![Antonio Arias, el astromúsico](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202111/02/media/cortadas/arias-parque-ciencias-kWAF-U1501022886853WLH-1248x770@RC.jpg)
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Que a Antonio Arias le interesaba la ciencia y, muy en particular, la astronomía ya quedaba clarísimo en algunas canciones de su banda, Lagartija Nick. Ahí están, salpicando su discografía, títulos inequívocos como 'Eclipse', 'Satélite', 'Estratosfera', 'Noosfera', 'Mecamística', 'Púlsar', 'Newton', 'Ondas de fluencia', 'Mar de ... la Tranquilidad', 'Himno a la materia', 'Cosmos', 'Supercuerda', 'Analema'... Pero, en su carrera paralela en solitario, esa faceta del músico granadino se ha adueñado de los mandos y se ha vuelto monotemática y casi obsesiva: acaba de lanzar la cuarta entrega de su proyecto 'Multiverso', un álbum llamado 'Hola Tierra/Hello Earth' en el que pone música a los poemas de Alfred Worden, el astronauta de la misión Apolo 15 que se quedó en la nave y orbitó 74 veces la Luna mientras «esperaba a los colegas» que habían descendido al satélite.
Los orígenes de esta pasión absorbente por el espacio enraízan en la infancia, cuando se produjo un afortunado cruce entre realidad y fantasía: por un lado, estaban los cielos limpios del barrio de protección oficial en el que residía la familia Arias, con su primoroso muestrario nocturno de estrellas; por otro, la ciencia ficción de series inspiradoras como 'Espacio 1999' y la música que las acompañaba. Ya de adulto, figuras como el astrofísico José Antonio Caballero (que fue quien bautizó la nueva orientación de Arias como «astromúsica») o el físico y escritor David Jou le brindaron el empujón definitivo para implicarse más de lleno en esa combinación de arte y ciencia que da sustancia a sus canciones en solitario, con la poesía como reacción ante el abismo del cosmos y la belleza de las ecuaciones.
–Las canciones de Lagartija Nick siempre han dejado ver su interés por la ciencia y la astronomía, pero su carrera en solitario se ha vuelto más o menos monotemática. ¿Por qué sucede esto?
–Hay proyectos que son nuevos caminos. A mí me motiva mucho la poesía astronómica, pero soy un poco tímido a la hora de involucrar a gente del equipo y al público en esos nuevos caminos. Prefiero hacerlo solo. La gente del rock te dice que eres muy raro, que perjudicas sus carreras, así que prefiero perjudicar solo la mía aventurándome en sitios que no conozco, en formas de arte que no controlo y en la búsqueda de facetas nuevas de mí mismo. La poesía astrofísica me llevó a un mundo maravilloso. Cuando establecí contacto con David Jou, fue una iluminación: ¡incluso le canté algunos mails que me enviaba!
–¿Cuándo empezó ese interés por la ciencia?
–En la infancia, todos hemos conocido un cielo limpio, distinto al de ahora, que quizá queremos compartir. Pero así, en vena, más allá de la ciencia ficción, me metí en ello cuando estableció contacto conmigo José Antonio Caballero, astrofísico, que me pasaba apuntes que yo no comprendía, pero me insistía 'léetelos, léetelos'. Es ir siempre un poco a ciegas, sumergirte en algo que no comprendes pero que te interesa mucho. Alguien me dijo una vez que, si no entiendo bien las ecuaciones de Maxwell, difícilmente conseguiré que alguien las entienda como expresión artística, pero en realidad vemos la belleza en la expresión...
–Y sentimos el vértigo, ¿no?
–Como el poema de David Jou: cuando la mente conoce este vértigo, ya no lo puede olvidar... Siempre te sigue colocando, siempre te da un 'input' en el cerebro y excita las neuronas de una manera que te sumerge. Lo dije hace poco en una entrevista: es como la llamada del abismo, que siempre miramos como la gravedad terrestre, pero también hay otra gravedad espiritual, astral, universal, que nos llama. El mismo concepto de Dios casi se nos queda corto.
–Usted ya había puesto música a los versos de muchos científicos-poetas, o poetas-científicos, pero en este nuevo disco los textos son de un astronauta, de alguien que realmente ha estado allí. ¿Qué diferencias encuentra?
–Esa es la clave: ¿qué piensa un hombre que ha estado allí, que se ha acercado al vacío, que ha notado esas dos llamadas de las que habla en su poemario? La llamada de la Tierra, del hogar, y la llamada del hogar que en el fondo está buscando en el espacio... Es un momento de epifanía, de soledad ante el universo dentro de esa lata mecánica, y es también un momento crítico en su vida, porque ya siempre será 'el astronauta', en cierto modo estas personas se están sacrificando. Cuando conseguí por fin el poemario de Al Worden, vi que era una manera de tirar de los conceptos más astrofísicos y etéreos con la figura de un astronauta que es un personaje muy vistoso y nos habla de muchas cosas: él quiere compartir su experiencia de una manera artística, tiene una vocación de hacerse entender mediante las artes, algo que comparten muchos astronautas. Y es una maravilla cómo lo dice Worden, con ese lenguaje tan setentero.
–Usted lo mismo presenta el disco en el observatorio de Calar Alto que toca en el CSIC... ¿Qué tal le acogen los científicos?
–Siempre bien. Soy uno más pero friqui, aunque ellos también tienen mucha gente con pintas extrañas. Empezamos con el primer evento en 2009, con el Año Internacional de la Astronomía, y curiosamente mi telonero fue Robert Wilson, el nobel: nunca había conocido a un nobel y me pareció una persona genial, fantástica. En Calar Alto se nos pusieron las cosas muy fáciles desde el principio, porque grabamos allí algunas canciones del primer disco, y me han dejado subir cuando he querido, incluso mover el telescopio, buscar exoplanetas... Ya me conocen, aunque lo cierto es que tampoco hubo mucha extrañeza al principio. A partir de la relación con estas instituciones (el Instituto de Astrofísica, el CSIC) vas visitando otros observatorios y se desarrolla una simbiosis muy interesante.
–Y, en esos vistazos al cosmos, ¿qué es lo que más le sobrecoge?
–Una cosa que me choca mucho son los nidos de estrellas. La paradoja de Olbers: ¿por qué el cielo no se ve absolutamente iluminado, si está lleno de estrellas? ¿Por qué no hay una uniformidad? Los cúmulos de estrellas, los clústers y todo eso me parece apasionante.
–Usted suele mencionar la idea de que los astronautas regresan transformados. ¿Cómo cree que le cambiaría a usted un viaje espacial?
–Hombre... Tendría que cambiar antes de ir: tendrían que inventar a otro Antonio para que subiese a la nave. Pero supongamos que surge ese personaje valiente que, pese a la claustrofobia tremenda, es capaz de salir al espacio. Para empezar, a mí no me gustaría ir y volver: al igual que en la vida, si empiezo ese viaje, me gustaría encontrar algo al final, aunque me dolería no poder compartirlo. Los problemas siempre están aquí en la Tierra. Es como cuando sales de gira: buf, volver a Granada, allí están todos mis problemas. O a lo mejor tendría que empezar a inventarme problemas nuevos, ja, ja...
–¿Y qué se pondría en el radiocasete de la nave, cuál es su música cósmica favorita?
–Huy, hay mucha. Yo creo que uno de los que más han luchado y mejor lo han conseguido es Vangelis, con discos como 'Albedo 0.39'. Pero en el propio recopilatorio de 'Cosmos' de Carl Sagan tiene una potencia tremenda la música clásica. Ya que estamos uniendo lo artístico y lo científico, vamos a ponernos una sinfonía de William Herschel, un compositor contemporáneo de Mozart que, además, descubrió Urano.
–Hablando de sinfonías, acaban de completar la décima de Beethoven con inteligencia artificial. Las máquinas ya están componiendo música. ¿A usted esto le motiva o le asusta?
–Ay, yo a las máquinas las sigo mirando por encima del hombro, no tienen ni idea. No sirve de nada aprenderte todas las reglas, porque la emoción no está ahí. En el arte, la emoción viaja de otra forma: las máquinas son buenos intérpretes, buenos ejecutores, pero como compositores las sigo mirando con desprecio, no se merecen más.
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Aunque ya habían dado muchas pistas en discos anteriores, la vertiente 'científica' de Antonio Arias con Lagartija Nick se desbordó a finales del siglo pasado, con dos discos que también son los más duros de su carrera en cuanto a sonido. Se trata de los álbumes que salieron justo después de 'Omega', su aclamada y radical colaboración con el cantaor Enrique Morente, y se aproximan al rock industrial e incluso al metal. 'Val del Omar', de 1997, se centra en la figura visionaria del inventor y cineasta granadino José Val del Omar, mientras que 'Lagartija Nick', de 1999, mira decididamente al espacio, hasta el punto de que el astronauta Pedro Duque aparece en los créditos de una canción. Uno de los temas más destacados es este 'Mar de la Tranquilidad'.
La fascinación creciente por la poesía científica inspiró a Arias el proyecto de crear una 'banda sonora' para el Año Internacional de la Astronomía, que se celebraba en 2009. En el empeño, puso música a textos de David Jou, Natalia Carbajosa, José Emilio Pacheco, Carlos Francisco Changmarín, Ángel Mendoza y Carlos Marzal y después, según ha relatado, les envió las canciones ya masterizadas con una nota de súplica: «Perdóname». Pero la acogida fue buena por parte de todos. 'Laika', el tema dedicado a la perrita que los soviéticos lanzaron al espacio y a una muerte segura en 1957, cuenta con la colaboración de J (vocalista de Los Planetas) y toma su letra de un hermoso poema del escritor, artista y folclorista panameño Carlos Francisco Changmarín: «Jamás subió tan alto / la vieja de la muerte, / a recortar tu aullido / con su guadaña cósmica».
Arias no tardó en darse cuenta de que un disco no bastaba para canalizar el caudal creativo que había encontrado en la poesía científica. La segunda entrega de 'Multiverso', de 2013, lleva como subtítulo 'De la soleá de la ciencia a la física de la inmortalidad' y se centra en los poemas hermosos y profundos del catalán David Jou, con acompañamiento musical que abarca desde la potencia lagartijera hasta los ambientes casi contemplativos de temas como 'Desertización' o como este 'Proyecto Marte'. «Pisar un planeta es despertar a un gigante / que ya habita en nosotros desde no sabemos cuándo».
El descubrimiento del poemario de Alfred Worden ha empujado a Arias a dar un nuevo paso en este proceso de «especialización» (él pronuncia la palabra con tono irónico) que ya parecía cerrado con 'Multiverso III', un EP publicado en 2015. El astronauta estadounidense llegó a escuchar las canciones antes de su fallecimiento en 2020 y sus herederos no han puesto ninguna objeción a la edición de 'Multiverso IV: Hola Tierra/Hello Earth', publicado gracias a la colaboración de IAA-CSIC y el Instituto Cervantes en una lujosa edición de libro-disco doble, con los versos en castellano en uno de los discos y en inglés en el otro. El tema que le da título cuenta con la colaboración de Anni B Sweet: en este vídeo, los dos cantantes lo interpretan en una versión desnuda en el Instituto Cervantes.
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