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Guillermo Balbona
Jueves, 22 de septiembre 2016, 18:22
En las bravas aguas del río Cahulawassee palpita un inquietante corazón de las tinieblas, entre la pesadilla y el desgarro. El cauce del bien y del mal, los meandros de la civilización y lo salvaje, lo urbano y lo rural, la aventura exterior y el desembarco en un océano interior de marejadas y resacas interminables. En 'Deliverance' (Defensa) no hay tregua. Las miradas son inquietantes, en las azarosas anécdotas habita un miedo primario y toda esta travesía de cuatro amigos que viven en la ciudad y deciden pasar un fin de semana en los Montes Apalache está atravesado por una mirada primigenia donde confluyen naturaleza, primitivismo y vértigo vital. Cuando los cuatro aventureros, de perfil definido, sin caricatura ni estereotipos, afrontan el descenso en canoa por un río que atraviesa un bosque, que pronto será inundado para la construcción de una presa, comienza un poderoso retrato de la condición humana, entre la metáfora y la parábola.
Vigor y solidez narrativas, cuidado retrato psicológico, sapiencia en la utilización de la violencia evidente y epidérmica pero también la soterrada. Todo envuelto y mediatizado por ese clima y clímax excitante, sutil y subliminal, que recorre el suceso mayor y los pequeños que van revelando la mutación progresiva de estas cuatro criaturas en su soberbia y en la creencia de su superioridad moral, transformada en indefensión y mero ejercicio de supervivencia. El detalle narrativo y el ritmo se combinan a la perfección para dotar al filme de una incómoda navegación que discurre entre la belleza salvaje y la entraña y extraña naturalidad de hombres y parajes en comunión y colisión.
John Boorman se adentra en el lado oscuro con una miscelánea y equilibrios casi perfectos entre el protagonismo que adopta el entorno y la naturaleza y las conductas humanas como viales y sendas secundarias de lo oscuro. El cineasta de 'A quemarropa' pareció inspirarse de algún modo en las aventuras selváticas de Roy Boulting, con Richard Widmark y Jane Greer, en la cinta de los 50 'Huida hacia el sol'. Del mismo modo el recientemente fallecido Curtis Hanson tomó prestado de 'Defensa' algunas connotaciones visuales para la metáfora más superficial de 'Río salvaje' con Meryl Streep. En todo caso esa mirada lineal y aparente de 'Deliverance', la de una excursión mutada en pesadilla, ha influido de forma contundente en muchas historias posteriores de ese cine de aventuras con pretensiones, no siempre logrado.
Aunque Boorman se ha mostrado irregular y con altibajos, sobre todo en su última etapa, siempre ha sido un cineasta interesante en planteamientos y en los objetos deseados por su cámara. Sobre una novela de James Dickey en este filme, quizás el más integral y sugerente, se sucede un manejo inteligente de las situaciones límite, una forma elegante de cubrir las trampas y un sentido del ritmo que elude cualquier artificio o debilidad de guión.
Hombre y naturaleza, contención y salvajismo, tensión, aventura e inmersión en lo incómodo, terrible e insondable que habita en las entrañas de la condición humana. El viaje interior y telúrico de los ejecutivos urbanitas transformados en un trayecto hacia el corazón del miedo, entre instintos y animalidad, entre lo vulnerable y lo aberrante. En 'Deliverance' hay un descenso en canoa, otro en las profundidades del bosque y uno más en el infierno de los otros.
Del filme de Boorman se recuerda, no sin razón, el impacto de la violación, una mezcla de crudeza, humillación, visceralidad y brutalidad humanas. Y en el otro extremo asoma ese 'Dueling Banjos' como símbolo del no diálogo y del no lugar entre nativos y visitantes, entre la identidad de los lugareños y los intrusos. Pieza musical de Arthur 'Guitar Boogie' Smith, grabada en 1955, pasa a memorizarse en el imaginario sonido de lo popular como inquietante icono de los peligros que acosan al ciudadano en su inmersión en una tierra en la que se adentra con suficiencia y falta de respeto.
Burt Reynolds y Jon Voight, en dos de sus mejores encarnaciones, y Ned Beatty y Ronny Cox, empujaron en favor de esas tres nominaciones a los Oscar, junto a la fotografía de Vilmos Zsigmond, que convierte las localizaciones y, por ende, al paisaje en un personaje más.
La singularidad de este Boorman radica en que 'Deliverance' posee una intensidad fundamentada en la extrañeza, en la viscosa sensación que transmite la ficción a medida que crece ese trayecto inevitable, de aprendizaje en el dolor y de descubrimiento de la vulnerabilidad y los miedos de cada criatura a su paso por esta vida.
Rodada en espectaculares lugares naturales de los estados de Georgia, Carolina del Norte y del Sur, no es 'Dersu Uzala', pero sí posee un detonante ecológico vertebrado por cierta poética de la desolación. Boorman, que retrató en la nada desdeñable y olvidada 'La selva esmeralda', a una tribu amazónica, fija aquí más la mirada en el desmayo de lo humano, en la sinrazón, en la violencia primaria, en la debilidad y en ese rizo reaccionario del hombre acorralado. Cabe la truculencia bien entendida y el horror primigenio del Conrad reflejado en 'Apocalipse now'.
Ni que decir tiene que existen muchos paralelismos con 'Perros de paja' de Sam Peckinpah, rodada un año antes, pero la conexión con la naturaleza, la progresión de amenazas latentes, miedos y acción es menos física en el caso de 'Deliverance'. Ello no es óbice para que por un lado compartan la descomposición de la violencia humana como una opción radical -la imagen ya icónica de Burt Reynolds con su arco-; o que Boorman incluya en este encuentro/desencuentro con la naturaleza, con mayor o menor pureza, pasajes como el intenso realismo sucio de los descensos por los rápidos o la visualización de un constante duelo entre aventura y suspense.
Entre la incertidumbre y el desasosiego, la culpa y el cul de sac, el filme de Boorman sigue manteniendo intacto esa condición de cine que se mastica y que provoca una larga digestión de voces interiores y exploraciones en lo oscuro. La hermosa asfixia de un descenso a los infiernos. Bestia y hombre, fundidos y fragmentados, en un duelo que el cineasta de 'Excalibur' hace transparente.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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