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Guillermo Balbona
Jueves, 24 de noviembre 2016, 15:30
Permanece sellada en sus imágenes una cuota generacional, una ceremonia gestual estética y una querencia por la ópera rock que cinematográficamente nunca llegó a ser. Explosión de rebeldía y vehemencia juvenil, 'Quadrophenia' es un ejercicio de musculatura musical, rizo de modas y adscripciones pandilleras, pero también un fugaz mapa emocional, una geografía de autoafirmación en un modo de vida. Película olvidada, pero también con fundamentados factores de cinta de culto, más allá de las querencias por el grupo The Who que vertebra su liturgia existencial y musical, mantiene las constantes vitales de todo documento/espejo de una generación.
Inspirada en el álbum homónimo que los británicos editaron en 1973 y producida por el grupo liderado por Pete Townshend, su retrato discurre entre el Londres y el Brighton de mediados de los sesenta. Sin pretender un mero retrato de tribus urbanas, su mirada sí contiene ese empeño en captar la atmósfera de energía y vibración generacional, el estilo y la pose nihilista post adolescente de unos jóvenes enfrentados con la realidad clasista y el ideario de un sistema que consideraban repugnante.
El filme de Franc Roddam subraya ese microcosmos 'mod' de vespas, lambrettas, anfetaminas, northern soul y enfrentamientos urbanos y playeros con los 'rockers' en batallas campales donde expresaban su odio también contra sus mayores, los símbolos oficiales, la policía y lo institucional o, simplemente todo aquello que representara las tradiciones heredadas. Es una película que alterna los espacios cerrados de habitaciones y pubs con las salidas urbanas, las calles conquistadas, los lugares reverenciados o acotados por gustos y ambientes. 'Quadrophenia' destila esa suma de iconos de música y ropa, de autoafirmación en unas señas de identidad entre el escándalo y la provocación, el grito y la resistencia.
En su momento resaltó por su ferocidad y desgarro, sus arrebatos violentos, su abierta y evidente exhibición verbal y sexual, su latido salvaje. Es evidente que ha perdido mucho de ese impulso primario y desprende cuatro décadas después cierta ingenuidad. Pero conserva un halo de fascinación y siguen siendo válidos algunos de sus postulados al retratar lo sórdido del paisaje social, el espíritu de rebeldía y la búsqueda de un modo de vida. Del arrabal y los suburbios londinenses a los acantilados de Brighton en un trayecto de identidad. En el camino se van sucediendo las colisiones y microrrelatos, los contrastes, las apasionadas pugnas, Lambrettas contra Harley Davidson, las corbatas finas y zamarras verde olivo contra las chaquetas de cuero y jeans envejecidos. 'Quadrophenia' ilustra con soltura ese pequeño universo de tugurios y violencia verbal y física, de rechazo y convivencia al límite, de explosión juvenil y agobio.
Ópera prima de Roddam, un cineasta cuya trayectoria posterior apenas ha dejado casi huella salpicada entre escasas producciones en su mayoría para televisión, su cinta participa también de la atmósfera de ese subgénero generacional en el que se incluyen, por ejemplo, 'Rebelde sin causa' de Nicholas Ray o 'West side story' de Robert Wise.
La intensidad sigue intacta en la textura de un filme que está asentado en la fe musical de sus creadores y en esa conjugación de inquietudes sentimentales, laborales y existenciales. No hay mañana. Sólo un presente de pastillas, de objetos y sonidos compartidos que configuran un lugar en el mundo. Descaro y alboroto que aún asoma en una obra sin ambigüedades ni tiempos muertos. De la algarabía a la inconsistencia vital, del túnel de lo cotidiano a la furia de la protesta. El espíritu 'mod' en toda su desnudez y extensión.
Hay que tener en cuenta que cuando llegó a la cartelera 'Quadrophenia' lo hizo en paralelo a 'Los chicos estén bien', un documental confeccionado con viejos programas de televisión ingleses, norteamericanos y alemanes y retransmisiones de actuaciones en vídeo; antiguas películas en dieciséis milímetros sobre viajes de trabajo por diferentes países, y algunas rodadas especialmente para la ocasión, que intentaba ser una biografía cronológica de The Who desde su creación en 1964. Sin embargo el filme de Roddam acentúa ese lado esquizoide que ya está presente en la propia definición del título, profundiza en el tono nostálgico y se adscribe a ese perfil que el 'free cinema' inglés explotó casi dos décadas antes, desde 'La soledad el corredor de fondo' de Tony Richardson a 'If' de Lindsay Anderson.
Cuando 'Quadrophenia' es crónica todo discurre en un contexto descriptivo y nada pretencioso. Cuando trata de arrogarse el papel de manifiesto visual el filme pierde energía y a ojos de hoy se vuelve algo burdo. El debut cinematográfico de Sting, el valor musical de la banda sonora, la elección de algunos escenarios, los factores icónicos generacionales mantienen su vigencia y aportan el reflejo y la capacidad de retrato del 'mod', esa exaltación del mito adolescente del individualismo, esa fuga de lo gregario.
En su miscelánea, atrevida para la época, de sexo, violencia y abuso de las drogas, se generó una sensación de historia abocada al culto y de referente que fue creciendo de boca a oído. Con la interpretación del joven Phil Daniels al frente, y siempre como visualización nostálgica de diferentes revival mod se revela siempre su vivo vínculo con The Who, su guiño para las trayectorias de Secret Affair o The Chords y The Lambrettas, e incluso como plataforma para The Jam. En definitiva, el relat de una cultura entre el factor humano, la búsqueda o pérdida de identidad y el realismo sucio. Todo envuelto y vertebrado por la fascinación de la música y las letras de Pete Townshend, su sonoridad potente y sus melodías, a través de la voz de Roger Daltrey, las guitarras y la voz del propio Townshend, el bajo de John Entwistle y la batería de Keith Moon. Entre la radiografía sociológica, el retrato de época y el espíritu mod, todo ello como un fresco irregular pero contundente de los sesenta y de la convulsa adolescencia. "Yo no quiero ser igual que cualquier otro; por eso soy un mod. ¿Te enteras?", dijo Jimmy.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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