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César Coca
Miércoles, 16 de septiembre 2015, 11:33
Un hilo muy fino pero perceptible para un oído atento une dos filmes inolvidables: '2001 Una odisea del espacio' (Stanley Kubrick, 1968) y 'La lista de Schindler' (Steven Spielberg, 1993). El hilo se llama Erich Wolfgang Korngold (Brno, 1897; Los Ángeles, 1957) y ha pasado a la historia del cine como uno de los mayores compositores de bandas sonoras de todos los tiempos. Resulta que Korngold, un niño prodigio que algunos han comparado seguramente con una cierta dosis de exageración con Mozart, fue muy influido por la obra de Richard Strauss, quien elogió al joven compositor de manera pública. Y el músico bávaro es el autor de 'Así habló Zaratustra', cuyo arranque sirve de fondo para la escena inicial del citado filme de Kubrick. En el otro extremo, Korngold es la referencia fundamental de John Williams, autor de la estremecedora partitura de la película sobre el Holocausto.
Sin la música de Korngold habrían brillado menos las piruetas de Errol Flynn y su sonrisa pícara de pobre que hace frente al villano rico. Tampoco tendría la misma intensidad la mirada dulce y un punto melancólica de Olivia de Havilland. Para llegar a ser el compositor favorito del Hollywood de su época dorada, Korngold transitó por un camino en el que el azar por un lado y su origen judío por otro tuvieron mucho que ver.
El autor de la música de 'Robin de los bosques' nació en Brno (en aquel momento, Imperio Austro-Húngaro; República Checa en la actualidad) en el seno de una familia judía acomodada. Su padre era un importante crítico musical que pronto se trasladó a vivir a Viena con toda su familia. En la capital de la música por excelencia, Erich Wolfgang (el nombre tenía mucho de premonitorio) sorprendió de inmediato por su precocidad: a los cinco años tocaba el piano, dos más tarde escribió algunas cantatas y a los trece ya había firmado un ballet, un trío para piano, violín y violonchelo, una sonata para teclado y alguna otra pieza menor. Para entonces era una celebridad en todo el Imperio y Puccini, Mahler, Strauss y Zemlinsky que era su maestro en la Academia se deshacían en elogios sobre su talento.
Con esos mimbres, Korngold parecía encaminado hacia una carrera tradicional en el mundo de la música clásica. Además de un compositor brillante, era un estupendo pianista. Qué más podía pedir. En 1920, estrenó la ópera 'Die tote Stadt' (La ciudad muerta), una joya del repertorio. Durante esa década dio conciertos como pianista y director, impartió clases y con solo 33 años fue nombrado doctor Honoris Causa por la Academia de Música de Viena. También atendió la llamada de Paul Wittgenstein, el hermano pianista del autor del 'Tractatus logico philosophicus', que había perdido la mano derecha durante la Primera Guerra Mundial y pedía a los grandes de su tiempo que le escribieran piezas para la izquierda.
Para entonces ya era amigo de Max Reinhardt, cofundador del Festival de Salzburgo, renovador del teatro e impulsor del expresionismo. En torno a este nombre se unen el azar y el judaísmo para desviar el curso de la carrera de Korngold. En 1933, tras la llegada de Hitler al poder, el director teatral, de origen semita, se encamina hacia EE UU. Su raza y su modelo de creación artística lo ponen de inmediato en el punto de mira de los nazis, así que toma la decisión más sabia: marcharse cuando aún está a tiempo. En 1935, Reinhardt codirige en Hollywood junto a William Dieterle una versión cinematográfica de 'El sueño de una noche de verano'. Y entonces se acuerda de su amigo Korngold, que cruza el Atlántico para hacer una adaptación de la obra de Mendelssohn de igual título.
Sinfónico y operístico
El cine encandila a Korngold, que encadena una banda sonora tras otra: 'El capitán Blood' (Michael Curtiz, 1935), 'Give us this night' (Alexander Hall, 1936) y 'El caballero Adverse' (Mervin LeRoy, 1936), con la que consigue su primer Oscar. Escribe esas partituras estudiando el guión y asistiendo a los rodajes, y les da un aire abiertamente sinfónico. O quizá sería mejor decir operístico, aunque sin el uso de la voz, porque su trabajo sobre los guiones era similar al de un compositor clásico sobre un libreto. Por eso su música tiene un sentido de obra completa, de totalidad, superior a la otros autores como Max Steiner -el responsable de la melodía que más se identifica con el cine: la de 'Lo que el viento se llevó'-, cuya obra es más difícil de escuchar separada de la película.
El azar volvió a jugar a favor de Korngold cuando el 12 de marzo de 1938 se produjo el Anschluss, la anexión de Austria por la Alemania nazi. El compositor se encontraba en Hollywood trabajando en la música de 'Robin de los bosques' (Michael Curtiz) cuando se enteró de la noticia. No le costó mucho decidir que en esas circunstancias no podía regresar a su casa. En ese momento, tenía un contrato con la Warner y unas condiciones laborales inigualables: disponía de libertad total en su tarea creativa. Eso explica por un lado la calidad de sus partituras y por otro el escaso número de bandas sonoras que escribió durante dos décadas: solo 23, una cifra muy baja si se compara con la producción de otros colegas.
Korngold escribió la música de 'Robin Hood' atormentado por el destino de su país y la amenaza cierta de na guerra en Europa. Algunas fuentes indican incluso que uno de sus hijos estaba en Austria en el momento de la anexión y tuvo que escapar a Suiza. Nadie percibirá ni un ápice de angustia en esa partitura repleta de marchas, melodías bucólicas, parodias y ráfagas de lirismo. La Academia de Hollywood le premió con su segundo Oscar.
Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, sigue escribiendo música para el cine. No solo para las películas de aventuras de Errol Flynn, con Olivia de Havilland como rendida enamorada. También ilustra una conflictiva relación en la corte inglesa en el siglo XVI ( 'La vida privada de Elizabeth y Essex' , Michael Curtiz, 1939), con los dos citados actores y una impresionante Bette Davis en el papel de la anciana reina. En este caso, su música, sin renunciar a marchas solemnes para algunas escenas, se recrea en pasajes íntimos en muchos momentos. En los últimos meses del conflicto bélico crea también la partitura de 'Servidumbre humana' (Edmund Goulding, 1946), basada en la novela de William Somerset Maugham, un clásico de la literatura que alcanzó una popularidad enorme. Para la historia quedará que esa novela había tenido una primera adaptación cinematográfica doce años antes, con una banda sonora de Max Steiner.
Mientras escribía para el cine, Korngold seguía componiendo obras instrumentales, óperas y piezas de cámara. No hay gran diferencia entre unas y otras, porque él nunca se planteó que hubiera cambios radicales según los géneros. Sin embargo, su trabajo en Hollywood perjudicó muy seriamente su prestigio ante los estirados críticos de música clásica del momento. Cuando se estrenó una de sus piezas 'clásicas', uno de ellos tituló su reseña en un diario de gran tirada con un ofensivo juego de palabras sobre su apellido: 'More corn than gold' (Más maíz que oro). Sin saberlo, el crítico se ponía del lado del padre del compositor, que nunca entendió ni le perdonó que 'malgastara' su talento en el cine.
Desprecio y decepción
Volvió a una Europa devastada y se llevó la peor de las decepciones. El tiempo de aquel muchachito que asombraba al público centroeuropeo había pasado. Su estilo tardorromántico era despreciado por las nuevas vanguardias y las élites culturales lo miraban por encima del hombro. Como si hubiese adivinado lo que iba a sucederle, su última banda sonara antes de regresar a su tierra era para 'Deception' (Irving Rapper, 1946), un filme negro protagonizado por Bette Davis, Paul Henried y Claude Rains.
Prefirió cruzar de nuevo el Atlántico antes que vivir desubicado en aquella Viena que ni reconocía ni lo reconocía. Todavía su amigo Dieterle lo llamaría una vez más para hacer una adaptación de la música de Wagner para 'Magic fire' (1955), un filme que aborda de una manera bastante libre la vida del compositor alemán. En una escena de la película, Korngold aparece encarnando al director de orquesta Hans Richter, gran amigo y propagandista del autor de la 'Tetralogía'. Murió en Los Ángeles el 29 de noviembre de 1957, a consecuencia de un infarto cerebral.
En el último tramo de su vida se había dedicado a escribir música para las salas de concierto. Dejó un importante catálogo en todos los géneros. Dos de sus obras en ese ámbito se interpretan con regularidad: la ópera 'Die tote Stadt' y el Concierto para violín y orquesta . El resto es mucho menos conocido aunque sus trabajos han gozado de una justa revalorización en los últimos años, con numerosas grabaciones. Lo mismo sucede con sus bandas sonoras: las aventuras de espadachines de Errol Flyn con Olivia de Havilland (cada uno de ellos participó en cinco películas con su música) pertenecen a ese grupo de filmes que solo conocen los estudiosos del cine y recuerdan vagamente quienes las veían en aquellos ciclos que emitía TVE cuando no tenía competencia en el dial. Pero, como todo gran artista, dejó una huella en las generaciones siguientes: no hay más que escuchar la marcha de la banda sonora de 'La guerra de las galaxias' para percibir la influencia que Korngold ha ejercido sobre John Williams .
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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