Fundación BBVA

La matemática vizcaína que ha estudiado el cubo de Rubik en Cambridge

Jone López de Gamiz Zearra, que acaba de recibir el Premio Vicent Caselles 2024, estudia la teoría de grupos, una de cuyas aplicaciones es la ciberseguridad

Lunes, 29 de julio 2024, 18:24

El principal problema de entrevistar a matemáticos es que muy a menudo -casi siempre- es imposible explicar lo que hacen de forma sencilla. Lo reconocen ellos mismos: simplemente no hay manera de hacerlo. Por eso hay que recurrir a imágenes que acerquen su trabajo a ... ustedes, los lectores. Algo así pasa con el área de investigación de Jone López de Gamiz Zearra. Esta matemática nacida en Gernika hace 28 años acaba de recibir unos de los seis Premios Vicent Caselles 2024 promovidos por la Fundación BBVA y la Real Sociedad Matemática Española (RSMA) que «reconocen la creatividad, la originalidad y la excelencia en matemáticas en los primeros años de trayectoria investigadora». Su negociado es la teoría de grupos y los llamados espacios vectoriales, más en concreto, los «grupos de Artin de ángulo recto». Para que se hagan una idea, aunque sea remota, de lo que significa esto, podría decirse que estudia los movimientos que se hacen con el cubo de Rubik. «Más o menos. Son un ejemplo de un tipo de grupo», confirma.

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Una de las grandes aplicaciones de la teoría de grupos es la ciberseguridad. Solo en el último año el Banco Santander, la Guardia Civil, Iberdrola y Decathlon, la DGT y el Hospital Clínic de Barcelona han sido víctimas de ciberataques. ¿Cómo se llega del cubo de Rubik a que los 'hackers' no puedan campar a sus anchas por la red? «Se trata de hacer esos grupos lo más complejos posibles para que los que quieren robarnos tengan muy difícil hacerlo. Pero la seguridad total en Internet no es posible. Los ordenadores son muy listos gracias al ser humano. Puedes tener algoritmos que te resuelvan los problemas aunque el ordenador tarde cinco días. Es cuestión de potencia de la máquina», explica.

Pese a ello, la aplicación de su trabajo no es su objetivo. «Cuando hago un teorema, no pienso en la aplicación que tiene para la sociedad. Pero igual se utilizan para algo en 2050. Nunca he hecho matemáticas con la intención de que se apliquen. Las matemáticas que están detrás de la criptografía se hicieron hace 200 años y no estaban pensando que en 2024 se usarían para esto». Su idea es otra. Para ella, los números son «arte, belleza. Me enamoré la primera vez que vi una demostración matemática. Fue el segundo día en la carrera», concreta.

La dura experiencia de Cambridge

Antes de llegar a este punto, Jone había elegido Matemáticas por una razón mucho más terrenal: la rivalidad con su hermana, seis años mayor, que se había decantado por esta carrera. «Entré para no ser inferior a ella. En el instituto se me daban bien, pero no es que me volvieran loca», recuerda. Entonces llegó el momento eureka mencionado con la profesora de cálculo y todo cambió. Se graduó en la Universidad del País Vasco para acometer después un máster en Cambridge y el doctorado entre la UPV/EHU y Warwick (Reino Unido).

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El recuerdo de Cambridge es agridulce. «La experiencia me gustó muchísimo. Es una experiencia muy bonita, estás en una de las mejores universidades de Europa, las togas… Es como una película de Harry Potter. Pero la exigencia y la competitividad son enormes. Durante un año estuve durmiendo solo cuatro o cinco horas. Esto es viable con 22 años durante un tiempo, pero no habría podido aguantar así toda mi vida académica. Había gente que a los doce años ya sabía lo que se estudiaba en el máster. Era tremendo lo buenos que eran», reconoce. Porque es una disciplina muy absorbente y requiere de «paciencia y persistencia y de ser psicológicamente muy fuerte. En el doctorado estuve año y medio intentando demostrar un teorema. Era despertarte ponerte delante del papel e irte doce horas más tarde a dormir estancado en el mismo sitio».

Jone, que reconoce que nunca ha utilizado ChatGPT, trabaja ahora como investigadora postdoctoral en la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos. Le gustaría dedicarse a la docencia. «Antes solo quería hacer investigación, pero me he dado cuenta de que me gusta muchísimo dar clases. Creo que hay que darle un valor que no se le da», dice.

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-¿Cuál fue esa demostración que la enamoró?

- La de que la raíz de dos es un número irracional. Me pareció asombrosa.

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