únicos, como los que las marcas suelen sacar en ediciones especiales para coleccionistas en fechas señaladas. Hay frascos de Cabreiroá, que reproducen faros gallegos; botellas de Evian con forma de gota y de iceberg; otras esculpidas por Christian Lacroix, Jean-Paul Gaultier o Kenzo; una de Solan de Cabras con diseño de Loewe; o una edición especial de Font-Vella, en homenaje a la mujer. También hay una botella de agua Fiji, la preferida de Madonna; de Vilajuïga, la que bebía Salvador Dalí, con un diseño especial realizado por el pintor; o la escocesa Royal Deeside, con la que se refresca el gaznate nada menos que el rey Carlos III de Inglaterra, a 2.5 euros el litro.

Una de las más valiosas por su continente es una Bling H20 con incrustaciones de cristales de Swarovski y un tapón de corcho con un encapsulado especial, que cuesta unos 400 euros. Muy lejos de los 24.000 que se pagaron en una subasta en un país árabe por una botella de Evian, de la que sólo hay 99 en el mundo, seis en España y una en el museo de Faustino. También se muestra una botella de barro con más de 200 años cedida por el doctor Benito Oliver Rodés, buen amigo de Faustino, que dirigió (ahora lo hace su hijo Jordi) los laboratorios Oliver Rodés, «que analizan el 90% de todas las aguas envasadas de España».

El agua de la niñez

Arropado por sus paisanos en la inauguración del museo, Faustino ha dicho que éste es «un sueño hecho realidad», pero también el resultado de su amor y respeto por la cultura del agua. El sumiller ha recordado que cuando él empezó a interesarse por el mundo del agua, hace ya 30 años, casi nadie lo hacía, y que fue el primero en realizar una clasificación de aguas por familias, tipos y estilos, avalada por los laboratorios Oliver Rodés.

Pero su curiosidad por el agua nació mucho antes, mientras correteaba de niño por las calles de La Puebla de los Infantes, un lugar de secano y sin embargo rico en aguas y fuentes, hasta 250 se cuentan. «El agua es agua, pero no todas las aguas son iguales. No tengo una preferida, pero si tuviese que elegir una, elegiría la del Pozo de la Meina de mi pueblo, porque me traslada a mi infancia y a mi juventud», cuenta Faustino a este periódico.

El sumiller, que imparte cursos y ha publicado varios libros sobre aguas y manantiales de todo el mundo, dejó su pueblo natal para trabajar en Barcelona, donde ha dirigido hasta su reciente jubilación el icónico Colmado Quílez, de la Rambla de Catalunya, donde le ha relevado su hijo Manuel. «Barcelona me lo ha dado todo y lo más importante en mi vida, mi familia; aquí conocí a la que hoy es mi mujer y aquí han nacido mis hijos y mis nietos, pero no he renunciado a mis raíces», dice Faustino. Todavía recuerda aquellos días en que su madre Isabel le mandaba de crío a coger agua de otra fuente del pueblo cuando preparaba puchero de garbanzos. «Era un manantial rico en sales de ácido carbónico, ideal para ablandarlos», rememora.

El museo se completa con un original muestrario de botijos, porrones, vasijas y otros recipientes artesanales firmados por personajes famosos, a los que Faustino ha conocido a lo largo de los años, así como escritos sobre el agua de personajes relevantes de nuestro país. Pero las aguas más importantes, las que empapan el corazón de nuestro protagonista, son las contenidas en la botella de Agua Gastronómica Solidaria Sant Aniol de Faustino Muñoz, parte de cuyo coste va destinada a colectivos desfavorecidos.

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