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Manuel Tello
Domingo, 20 de noviembre 2022
Cuando vemos a un saltador con pértiga superar los 6 metros de altura, nos surge la pregunta: ¿Existe un límite?. La ciencia nos dice que sí. Una confirmación cualitativa la obtenemos de los records a lo largo de la historia. La primera competición se realizó en 1854 y la altura máxima que superaron los atletas fue de 3,05 metros. Desde esta fecha hasta 1990 los records aumentaron a un ritmo medio de 2,3 centímetros por año. Las primeras pértigas fueron de bambú. Con ellas se alcanzó en 1942 la máxima altura de 4,74 metros. Este record fue superado en 1960 con una pértiga de aluminio, con un record de 4,80 metros. A partir de este momento se empezaron a utilizar las pértigas de fibra de vidrio y de carbono. Con ellas se alcanzó en 1994 un record de 6,14 metros. Desde este record han pasado 18 años hasta el actual record de 6,21 metros en 2022. Como vemos en los últimos 18 años solo se incrementó el record en 7 centímetros. Esto nos indica, cualitativamente, que estamos llegando a un límite.
Un resultado cuantitativo lo da la ciencia. Para explicarlo debemos tener en cuenta que el salto con pértiga es un proceso que tanto desde el punto de vista físico como técnico requiere el máximo en cuatro capacidades: carrera, salto, gimnasia y pértiga.
Algo que se observa en este dibujo, publicado por R.V. Ganslen en 1979. Se ve que el salto tiene varias fases. La primera es una carrera que genera energía cinética la cual, a partir del momento en que el atleta clava la pértiga en el suelo la empieza a convertir en energía potencial hasta que supera el listón. Esta transformación de energía cinética en potencial no es un proceso simple debido a que hay que tener en cuenta varias transformaciones de energía adicionales. Por ejemplo, en el momento de clavar la pértiga se pierde algo de la energía cinética por disipación asociada a un estiramiento inelástico del cuerpo del atleta. Pero en ese momento el atleta también da un salto hacia arriba generando un par de fuerzas con la base de la pértiga que ayuda a la transición del movimiento horizontal de la carrera al movimiento vertical.
Debido al impulso la pértiga se comba y se produce un almacenamiento de energía en forma de deformación elástica, De ella, una pequeña parte es disipada y el resto es transformada en energía potencial gravitatoria. Además el atleta debe mantener una pequeña cantidad de energía cinética para pasar al otro lado del listón. En equivalencia a velocidad horizontal, esta velocidad está entre 1 y 2,5 metros por segundo. Esto reduce la altura entre 5 y 30 centímetros. Y aún quedan otros pequeños efectos.
Olvidándonos de la complejidad anterior, un cálculo sencillo que supone que toda la energía cinética se transforma en potencial, abordable por un alumno de bachillerato, nos da un número próximo al record actual. Esto nos permite decir que incrementando la velocidad del atleta e incorporando más tecnología a las pértigas, no se puede pasar de los 7 metros de altura.
Esto se debe a que la flexibilidad de la pértiga tiene un límite, ya que debe devolver la energía dentro de un determinado intervalo de tiempo, cuando el atleta está llegando a la vertical. En cualquier caso, las pértigas son específicas para cada saltador. Por último decir que las atletas, por un problema de velocidad, peso, altura, etc., no pueden alcanzar la altura de los atletas.
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