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Guillermo Balbona
Miércoles, 23 de diciembre 2015, 18:45
La comedia de Hollywood agonizaba. Llegaban las buddy movies, las cargantes historias corales y los guiones con tanta consistencia como un sueño fugaz imposible de recomponer. Entonces se hizo la luz. Pálida, pero deslumbrante, con vocación de eclipse parcial y unas cuantas invocaciones: Para alumbrar ... los misterios del amor y esos pequeños relatos sentimentales. 'Hechizo de luna' es un fragmento de meteorito despojado de afectación y cargado de poderosos conjuros. "Estamos aquí para echarnos a perder y para partirnos el corazón y para amar a la gente que se equivoca y para morir. ¡Sí, los libros de historia son mentira! Y ahora... ¿Quieres subir conmigo y meterte en mi cama?". El halo romántico cruza la anécdota y el encantamiento se cuela como aire fresco para entonar un cierto canto vital donde dudas, incertidumbres y miedos se diluyen como un azucarillo en una pócima de ensoñación: "El amor nos complica la vida pero nosotros estamos allí para rompernos el corazón y arriesgarnos. Las estrellas son perfectas pero nosotros no y tenemos que equivocarnos".
Se repite como un mantra lo del clásico moderno para justificar algunos títulos en listados y catalogaciones comerciales de cinefilia consumista. El filme de Norman Jewison, más bien, es una imperfecta comedia perfecta. Su levitación de sensaciones agridulces es un magma que exudan sus personajes como criaturas que saben de su tristeza y melancolía pero que vibran ante el trampantojo del amor. O bien que expresan su latigazo efervescente de enamoramiento conscientes de que un arrebato inesperado les causará inquietud y todo será inevitablemente pasajero. Lo importante de 'Hechizo de luna' reside en su imperecedero territorio, un microcosmos de romances que colisionan y se abrazan en una encrucijada mágica. El cineasta de 'En el calor de la noche', como el muy posterior Allen de 'Magia a la luz de la luna', deja que el caudal de enigma femenino de Cher y Olympia Dukakis ambas obtuvieron el Oscar por sus interpretaciones impregnen el trayecto sentimental de esta radiografía dibujada en latidos y pulsos en el corazón de la comunidad italoamericana de Brooklyn.
Entre el embrujo y el embeleso, el sortilegio y la fascinación, Jewison pone tono, tocata y fuga a estos encuentros y desencuentros en una burbuja humana donde el machismo y lo matriarcal envuelven el ritmo, enlazan los tópicos, desenredan la madeja italianizante, latina, mediterránea de estos hombres y mujeres en celo y con ansias de probar la ensalada de la pasión. El guión elevó la cuota hormonal y emocional del romance vertebrador, el de Loretta Castorini (Cher) y Ronny Cammareri (Nicolas Cage, en su mejor trabajo y ya es difícil). Como una receta destilada, exenta de la deconstrucción de la nueva cocina, el filme de los ochenta se reconcilia con la fidelidad al ungüento más primitivo: el del humor, la inteligencia y el deseo agitados en una fiesta de aullidos y ladridos de amor y necesidad de amar. Olvidada en tierra de nadie, quizás aprisionada entre deslumbrantes naderías, gran parte de la sutileza de esta obra que enfrenta el amor verdadero a las hipocresías, que se desliza sobre la superficie de los cráteres de la soledad, reside en su rotunda delicadeza natural para dejar caer frases memorables y conversaciones que se clavan en las cuerdas vocales para ser repetidas sin artificio. En 'Moonstruck' el director de 'El violinista en el tejado' zarandea los estereotipos, deja que un puñado de actores tomen el mando y en casi todas las escenas instala una rúbrica lúcida sobre el peligroso juego de amar y ser amado.
Nominada a seis Oscar, su guionista John Patrick Shanley se sumó a las actrices en la obtención de la estatuilla. 'Hechizo de luna', que originalmente iba a llamarse 'La novia y el lobo', explota con sutil encanto el poderoso influjo y traduce lo lunático en una mutación de vidas que despiertan a la luz como licántropos enamorados en busca del amor pleno. La diferencia entre la comedia sentimental y sentimentaloide estriba en su capacidad para transmitir verdad, para eludir el almíbar. 'Hechizo de luna' nunca oculta el desencanto, prioriza la arritmia de los corazones, desvela la sombra de las traiciones, la fugacidad del asombro por el otro y huye de los cuentos de hadas. Sus personajes quieren quemarse, juegan con fuego y se lamen las heridas en carne viva. Expresan promesas advirtiendo que quizás nunca se cumplirán y se intercambian 'te quieros' como dardos que nunca alcanzarán la diana. Hay una virtud cómica, un retrato inasible que se siente y nunca se palpa en la textura de esta comedia que desvirga la amargura y te acompaña en un baile sentimental consciente de que en cualquier momento puede acabarse la música o caerse sobre el lado oculto de la luna. La escritura inteligente ordena, desordena, mancha y se mueve entre las sombras de las estancias de esta comedia. Una obra que nunca simula su insuficiencia, pero que exprime el jugo cósmico de esa misteriosa forma poliédrica que posee el verbo amar.
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