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¿Recuerdan la película 'Tiburón'? Dirigida por Steven Spielberg en 1975, en ella un enorme tiburón blanco sembraba el terror entre los bañistas de las ... ficticias playas de Amity Island. El jefe de policía, interpretado por Roy Schneider, emprendió su caza hasta que finalmente logró acabar con el escualo al dispararle a una botella de oxígeno que el animal se había tragado. Las hembras, que son más grandes aún, pueden llegar a medir seis metros y pesar dos toneladas. Eso ya impresiona, pero es poco comparado con el tiburón más grande que jamás ha existido, el megalodón, que se calcula que podía medir entre 15 y 20 metros y pesar hasta 60 toneladas. De este gigantesco depredador no han quedado muchos restos: algunas vértebras que han permitido reconstruir parte de su columna vertebral y, sobre todo, dientes, que son los que le han dado su nombre –megalodón significa 'diente gigante'–. Medían unos 18 centímetros, más o menos como una mano nuestra.
La reconstrucción más completa de estos animales la realizaron unos investigadores de la Universidad de Zurich hace poco más de un año. Lo hicieron partiendo de los restos de la columna vertebral de uno de estos depredadores. Midieron y escanearon cada vértebra para, a continuación, sumarle la dentición de otro ejemplar hallado en Estados Unidos. Finalmente, añadieron carne alrededor del modelo tomando como base el cuerpo de un gran tiburón blanco de Sudáfrica. El resultado, los 15 o 20 metros mencionados –no todos serían tan grandes–. Otro estudio de la universidad estadounidense de DePaul, en Chicago, concluyó que estos tiburones respondían a la llamada regla de Bergmann: los ejemplares más grandes prosperaban en climas más fríos porque su tamaño les ayudaba a retener el calor de manera más eficiente. Su peso sería también colosal: unas 60 toneladas, lo que les obligaría a consumir unas 98.000 calorías al día. Esto es, tantas como las que consume un hombre adulto en 39 días –2.500 al día–.
«Estos resultados sugieren que este tiburón gigante era un superdepredador transoceánico», señala Catalina Pimiento, profesora de la Universidad de Zúrich y autora principal del estudio. Los megalodones se habrían alimentado de la grasa rica en calorías de las ballenas y podrían ingerir presas de hasta 8 metros de largo, el tamaño de una orca.
Se ha calculado que comiendo una ballena de este tamaño tendrían las reservas suficientes como para nadar miles de kilómetros sin volver a comer durante dos meses. Y también serían caníbales, es decir, comerían ejemplares de su misma especie –incluso dentro del útero de sus madres los huevos todavía sin eclosionar, algo que también hacen otras especies de tiburón–. Esto explicaría que al nacer ya midieran dos metros.
Los megatiburones gobernaron los mares entre hace 20 y unos 3,6 millones de años. Y sobre su extinción se manejan varias hipótesis. Una tiene que ver con el último estudio publicado hace unas semanas en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences', que confirma que eran animales de sangre caliente: tendrían una temperatura corporal de unos 27 grados. «Mantener un nivel de energía que permitiría la temperatura corporal elevada del megalodón requeriría un apetito voraz que podría no haber sido sostenible en una época de cambios en los ecosistemas marinos», sostienen.
Aquí entra en juego también otro factor, el de la competencia del tiburón blanco, que tenía como alimento algunas de las presas de su gigantesco pariente. Su expansión hace unos cuatro millones de años coincide con la desaparición del megalodón: menos recursos disponibles y más competencia habrían acabado así con el tiburón más grande que ha existido jamás.
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