La mirada blanca y masculina
Fernando Belzunce
Miércoles, 24 de febrero 2016, 11:20
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Fernando Belzunce
Miércoles, 24 de febrero 2016, 11:20
Teniendo en cuenta que Hollywood produce unas 700 películas al año y que no solo muchas de ellas pueden aspirar al Oscar, sino cualquier estreno del mundo con unas mínimas condiciones, las críticas de Spike Lee sobre la ausencia de intérpretes negros en las diferentes categorías resultan más que comprensibles. Ese manido argumento de que este año no ha habido grandes actuaciones de profesionales de color no parece nada sólido. Para empezar, había buenos trabajos, como los de Idris Elba o Michael B. Jordan. Y para seguir, si se quiere renunciar a criterios subjetivos y atender solo a datos, como podría ser el porcentaje de actores negros en cintas estrenadas y las probabilidades que tendrían de estar nominados en las cuatro categorías de interpretación, Lee sigue teniendo razón. ¿De verdad ningún actor negro merecía una nominación? ¿Tampoco el año pasado?
El comentario del director de 'Malcolm X' no discute la calidad de los actores nominados, sino que señala un claro desajuste y maneja razones de peso. Los académicos son mayoritariamente hombres (el 77%), blancos (un 93%) y mayores (la media de edad es de 62 años) y sus gustos pueden estar condicionados. Ojo, que el trasfondo es mucho más grave de lo que podría parecer a primera vista. Recordemos que Halle Berry se convirtió en 2001 en la primera actriz negra en ganar el Oscar al mejor papel protagonista. Tuvieron que pasar más de siete décadas. ¿Ninguna lo había merecido antes? ¿De verdad? Salen unos cuantos nombres y, de nuevo, si atendemos solo a porcentajes y probabilidades
No es tanto que los académicos, que son más de seis mil tipos, sean racistas como que sus preferencias, según denuncian algunas asociaciones en defensa de la igualdad, podrían estar condicionadas por el ambiente cultural en el que se han movido. La Academia calla, pero otorga. Ya ha reconocido que estudia medidas para renovar a sus miembros y tratar de garantizar una diversidad de sexo y raza que, por fin, permita que el cine asuma una perspectiva más amplia y que esta mirada se refleje en las películas. Se reclama mayor sensibilidad ante un evento planetario que recibe la atenta mirada de millones de personas y que, además, mueve miles de millones. Las cintas que triunfan en los Oscar inspiran a la industria, que a menudo basa su suerte en el estudio de casos de éxito. El bucle está servido.
La polémica es agria y quizás difícil de entender desde una perspectiva distante. Pero Los Ángeles, donde reside una gran parte de los miembros de la Academia, es una ciudad sobre la que siempre planea la tensión racial. Por eso estos días es fácil acordarse del éxito de 'Crash', aquella película de historias cruzadas dirigida por Paul Haggis. No era una cinta memorable y, de hecho, ha caído en cierto olvido, pero en 2004 ganó el Oscar a la mejor película de forma sorprendente con una historia en la que denunciaba los prejuicios racistas de los habitantes de la 'macrourbe' californiana. Tocó con gran éxito la fibra sensible de los académicos, que pudieron sentirse identificados con los protagonistas del filme. Se habló entonces de que aquella edición de los Oscar fue la de la lucha contra el racismo.
Se olvidó que 'Crash' arrebató el Oscar a 'Brokeback Mountain', la historia de amor entre dos vaqueros homosexuales filmada por Ang Lee. Una cinta bellísima y necesaria que le dio a Lee el Oscar al mejor director y generó con ello una extraña situación porque, ya se sabe, el mejor director suele ser quien ha logrado la mejor película. En un extraño ejercicio de sinceridad, el propio Haggis reconoció el año pasado que 'Crash' no mereció entonces el Oscar. ¿Acaso es que la Academia es más homófoba que racista?
Si el cine tuviera un color sería, desde luego, blanco, y si tuviera sexo sería masculino y, por supuesto, de tendencia heterosexual. Esta visión dominante es evidente en la industria del cine. Un estudio de la University of Southern California, basado en el análisis de más de 400 cintas estrenadas entre 2014 y 2015, muestra que los papeles femeninos apenas tienen el 29% de los diálogos, cuando en Estados Unidos hay más mujeres que hombres; que los grupos minoritarios ocuparon apenas el 28% del guión, diez puntos menos de lo que les correspondería en función de su representación social, y, atención, que los gays o las lesbianas suponen un insignificante 2%. El debate está servido y, por fortuna, no tiene pinta de agotarse. Porque el cine, al fin y al cabo, siempre se ha basado en una mirada. La oportunidad de ampliarla y enriquecerla es ahora única. Hollywood debería agradecérselo a Spike Lee.
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