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¿Hemos cambiado en menos de dos semanas? Creo que no, que hemos puesto en marcha recursos que nunca habíamos necesitado antes; ante situaciones nuevas, recursos nuevos.
En un día fuimos capaces de pasar de estar con cincuenta personas, a estar con una, dos, ... tres o ninguna, dependiendo de la estructura familiar de cada uno. Pasamos de estar en bares, trabajos, por la calle o en el transporte público a estar en casa sin salir. Los cambios que hemos tenido que hacer son innumerables, nos los cuentan constantemente en los medios de comunicación y en muchos artículos diarios, pero no por ello dejan de sorprenderme.
A partir de estos cambios, que además han generado tanto silencio en nuestras calles, me da por reflexionar todo lo que ha cambiado el mundo en menos de dos semanas, y hasta me pregunto si no era necesario que pasara algo para poder parar. Evidentemente, no de esta manera tan trágica, dolorosa y catastrófica como está siendo, pero simplemente parar.
El mundo volaba, los humanos también, nuestro día a día en esta sociedad acelerada de carreras, impulsividad, egoísmo, contaminación o consumismo se ha convertido en silencio, encierro, convivencia familiar y amor a distancia.
Ahora tenemos todos un objetivo común, (¡qué raro!, esto no suele pasarnos…). En estos momentos todos luchamos por lo mismo y de alguna manera estamos unidos. Los aplausos de las ocho de la tarde cada día me inspiran algo diferente: sentido de comunidad y unión con el resto, fuerza para luchar, ánimo, alegría de ver que todos queremos lo mismo, ganas de gritar «¿qué tal estáis?» muy fuerte y muchos otros sentimientos. Me emociona ver cómo respondemos todos igual cuando pasa una ambulancia, un autobús o un coche de policía. Sinceramente, esto sólo lo había observado a la gente en los campos de fútbol, felices y locos por un gol de su equipo favorito.
Ahora, cuando saco a mi perrita veo a otros dueños que seguramente han pasado muchas veces cerca de mí cuando iba atenta a mi móvil, y ahora les saludo y les sonrío; y ellos me responden con otra sonrisa. Ahora que hemos parado, somos más conscientes del otro, y de lo que puede estar sintiendo. Supongo que también estamos ganando en tolerancia, porque ahora somos vulnerables, no invencibles como muchas veces nos hemos creído; y la vulnerabilidad te hace más sensible, tolerante y humilde. De alguna manera, estamos echando mano de recursos personales que no sabíamos ni que teníamos, y nos damos cuenta de que vivimos en una situación nueva, adaptándonos a ella y haciéndolo de la mejor manera posible.
Si somos capaces de generar algo bueno parando una semana, creo que algún aprendizaje tenemos que obtener. ¡Eso sí! Cada persona sacará uno diferente y esto también nos ayuda a crecer.
Y nos entra miedo, al menos yo no lo voy a negar, me pregunto muchas veces si esto acabará, si seguiremos teniendo comida o si no habrá que tomar todavía medidas más drásticas. Me hago muchas preguntas que nadie me puede responder porque ni el más sabio, ni el más rico, ni el mas guapo tiene las respuestas. Sin embargo, me digo «vamos a ver qué tal hoy, hay que empezar este día», y enseguida me doy cuenta de la suerte que tengo de poderlo vivir.
Es cierto, vamos a necesitar mucha fuerza para mantener este ánimo y poder seguir unidos. Nuestra gente y nosotros mismos podemos caer enfermos y necesitamos estar «juntos» para seguir adelante. Desde mi punto de vista, esto es lo más importante, que nos mantengamos así, que no pasemos al egoísmo que a veces nos invade y seamos capaces de pensar un poco en el otro, cuando vamos al supermercado, a la farmacia o estamos en nuestras ventanas o balcones. Mucho ánimo, suerte y fuerza para que sigamos manteniendo el objetivo común como prioridad.
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