Las matronas vascas que asistieron a Verdeliss en su parto en casa

«Nos solemos encontrar con mucha alegría cuando llegamos a sus casas. Lo vivimos como una fiesta», nos cuenta Clara Rosas, matrona, osteópata y fundadora de Magale junto a Josune Ibargoyen, también matrona y experta en lactancia. Es un momento en el que todos se funden en abrazos, risas «y alguna que otra lagrimilla de emoción». Al fin y al cabo, ya son viejos conocidos que han compartido meses de charlas, acompañamiento previo y preparación al parto juntos. Hay quienes desean intimidad y estar únicamente con sus parejas; otras, prefieren dar a luz rodeadas también de sus hijos, padres o hermanos. Hay partos que son muy rápidos; otros, han podido durar hasta dos días. «Allí vamos sin reloj», puntualizan. «Hay tantos tipos de partos como mujeres en el mundo. Todos son diferentes y especiales».

Parir en casa o en un hospital es una cuestión que divide a la sociedad y genera cierta controversia entre los defensores de ambas opciones. La ley española no establece ninguna obligación en lo concerniente al parto, dejando a la mujer la posibilidad de elegir libre y responsablemente dónde quiere tener a su hijo. La mayoría lo hacen en centros sanitarios, públicos o privados, porque prefieren dar a luz en la seguridad de un hospital. Quienes eligen parir en casa asumen el riesgo que ello conlleva.

Lo que se pretende conseguir con el parto en casa es individualizar la experiencia sin regirse por protocolos, sino por el ritmo que marca la mujer. La madre manda en el proceso y las matronas son las invitadas a su hogar, donde le acompañan, ayudan y alientan. Como tales, visten con ropa cómoda y prescinden de la tradicional bata blanca, eliminando así una barrera visual y psicológica que huye de roles establecidos y propicia la cercanía entre ellas.

La casa se convierte en una especie de templo donde reina la tranquilidad, es un lugar conocido que aporta seguridad a la madre y que se adecúa si es necesario al gusto de la anfitriona. En opinión de Clara Rosas, el sitio que se elige para dar a luz no es una cuestión baladí, es algo que está en nuestro cerebro más primitivo. «Es casi un mecanismo de defensa. Nuestros ancestros nunca se ponían delante de un león para dar a luz. Hasta que no estaban en su cueva y se sentían en un entorno seguro el parto no comenzaba. Hoy en día, no va a avanzar como debe si la mujer no se siente cómoda, ni recogida, ni segura. Aquí entran en juego la oxitocina y las endorfinas», apunta. Teniendo en cuenta la fisiología del parto y el baile de hormonas que hay en él, la elección del lugar encuentra su razón de ser. «Hay mujeres que encuentran esa intimidad en su domicilio, donde esa oxitocina puede fluir a raudales por su sangre. Otras, lo sentirán en un hospital rodeadas de un equipo médico. Lo ideal es poder elegir y hacer lo que el cuerpo les pida».

Las matronas siempre llevan consigo una piscina hinchable de un tamaño considerable. Se rellena con una cantidad importante de agua que se mantiene caliente, algo que ayuda a que los tejidos se dilaten. La madre suele decidir en el momento si dar a luz ahí o no, según las sensaciones que tenga. El agua es una de las herramientas a las que estas matronas suelen recurrir para que las parturientas sobrelleven el dolor. «La evidencia científica ha demostrado que es seguro para los bebés, la transición en el agua es más pausada. Para las madres también representa grandes ventajas en cuanto al confort, la comodidad y a la hora de evitar desgarros en el periné», explica Clara.

Por otro lado, se nutren de los beneficios de la aromaterapia, utilizando aceites esenciales con diferentes propiedades según la necesidad de la mujer, y se esmeran en que esté nutrida e hidratada en todo momento. «El parto es como una maratón, por eso es importante comer y beber para mantener la fuerza en todo el proceso. La evidencia demuestra que el dolor es menor y los partos avanzan más rápido. Las mujeres que se ponen de parto no suelen tener mucha hambre, pero un dátil, un pedazo de chocolate o un trozo de fruta puede dar ese pico de glucosa que proporciona y mantiene la energía».

Todo transcurre en casa de manera natural y con la mínima intervención posible. «Podemos ver cómo evoluciona el parto de muchas formas: palpando la tripa y viendo cómo está colocado el bebé, observando cómo está la mujer, los ruidos que hace, las posturas que adopta, incluso, el olor del parto te puede dar muchas herramientas para saber en qué punto estamos. Tenemos una visión mucho más holística. Los tactos vaginales los dejamos únicamente para los partos que no fluyen», explica Rosas.

Del mismo modo, tampoco utilizan medicación para acelerar el proceso ni para paliar el dolor, pero sí que llevan consigo todo lo necesario para hacer el correspondiente seguimiento del proceso: Doppler para escuchar los latidos, tensiómetros, termómetros… También están provistas de material por si hubiera una emergencia: un ambú para reanimar al bebé, oxígeno, medicación para contraer el útero si fuera necesario y todo tipo de medicación para coger una vía.

Al hospital solo acuden cuando algo no va bien, por eso, solo atienden partos en Gipuzkoa y alrededores siempre que estén a menos de media hora de un centro médico. «El porcentaje de traslados es de un 20%. La mayoría es porque el parto no avanza, porque la mujer tiene mucho dolor y necesita la epidural o porque se rompe la bolsa y el líquido es más oscuro de lo normal», asegura Clara. Entre el 1 y el 2 % de los casos sí que son traslados urgentes, aunque las matronas suelen tener la medicación necesaria para hacer la primera intervención en casa.

Para que un parto pueda ser asistido en el domicilio con garantías ha de ser un embarazo de bajo riesgo y cumplir las siguientes condiciones: que esté planificado entre las semanas 37 y 42, que sea de un solo bebé y venga de cabeza, que las analíticas y ecografías sean correctas y que esté atendido por dos matronas. «Según los estudios, el riesgo de mortalidad/morbilidad perinatal o neonatal en mujeres de bajo riesgo que optaron por un parto domiciliario son similares a los que se producen en el hospital», puntualiza Rosas.

Mucho se ha hablado en las últimas semanas de Estefanía Unzu, más conocida en redes sociales como Verdeliss. La 'youtuber' e 'instagramer' navarra anunciaba el pasado 8 de febrero el nacimiento de la pequeña Deva, su octavo retoño. Algo reseñable, dado que la media de hijos que tiene una mujer en España es de 1,2, según el Instituto Nacional de Estadística. Un dato que no es lo único excepcional de este alumbramiento, ya que «nació enmantillada, danzando en su líquido amniótico, nunca llegó a romper la bolsa». Un fenómeno que sucede en un parto de cada 80.000. Días más tarde, y también desde su ventana digital, la que fuera concursante de 'Gran Hermano VIP' quiso compartir el impactante vídeo de su parto.

Como se puede observar, se produjo en casa y en compañía de su extensa familia. Estuvo asistido en todo momento por Clara Rosas y Josune Ibargoyen, de Magale. «Fue maravilloso, un regalo», aseguran estas matronas que, a lo largo de este año, han participado en 81 partos domiciliarios. Con este vídeo, la 'influencer' quiso lanzar un mensaje documentado a la sociedad para desestigmatizar en España los alumbramientos que tienen lugar en casa, en vez de en un hospital, algo que en otros países está totalmente normalizado y se incluye en la Seguridad Social. En este caso, este servicio tiene un coste entre 2.000 y 3.000 euros. «Todo padre desea lo mejor para sus hijos, no es una decisión desinformada, irresponsable ni fruto del capricho», puntualizaba.