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El neurocientífico Fernando García Moreno y su equipo trabajan en su laboratorio del Achucarro Basque Center for Neuroscience, situado en el campus de Leioa de ... la UPV, con ratones, pollos y geckos, un tipo de lagarto. Todos ellos tienen en común su «rapidísimo desarrollo. Los geckos ponen huevos cada 15 días, así que podemos hacer experimentos todas las semanas», explica.
Durante casi ocho años se ha centrado en una parte de sus cerebros llamada palio, la encargada de las funciones cognitivas complejas. Es la que más nos diferenciaría del resto de especies. Hasta la fecha, se suponía que se trataba de una estructura comparable entre reptiles, aves y mamíferos –lo que los científicos llaman 'especies amniotas'–; la diferencia estribaría en su complejidad, mayor en nuestro caso. Ese palio habría sido el resultado de un proceso evolutivo similar, una tesis apoyada en que las tres comparten un antepasado común. Pero no es así. «Nuestros estudios demuestran que la evolución ha encontrado múltiples soluciones para construir cerebros complejos. Esto cambia la forma en que entendemos la evolución del cerebro».
El cerebro humano es el órgano más complejo que existe. Hay quien dice incluso que es la estructura más compleja del universo. La visión más extendida hasta ahora suponía que era una especie de lego que había ido añadiendo partes al cerebro de otras especies anteriores a lo largo de la evolución. La parte más básica sería la heredada de los reptiles y controlaría las funciones más básicas como la respiración, los latidos del corazón o la digestión. A esta se le habrían ido 'acoplando' las de aves, mamíferos y primates. Como se ha apuntado antes, esto nos situaba en la cima de una pirámide de complejidad cerebral ascendente . «Esta es la visión más conservadora y antropocéntrica», subraya el experto. Lo que en realidad ocurre, sostiene, es que «cada especie muestra un camino diferente que lleva a una misma solución. Todos los caminos llevan a Roma y Roma sería esa solución. Se puede ser inteligente sin tener una neocorteza como la nuestra. Los cuervos, por ejemplo, lo son», defiende.
Esos casi ocho años de trabajo se han plasmado en dos artículos publicados ayer en la prestigiosa revista 'Science'. En el primero, Eneritz Rueda-Alaña y el propio García Moreno, con la colaboración de expertos del CICbioGUNE y BCAM, el madrileño CNIC, la Universidad de Murcia, Krembil (Canadá) y la Universidad de Estocolmo, han demostrado precisamente esto, que pese a que «aves y mamíferos han desarrollado circuitos con funciones similares, la forma en que estos circuitos se generan durante el desarrollo embrionario es radicalmente diferente».
«Dónde y cuándo nacen las neuronas es muy importante. Y las suyas nacen en lugares y momentos del desarrollo diferentes para cada especie, lo que indica que no son neuronas comparables derivadas de un ancestro común», subraya el científico del centro vasco.
El segundo estudio ahonda en este descubrimiento. Para entenderlo hay que conocer la diferencia entre dos tipos de neuronas, las excitables y las inhibitorias. «Las excitables –se agitan por impulsos eléctricos– son las que llevan el flujo de información y activan a las que tienen al lado. Son como un tren de larga distancia que va de Bilbao a Barcelona», describe García Moreno. «Las inhibitorias, cuando se activan, mandan callar a las que tienen al lado y no mandan la información lejos. Es como un circuito local», prosigue. Resulta que estas últimas se conservan en las tres especies mientras que las que cambian son las excitables. «La mayoría de las neuronas excitatorias han evolucionado de modos nuevos y diferentes en cada especie», subraya.
– ¿Qué es entonces lo que hace diferente a nuestro cerebro?
– «Nuestro cerebro tiene más tipos de neuronas. De esta mayor cantidad surge un cambio cualitativo, una propiedad emergente. El problema es que es difícil encontrar esta propiedad emergente. Y a ello se le suma la cultura. Enseñamos a nuestros hijos. En lugar de inventar cada vez la agricultura, partimos de lo que nuestros padres ya saben y a partir de ahí podemos sumar conocimiento que no se pierde entre generaciones, y avanzar».
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