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Tony Soprano, junto a su esposa.
El fin de las grandes series

El fin de las grandes series

Títulos como 'Mad Men' o 'Breaking bad' se han despedido sin dejar tras de sí dignos herederos

Mikel Labastida

Miércoles, 14 de octubre 2015, 20:17

¿Y ahora qué? Es lo que se preguntan en los últimos meses los seriéfilos que han vivido intensamente la edad de oro de la ficción, que nació de la mano de títulos como 'Los Soprano' o 'The Wire'. Esos fueron los primeros, los que dieron un golpe sobre la mesa a la producción que se estaba haciendo hasta entonces y demostraron que era posible en un medio como la tele apostar por otros géneros y desarrollar historias más complejas. A partir de ahí la pequeña pantalla vive un momento dorado y las propuestas interesantes proliferan. Cada año se producen decenas de series ambiciosas y siempre sobresale una como la que cualquiera debería ver y la que trascenderá más allá de las modas.

Así ocurre con 'Los Soprano' o con 'The Wire' que se estrenaron a principio de siglo y todavía continúan encendiendo debates, generando discusiones y sirviendo para establecer ejemplos. Nadie ha podido olvidar tampoco la funeraria de los Fisher en 'A dos metros bajo tierra', que nos aproximó de una manera particular a la muerte, un tema tabú en la época en que se emitió esta producción (y casi hoy en día también, lagarto, lagarto). Después llegaron 'Boardwalk Empire', que nunca alcanzó la entidad de las otras pese a que disponía de medios para ello y su presupuesto era potente; 'Breaking bad', que durante cinco temporadas nos mantuvo en vilo con la transformación de Walter White de víctima a verdugo, y, sobre todo, 'Mad Men', que se ha encargado a lo largo de siete años de retratar la sociedad americana en los años 60, algo que ha servido para poner en valor las semejanzas y diferencias entre épocas.

Ninguna de éstas sigue en emisión. Todas se fundieron a negro y se despidieron de la audiencia. 'Breaking bad' lo hizo el año pasado al ritmo de 'My baby blue', y 'Mad Men' dijo adiós el pasado mes de mayo con una revelación importante sobre el currículum de Don Draper. Y, después de esta, ¿cuál viene? ¿Nos hemos quedado ya sin grandes series? Muchos espectadores y analistas han concluido tras la clausura de la ficción sobre los publicitarios de Madison Avenue que se ha alcanzado el final de una vibrante etapa. Y ahora padecen por haberse quedado huérfanos. Pero ¿hay para tanto?

Cierre de ciclo

Diversos expertos coinciden en la idea de que se está cerrando un ciclo dentro de la edad de oro de la ficción y que comienzan a vislumbrase varios cambios de tendencias. Y esto puede traer consigo la ausencia de grandes títulos durante un tiempo. The Guardian alertaba de ello hace un mes en un artículo en el que catalogaba como los cuatro pilares de esta época a 'Los Soprano', 'The Wire', 'Mad Men', y 'Breaking bad'. Y ahora ninguno de ellos permanece en emisión por lo que era ocasión de reconocer que terminaba una temporada. Los calificaba como espectáculos novelísticos en los que América podía ver reflejadas sus taras y unas conductas de vida nada encomiables. Y pese a esto sus protagonistas (Tony Soprano, Omar Little, Don Draper o Walter White) han sido capaces de traspasar el corazón de los espectadores, hacerlos cómplices de sus secretos y mentiras y que incluso se sientan identificados en algunos momentos, sacando el lado oscuro que todos llevamos dentro.

Ellos representan a los antihéroes que han sido el estandarte de la ficción que ha revolucionado la pequeña pantalla en estos últimos años. Hasta hace un tiempo, los malos eran muy malos y los buenos eran muy buenos, a los primeros se les castigaba al final del relato y a los segundos se les premiaba. Nuestra admiración siempre se proyectaba hacia el que actuaba correctamente, aunque rara vez el espectador podía verse reflejado en él porque nadie posee un comportamiento tan irreprochable. Todas estas reglas del juego cambiaron con la llegada de una nueva hornada de títulos. Tony Soprano era violento, infiel, mezquino y no tenía escrúpulos, y a pesar de eso la audiencia le tomó cariño, perdonaba las atrocidades que cometía y se posicionaba con él antes que con la mismísima ley. Walter White era egoísta, maquiavélico y capaz de vender a cualquiera para salirse con la suya. Pero los espectadores se hicieron adictos al cristal azul. Omar Little es un ladrón de traficantes con su propio código moral y sus reglas, lo cual le hace merecedor de una cierta admiración. La vida de Don Draper gira en torno a mentiras y él está acostumbrado a fabricarlas, las adorna para su trabajo y para sus relaciones personales. Pero nada de eso merma, frente a la audiencia, su atractivo y magnetismo. Los seres imperfectos nos hacían a nosotros, con nuestras imperfecciones, más buenos, y por eso no tardamos en adoptarlos entre nuestros gustos televisivos.

La edad dorada de la ficción ha estado plagada de antihéroes. Dexter se veía abocado a matar pero seguía un código por el cual sólo acababa con malhechores y asesinos. Nancy Botwin (en 'Weeds') vendía marihuana para mantener a su familia y con esa excusa llegaba a introducirse en locas tramas relacionadas con el narcotráfico. Vic Mackey (en 'The shield') empleaba métodos para llevar a cabo su trabajo como policíaa, incluyendo la extorsión y otros crímenes. Hank Moody (en 'Californication') en su búsqueda por recuperar el amor de su exmujer paseaba por su cama a amantes de una noche a las que usa y engaña con facilidad. La abogada Patty Hawes ('Damages') manipulaba sin ningún miramiento a quien fuera necesario para resolver sus casos. La enfermera Jackie deambulaba por una cuerda floja para alternar su vida como esposa, madre de dos hijas y enfermera con su adicción a las drogas, que consigue de cualquier modo, recurriendo a los engaños y a las infidelidades constantes. Personajes con valores cuestionables que nos hacían sentir a nosotros mejores personas.

Jackie se despedía esta temporada de los espectadores tendida en el suelo de su hospital. Otra antiheroína que dejaba atrás la pantalla, que asiste a un cierre constante de grandes títulos, sin que lleguen relevos para ocupar el trono de honor de las grandes series. Pensará enseguida algún lector en 'Juego de Tronos', superproducción que ha logrado hace unos días copar el palmarés de los Emmy y que cuenta con seguidores por todo el mundo. Es un título excepcional, sí, pero se sale de las marcas que caracterizan al resto de ficciones citadas anteriormente. Su retrato no es el de la América actual, ni pasada, ni sus personajes captan la esencia del espectador medio. 'Juego de Tronos' escarba en la realidad pero para describir un cuento de dimensiones desproporcionadas, con elementos fantásticos que sirve como un entretenimiento infrecuente en la pequeña pantalla.

No tan especiales

'House of cards' se reivindicaba como heredera pero su recorrido, efectismos aparte, parece corto, como ya ha demostrado una tercera temporada que ha perdido el brío que caracterizó a las dos primeras tandas de capítulos sobre el presidente Underwood. 'Homeland' renunció al título cuando decidió continuar su periplo una vez había acabado con la historia para la que nació, la de un soldado que se debate por seguir defendiendo un país en el que ya no cree, otro antihéroe por cierto. 'American Crime' ha descrito una América real e incómoda, la que sigue haciendo distinciones por la raza y el estrato social. Lástima que haya sido una ficción que ha pasado casi inadvertida. 'The leftovers' cuenta con muchas lecturas, algunas tan evidentes como el símil que trata de hacer con la sociedad americana tras el 11-S, pero este título es demasiado discutido y merece más bien encabezar el baúl de rarezas y propuestas singulares. 'The Goodwife', sobre una mujer que debe volver a tomar las riendas de su familia después de que su marido, fiscal del condado, es destituido y encarcelado acusado de corrupción, ha ido creciendo temporada tras temporada demostrando que no era un procedimental al uso sino una serie capaz de agitar conciencias. Los prejuicios en torno a ella no le han puesto en el lugar del que es merecedora.

Quizá la única esperanza de gran serie (a la antigua usanza) en el panorama actual sea 'Halt and catch fire', que acaba de renovar con AMC para una tercera temporada, después de una segunda tanda que ha terminado de atrapar a la audiencia. Es una propuesta menor que ha ido tomando una forma que le hace ya firme candidata a ocupar un lugar en el universo de culto. El boca-oreja está consiguiendo atraer adeptos a la trama sobre los creadores de los primeros ordenadores y promotores de la revolución tecnológica. Plantea unos personajes que se descubren poco a poco y que han conquistado los argumentos de la segunda temporada. Cada vez se extiende más la coletilla de que este título de AMC hay que verlo, comienza a llevarse bien con la etiqueta de imprescindible. En cualquier caso 'Halt and catch fire' marca una nueva tendencia en la ficción, con una propuesta más discreta e intimista que va conectando con la audiencia de manera paulatina. La edad de oro deja que el oro tome otro color. Brilla igual pero al mirarlo resulta muy diferente.

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