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Jesús García Leoz.
García Leoz, carácter de pionero

García Leoz, carácter de pionero

El compositor navarro forma parte de la primera generación de músicos españoles que hicieron del cine una ocupación profesional

César Coca

Miércoles, 6 de julio 2016, 18:22

Jesús García Leoz murió el 23 de febrero de 1953, con 49 años. Horas antes de su fallecimiento había asistido al preestreno de una película que estaba llamada a hacer historia en el cine español: 'Bienvenido Mr. Marshall', de Luis García Berlanga, para la que había escrito parte de la banda sonora. Se truncaba así la carrera de un compositor que forma parte de la primera generación que trabajó para la gran pantalla de manera profesional. Porque aunque los Bernaola, Turina, Rodrigo, Halffter y algún otro firmaron partituras para el cine, lo hicieron de forma claramente 'alimenticia', sin llegar a considerarse en ningún momento integrantes del sector. En cambio, tanto García Leoz como Manuel Parada y Juan Quintero sí se veían de esa manera y de hecho el cine era la ocupación que llenaba su jornada de trabajo.

La biografía de García Leoz parece representar a pequeña escala la de tantos artistas e intelectuales a los que la Guerra Civil partió en dos. Con la diferencia de que él tuvo más suerte que otros. Nacido en Olite (Navarra), el 10 de enero de 1904, en el seno de una familia más que numerosa -era el mayor de doce hermanos-, recibió sus primeras lecciones musicales en la parroquia de su pueblo. Más tarde, ya en Pamplona, formó parte del coro de la catedral y del Orfeón Pamplonés. Con 17 años se trasladó a Argentina, donde siguió formándose al tiempo que se curtía como pianista en cafés y cines y conseguía sus primeros galardones.

Obligado a regresar a España para cumplir el servicio militar, continuó sus estudios y tuvo como maestros a dos de las grandes personalidades de la música de su tiempo: Conrado del Campo, profesor de toda la llamada Generación del 27, y Joaquín Turina, que le consideraría muy pronto su discípulo predilecto. Su relación con el mundo intelectual más allá de la música -era asiduo visitante de la Residencia de Estudiantes, donde conoció a muchos escritores y pintores- lo llevó a integrarse en grupos de defensa de la República y también en actividades culturales organizadas por el Partido Comunista y afines. Amigo entrañable de Rafael Alberti y su esposa, María Teresa León, participó con ambos en la Alianza de Intelectuales Antifascistas y, ya en plena guerra, escribió partituras para varios documentales financiados por el PCE.

En la recta final del conflicto, fue detenido y encarcelado durante seis meses por las autoridades franquistas. Cuando salió de prisión, se confundió con el paisaje. Antes de 1939 había firmado un puñado de bandas sonoras para documentales y unas cuantas partituras para largometrajes de ficción, como 'Sierra de Ronda' (Florián Rey, 1933), 'La bien pagada' (Fernández Ardavín, 1935) y 'Currito de la cruz' (Delgado, 1936), pero hasta mediados de los cuarenta, cuando la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial obligó a Franco a un cierto lavado de cara del régimen, no pudo sacar la cabeza.

Comenzó entonces una etapa de trabajo frenético, a un ritmo de un largometraje y un corto por mes, e incluso más. Sin formación expresa en cuanto a música cinematográfica, García Leoz aprendió escuchando con atención las bandas sonoras que llegaban de Hollywood. Su lenguaje, basado en el gran sinfonismo -los modelos eran Korngold, Steiner y los primeros grandes compositores de la Meca del Cine-, se adaptaba bien a un tipo de películas que se movían entre la recreación histórica, siempre con mucha carga épica, las adaptaciones literarias, la propaganda y un puñado de historias sensibleras en las que la bondad terminaba por imponerse. De vez en cuando, sin que llegara a saberse muy bien cómo había sucedido, se colaba algún filme con una carga de profundidad mayor: ahí están 'Surcos' (Nieves Conde, 1951) y 'Bienvenido Mr. Marshall' como ejemplos mayores.

Su filmografía es muy extensa pese a su temprana muerte. En su reciente tesis doctoral dedicada al compositor, la profesora Laura Celaya la cifra en 111 largometrajes y 172 documentales. Algunos de esos trabajos los firmó a medias con otros compositores, como Turina, Toldrá o Rodrigo. No siempre las colaboraciones fueron tan ilustres. La misma 'Bienvenido Mr. Marshall' recoge en sus títulos de crédito cuatro responsables de la música: además de García Leoz, que es el autor de la mayor parte de la banda sonora, están José Antonio Ochaíta, Xandro Valerio y Juan Solano. Son estos tres, precisamente, los autores de no el mejor fragmento pero sí el más conocido de la película, la canción que todo el pueblo entona para recibir a la delegación estadounidense: "Americanos, os recibimos con alegría..."

Otros filmes importantes del compositor navarro son 'Abel Sánchez' y 'La sirena negra' (Serrano de Osma, 1946 y 1947), 'Las inquietudes de Shanti Andía' (Ruiz-Castillo, 1946), 'Barrio' y 'Doña Francisquita' (Vajda, 1947 y 1952), 'Balarrasa' (Nieves Conde, 1950), 'Botón de ancla' (Torrado, 1947), 'Eugenia de Montijo' (López Rubio, 1944) y 'La Lola se va a los puertos' (Orduña, 1947). En todas ellas plasma esa mezcla de épica, folclore y grandilocuencia que el cine de su tiempo -y las autoridades que concedían los permisos- exigían. Los premios oficiales le llegaron masivamente, olvidando el pasado republicano del compositor: el mejor ejemplo es el Círculo de Escritores Cinematográficos, que lo galardonó en siete ocasiones.

Quienes le conocían bien aseguran que desde comienzos de los cincuenta García Leoz era consciente de que la música cinematográfica debía transformarse porque los nuevos argumentos así lo pedían. La cartelera empezaba a poblarse de filmes con un contenido más apegado a la realidad del momento, comedias con un punto de acidez hasta entonces desconocido y guiones con más de una lectura. De hecho, en 'Bienvenido Mr. Marshall', ensaya con algunas disonancias que refuerzan el carácter de caricatura de muchos personajes y situaciones.

La suya fue una carrera breve por efecto de la guerra primero y una muerte temprana después. García Leoz no pudo poner música a la nueva cinematografía española que, firmada por una generación ya mucho menos condicionada por el franquismo, cambió radicalmente el panorama en los años sesenta.

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