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nerea bergara
Miércoles, 12 de agosto 2020
Hace unas semanas celebrábamos el primer cumpleaños del hijo de una buena amiga con la polémica encima de la mesa: la foto de Pilar Rubio espléndida y maravillosa en la cama del hospital con su cuarto hijo recién nacido. No podíamos entender de dónde habría ... sacado la fuerza y las ganas de posar. Claro, con un séquito de profesionales de la estética a su lado, quién no podría salir así de bien, incluso cuando tu cuerpo acaba de pasar por una experiencia extrema, físicamente hablando.
Ahora que ha pasado un año desde que mi amiga Amaia pasó por la misma experiencia, reflexionamos largo y tendido sobre la maternidad real. Este tipo de maternidad se define por vivir miedos, inseguridades, dolores, alegrías y temores a lo largo del embarazo, durante el parto y después, en el postparto y en la crianza. El matiz que la diferencia de la que nos encontramos en las redes sociales es que en la segunda, todo parece bonito e indoloro, como si tu vida apenas hubiera cambiado. Pero la realidad es bastante diferente, independientemente de que seas madre primeriza o de que pases por tu tercer embarazo. Porque, además, la mayoría de nosotras no contamos con los mismos recursos de las madres 'influencers'.
Al ver esta publicación he necesitado trasladar la verdad tras el embarazo y la maternidad en general. Por supuesto, sabiendo que cada proceso es único y respetando a todas las madres, sea cual sea la experiencia por la que han pasado o están pasando. Aprovecho para agradecerte Amaia el haber compartido tu experiencia y por regalarme la verdad tras ella. Porque como decíamos el otro día, nadie te cuenta la otra cara de la moneda, la que nadie quiere reconocer, en la que aparece el miedo y el sufrimiento.
Comencemos por el embarazo, tras la ilusión de la noticia aparecen los miedos y las dudas. Generalmente, hasta el tercer mes de gestación no sabes cómo van las cosas. Conciliar esta incertidumbre con tu vida profesional no es fácil, más aún si tienes un trabajo muy físico o tienes un embarazo de riesgo. Para la mayoría de las mujeres, además, aparece el miedo a un posible despido o a la no renovación del contrato. Mientras tanto, el cuerpo se enfrenta a unos cambios muy drásticos, todo se mueve para hacerle sitio. Y a esto añádele los cambios hormonales, que derivan en unos vaivenes emocionales de campeonato. La alimentación se convierte en una odisea, ya que es aconsejable prescindir de bastantes alimentos. ¿Y si tienes náuseas o vómitos? Entonces, ya puedes ir despidiéndote de las comidas. Muchos alimentos que te gustaban pasan a darte un asco enorme y, viceversa, ni tú misma lo entiendes. Imagina las cenas o comidas fuera de casa, te conviertes en la rara del grupo, la que siempre pone pegas en los planes porque no vale cualquier restaurante, ni cualquier menú. Todo esto suponiendo que se trata de un embarazo sin complicaciones, tanto para la madre, como para el bebé.
Si todo va bien, tras nueve meses llega el día esperado. Como Amaia me decía «sientes muchas ganas porque por fin podrás verle la carita, aunque a la vez estás muerta de miedo». En las clases de preparación para el parto te han explicado todo lo que hay que hacer, pero en ese momento las ideas se te ponen patas arriba. Si tienes suerte, el proceso de dilatación será rápido y si no, te esperan largas horas con contracciones. Por lo general, se recomienda el uso de la epidural y en ese momento puede ser lo que más desees del mundo. Nada más ponerla puedes experimentar temblores o vómitos, y tras el parto supone una recuperación más lenta. La duración del parto depende de muchas circunstancias. Por suerte, el equipo de profesionales está a tu disposición, proporcionando aliento y acompañamiento.
Una vez ha sido el parto y volviendo al momento de Pilar Rubio, te encuentras agotada, sin ganas de que nadie te vea, porque estás con unas pintas que describen perfectamente por lo que se acaba de pasar. Casi no tienes ni ganas de peinarte, bueno, más bien no piensas en tu pelo. Menos aún te acuerdas de coger el móvil. Tienes otras prioridades y aparecen nuevos miedos: ¿cómo doy el pecho? ¿Cada cuánto tiempo? ¿Y si no para de llorar?
Y cuando por fin vas a casa, más miedos. Lo intentas hacer lo mejor que puedes, en muchos casos con la ayuda de tu pareja. Los niños vienen sin un manual de instrucciones y nadie te ha explicado cómo es esto de la maternidad. Muchas veces puedes sentirte sola, aunque estés acompañada. Todo se centra en el bebé, dejas de ser tú misma para ser 'la madre de'. En este momento, es muy común que aparezcan etapas de ansiedad y depresión, incluso que pases por la depresión postparto. Todo ello provocado, principalmente, por los cambios hormonales, que afectan directamente al estado emocional de la madre. Siempre vas a vivir por y para tu hijo o hija, aunque en los primeros meses la atención es exclusiva para el bebé. Si casi no tienes tiempo ni de ducharte, como para grabar vídeos y preparar publicaciones cada día en Instagram.
Por último, en cuanto a la recuperación física, no es tan importante como en las redes sociales se plasma. Estoy pensando en la última publicación de Pilar Rubio, en la que en un vídeo muestra cómo su tripa hinchada tras 11 días del parto «ya casi ha desaparecido», dice orgullosa. Acabemos con la idea del perfeccionismo estético, de la obsesión con el vientre plano. La salud es lo que importa, la salud física y la salud mental. Por mucho ejercicio que hagas durante el embarazo y el postparto, es inevitable que quede alguna marca. Esta obsesión por el culto al cuerpo provoca un aluvión de complejos, sobre todo, si no contamos con el tiempo ni los recursos para contratar entrenadores personales, estilistas y maquilladoras. En la maternidad hay ojeras, acné, unos kilos de más, arrugas, pliegues y malas caras. No son marcas, ni complejos, sino señales de haber creado vida.
* Nerea Bergara es psicóloga y educadora social.
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