Miércoles, 16 de febrero 2022, 00:35
Un equipo de biólogos ha grabado en la selva de Gabón a chimpancés aplicando insectos en las heridas de congéneres, un comportamiento hasta ahora nunca visto y que apunta a un comportamiento prosocial, en beneficio no propio, sino de otros. Los científicos no saben exactamente ... ni qué insectos son los utilizados ni si tienen propiedades sanadoras, pero el comportamiento está muy extendido en la comunidad de chimpancés del parque nacional de Loango, cuentan en la revista 'Current Biology'.
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«La automedicación –en la que los individuos usan partes de plantas o sustancias no nutritivas para combatir patógenos o parásitos– se ha observado en muchas especies de insectos, reptiles, aves y mamíferos. Nuestros dos parientes vivos más cercanos, los chimpancés y los bonobos, por ejemplo, tragan hojas de plantas con propiedades antihelmínticas (contra gusanos) y mastican hojas amargas que tienen propiedades químicas para matar parásitos intestinales», explica la bióloga cognitiva Simone Pika, de la Universidad de Osnabrück (Alemania).
En noviembre de 2019, Alessandra Mascaro, una voluntaria del Proyecto Chimpancé de Ozouga, observó y grabó en vídeo a una hembra, Suzee, inspeccionando una herida en un pie de su hijo adolescente Sia. La chimpancé cogió entonces algo del aire, se lo metió en la boca y lo depositó entre los labios en la herida abierta. «En el vídeo se puede ver que Suzee primero mira el pie de su hijo, y luego es como si pensara: '¿Qué podría hacer?'. Después levanta la vista, ve el insecto y lo atrapa para su hijo», explica la científica
«Comentando con los miembros del equipo estas observaciones y la posible función de ese comportamiento, nos dimos cuenta de que nunca habíamos visto algo así y de que tampoco se había documentado antes», recuerda Mascaro. Una semana después, otra investigadora, Lara Southern, vio a un macho adulto, Freddy, hacer lo mismo. Los científicos dedujeron que lo que los chimpancés atrapaban en el aire eran insectos voladores. Durante los quince meses siguientes, filmaron a todos los individuos con heridas y registraron 76 sucesos similares a los protagonizados por Suzee y Freddy, aunque en la mayoría de los casos los chimpancés se aplicaban insectos en sus propias heridas.
Un año después del primer episodio, Southern observó otro más sorprendente. «Un macho adulto, Littlegrey, tenía una profunda herida abierta en la espinilla y Carol, una hembra adulta que le había estado aseando, extendió de repente la mano para coger un insecto. Lo que más me llamó la atención fue que ella se lo entregó a Littlegrey, él se lo aplicó en la herida, y posteriormente Carol y otros dos chimpancés adultos también tocaron la herida y movieron el insecto sobre ella. Los tres chimpancés, sin relación entre sí, parecían realizar estos comportamientos únicamente en beneficio de un miembro de su grupo».
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Los biólogos de la Universidad de Osnabrück y del Proyecto Chimpancé de Ozouga llevan siete años investigando a una comunidad de unos 45 chimpancés, con especial atención en sus interacciones sociales, y nunca habían sido testigos de un comportamiento similar hasta el vídeo grabado por Mascaro. «Para mí, que me interesan las habilidades cognitivas de los chimpancés, fue especialmente llamativo presenciar que los individuos no solo tratan sus propias heridas, sino también las de otros individuos no emparentados. Tales ejemplos de comportamientos claramente prosociales se observan raramente en especies no humanas, pero estas observaciones pueden convencer ahora también a los escépticos», dice Pika.
El uso de insectos con fines terapéuticos está documentado en humanos desde mediados del segundo milenio antes de nuestra era. Los investigadores quieren ahora recuperar parte de los insectos para identificar la especie y comprobar si puede resultar curativa. Creen que podría tener propiedades antiinflamatorias y antisépticas. Otra explicación, dicen, sería que ese comportamiento no tenga ninguna consecuencia beneficiosa, sino que forme parte de la cultura local de los chimpancés, al igual que sucede con gran número de supuestos tratamientos médicos entre los humanos.
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«Nuestro estudio demuestra que aún queda mucho por explorar y descubrir sobre nuestros parientes vivos más cercanos, y que por tanto debemos seguir esforzándonos mucho más en protegerlos en su hábitat natural», dice el primatólogo Tobias Deschner.
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