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Boquerini .
Jueves, 8 de junio 2017, 19:47
A principios de los 60 el cine americano iniciaba una profunda renovación. Nuevos jóvenes se incorporaban a la industria, muchos procedentes de la televisión, y todos con ideas renovadoras. La cultura beatnick comenzaba a hacer furor y el western, considerado el género cinematográfico por excelencia, ... parecía iniciar un lento declive. En es este contexto cuando irrumpe con fuerte una nueva vertiente del género, el western crepuscular.
Se entiende por western crepuscular aquellas películas del Oeste en las que los héroes después de cabalgar durante años por las praderas, comienzan a mostrar fisuras y ya están cansados de tanto luchar. A la vez la civilización, con sus reglas, leyes y nueva forma de vida, se adentra en las lejanas tierras del Oeste. El género tuvo un padre indiscutible, Sam Peckinpah, pero tuvo algunos precedentes evidentes: el maestro John Ford, como en tantas cosas, también fue el primero que abrió el camino al género con 'El hombre que mató a Liberty Valance' (1962), que reivindica un oeste ya en extinción. A los valores tradicionales de los primeros westerns de Ford, como la integridad, la valentía y la caballerosidad, se fueron incorporando a partir de 'Centauros del desierto' otros mucho más profundos como el desarraigo y la duda, a los que en esta película se añade además la tristeza, subyaciendo un marcado discurso político donde la ley del más fuerte va dejando paso a las formalidades de la democracia.
También de 1962 es 'Los valientes andan solos', considerado como el canto del cisne de los vaqueros. Dirigida por David Miller es, sobre todo, una película de su guionista, Dalton Trumbo. Su protagonista, Kirk Douglas, que interpreta a un vaquero que busca sobrevivir con su caballo en un Oeste que ya no existe, ha dicho siempre que esta es su mejor película. En ella se contrapone la cultura del caballo, a cuyos lomos se conquistó el Oeste, con los nuevos tiempos del automóvil, que marcó y cambió la cultura y las relaciones humanas.
El gran artífice del western crepuscular fue el director Sam Peckinpah (Fresno, California, 21 de febrero de 1925 - Inglewood, California, 28 de diciembre de 1984). Sus señas de identidad cinematográficas pasan por una tensa violencia que subyace a lo largo de sus películas, estallando de forma sangrienta en sus últimos minutos, una violencia que Peckinpah filma a cámara lenta y, generalmente, con niños como testigos.
Tras su debut con una 'tv movie' que en Europa se vio en cines y de la que Peckinpah siempre renegó, el director debutó en el largometraje con 'Duelo en la alta sierra', (1962), que ya sentaba las bases del western crepuscular. La historia de dos viejos amigos que se asocian para escoltar un cargamento de oro desde las minas de Alta Sierra hasta un banco. Uno de ellos (Joel McCrea) es un hombre honrado que sólo se propone hacer bien su trabajo; el otro (Randolph Scott), en cambio, carece de escrúpulos y proyecta robar el oro.
Pero la gran película del director y su mejor western crepuscular llegaría en 1969 en pleno apogeo del género: 'Grupo salvaje', toda una desmitificación del western, con amistad traicionada, personajes desarraigados y violentos y pistoleros otoñales, a través de la historia de una banda de forajidos en la que será su última misión en un lejano oeste cambiante por el ritmo de los tiempos. En esta dramática lucha entre el nuevo Oeste que surgía con los albores del siglo XX y el viejo oeste que se esfumaba para siempre, Peckinpah acentúa el tono desesperadamente romántico de la historia, buscando el contraste con el estallido final de violencia.
En 1970 llega otro de los westerns crepusculares de Peckinpah, 'La balada de Cable Hogue', un bello, romántico y fatalista filme, con toques de humor impuestos por los productores, con Jason Robards y Stells Stevens al frente del reparto, que constituye una de las grandes películas de Sam Peckinpah. Narra la odisea de un perdedor, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, que terminará sucumbiendo ante el progreso, aquí representado por el primer automóvil que llega al Oeste. Es una película que está llena de humor, nostalgia y poesía, destacando el excelente trabajo de Robards, que compone un hermoso personaje, al principio favorecido por la suerte cuando todo lo tenía perdido, pero con un fatalismo constante que termina por atraparle. Y tres años después, en 1973, el director rueda su último western, 'Pat Garrett y Billy The Kid', con Bob Dylan y Kris Kristofferson una mirada triste y distante a los de los mitos del Oeste, el bandido Billy el Niño y el sheriff por Garrett, el hombre que acabó con él. Dylan es el testigo mudo de la historia, el cronista que certifica en fin de una época.
Los años 60 y 70, con el cine del Oeste en decadencia, las pantallas se llenan de westerns crepusculares, con títulos que han hecho historia: 'Los profesionales' (1966), dirigida por Richard Brooks, con Burt Lancaster, Lee Marvin, Robert Ryan, Jack Palance y Claudia Cardinale en el reparto. Ambientada durante la Revolución Mexicana, en la que, entre el pillaje y el bandolerismo de la época, cuatro soldados de fortuna son contratados para rescatar a una hermosa mujer. Brooks, un experto en adaptaciones literarias, se basa en una novela de Frank O'Rourke para crear una aventura tensa, vigorosa y apasionante, llena de ironía, de humor y de emoción. En 'Pequeño Gran Hombre' (1970), Arthur Penn, muestra toda una historia del lejano oeste a través de un hombre (Dustin Hoffman), ahora en una residencia de ancianos, que cuenta a un periodista como lucho tanto como indio o como hombre blanco.
'La hora de las pistolas' (1967), de John Sturges, es un western que narra la famosa leyenda de Wyatt Earp y el duelo de OK Corral, pero de una manera más violenta y a la vez melancólica que otros filmes que han tratado el tema. 'Dos hombres y un destino' (1969), de George Roy Hill, con Paul Newman, Robert Redford y Katharine Ross, las andanzas de dos legendarios pistoleros de principios del siglo XX, un canto a la amistad y a la aventura en común a la par que una despedida nostálgica de los grandes tiempos del lejano Oeste. También Robert Redford está en 'El valle del fugitivo' (1969), de Abraham Polonsky, en el que, en una América todavía llena de pioneros, un sheriff persigue a un indio que huye de la justicia. Un western de argumento sencillo que destacó por reflejar el punto de vista de los indios. Y Paul Newman está en 'El juez de la horca' (1972), un canto al famoso juez Roy Bean, donde la justicia al Oeste del Rio Pecos era él, Sin olvidar 'Forajidos de leyenda' (1980), dirigida por Walter Hill, donde los héroes que cabalgaron junto al general Lee se han convertido ahora en unos forajidos. Entre ellos los hermanos James
Clint Eastwood tiene en su haber el último gran western crepuscular, 'Sin perdón' (1992) en la que un pistolero retirado, viudo y padre de familia, que tiene dificultades económicas para sacar adelante a su hijos, no tiene más salida que hacer un último trabajo. En compañía de un viejo colega y de un joven inexperto tendrá que matar a dos hombres que cortaron la cara a una prostituta. También con Eastwood solo como protagonista, destacan 'La leyenda de la ciudad sin nombre' (1969) de Joshua Logan o 'Dos mulas y una mujer' (1970) de Don Siegel.
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