Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Tamara del Cura tiene 40 años y dice que no mira atrás «ni para coger impulso». En agosto echó la persiana a la guardería que montó en el barrio bilbaíno de Miribillla y a mediados de octubre ya tiene un nuevo negocio. Se llama 'La Planchería de Bilbao', que es una palabra inventada pero que define a la perfección lo que hace: planchar. Y que muestra, también, cómo se va transformando un barrio.
En ese bajo en el que ahora se acumulan las prendas recién lavadas mientras otras cuelgan ya perfectas en los burros, Del Cura ha visto crecer a todos los niños del barrio. O casi. Abrió la guardería hace 15 años, con la carrera de Psicología recién estrenada. Y la cosa funcionó muy bien. «Era un barrio nuevo y con muchas parejas jóvenes», explica.
Las estadísticas le dan la razón. Ella inauguró el negocio en 2007 y tres años más tarde, la zona era ya la que más nacimientos registraba de Bilbao, con casi 200 niños recién nacidos. Ahora, sigue siendo un área de marcado carácter juvenil: tiene una media de edad de 36,23 años, según el Eustat. Además, 2.603 de sus vecinos son menores de veinte años y sólo un 6,7% superan los 65.
Sin embargo, hace algún tiempo empezó a ver que cada vez era más difícil llenar el aula. Los vecinos eran los mismos... «pero los niños crecen». A eso hay que sumarle «que van a los coles cada vez más pequeños y que la natalidad ha caído en picado», señala. Así que este verano, con las cuentas sobre la mesa, decidió poner fin a una etapa.
Podría sonar triste, pero ella lo cuenta con una sonrisa porque no va en su carácter quedarse lamentando la situación en una esquina. «Enseguida me empecé a plantear que tenía que hacer algo». Las facturas no se pagan solas. La «suerte» que ella tenía es que el bajo era suyo ya.
«Va sonar raro, pero una noche, dándole vueltas al tema se me ocurrió montar un negocio solo de planchar». Pero no una tintorería o una lavandería, no. Un sitio donde la gente pudiera dejar su ropa limpia y en 24 horas la pudiera tener de vuelta lista para ponérsela. Y en la rapidez está la clave: «Que no tengas que esperar, casi. Que no eches en falta la prenda», precisa.
En los burros que hay en el local hay varias camisas de mujer. «Con mucho bordado y volante». Monísimas, pero un tetris a la hora de planchar. También hay ropa de niños. «Esa es la más difícil. Algunos vestidos tiene forro y entretelas y es como si plancharas tres trajes en uno», señala esta emprendedora.
Hacerlo bien tiene su ciencia. «No hace falta que estudies una ingeniería», admite con razón. Pero hay que saber cómo tratar cada prenda. Ella se pasó mucho tiempo buscando quién le asesorara para no quemar o estropear nada. Estudió cada tipo de tela, la temperatura máxima que admite, si se le puede dar con vapor... Sobre todo en estos tiempos en los que cortamos las etiquetas porque parecen más una novela que otra cosas. «Nunca he tenido la casa tan ordenada y planchada como en estos meses previos a montar el negocio», ríe. Porque todas las pruebas las ha hecho con sus cosas, claro.
Para empezar se ha comprado una plancha profesional, que es un armatoste interesante. «No había visto una en mi vida. Esta ha venido de Italia». También tiene un centro de planchado y una plancha vertical de vapor. Todo para que cada cliente reciba la ropa en perfecto estado de revista... De ¡Hola!, casi. Porque a juzgar por lo que se ve en los cestos, tiene 'vecinos' muy chic: vestidos de estampados, llamativos, con apliques de lentejuelas, gasas, pantalones de pinzas...
De momento, los primeros que se han animado son la gente del barrio, que la conocen como 'la chica de la guarde'. Leire, María... madres que saben la mano que tuvo con sus hijos y que ahora empieza a ver la que tiene con la plancha. Una habilidad que también tiene su madre, Edurne. «Cuando nos dijo a su padre y a mí lo que quería hacer nos sorprendió, nos pareció muy muy novedoso», admite.
El precio va al peso (5 euros el kilo y «entra bastante porque la ropa no pesa tanto») y la entrega y recogida es flexible: hay quien se lo lleva en el horario en que está el local abierto, otros lo dejan en el buzón especial que ha montado y, si es necesario, Del Cura acuerda puntos especiales para ello y va a domicilio con el paquete. Y ojo, porque el doblado va al gusto. Ahora arrasa el método de Marie Kondo: «Mucha gente guarda la ropa en cajones, en vertical, y esta manera de hacerlo hace que no se arrugue y ahorra espacio».
La fachada de un establecimiento dice mucho de él. Por eso, Tamara del Cura quería que fuera algo impactante, pero adecuado al negocio. Paseando por Indautxu vio una persiana con un grafiti que le robó el corazón.
Era obra del artista de Arrigorriaga @okiwork, un especialista en este tipo de murales. Se puso en contacto con él y la respuesta fue casi inmediata. «Vino de La Palma, donde vive ahora», señala. Cogió un vuelo con su pareja y su hija de un mes y en dos días transformó en pintura la idea de Del Cura.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El mastodonte de Las Contiendas y las diferencias con un mamut
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.