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Las razones por las que abandonamos nuestros objetivos y nos cuesta tanto cambiar de hábitos.
Por qué abandonamos nuestros objetivos y propósitos

Por qué abandonamos nuestros objetivos y nos cuesta cambiar de hábitos

Comer mejor, hacer deporte, dejar de fumar... son algunos de los propósitos que nos marcamos cada año y que muchas veces no cumplimos. ¿Por qué sucede esto?

Patricia Aguirre

Psicóloga en Centro Psicología Bilbao

Viernes, 13 de mayo 2022, 01:10

Todos hemos intentado alguna vez cambiar de hábitos y todos hemos fracasado alguna vez -o unas cuantas- en el intento. Cuando llega septiembre, que marca el inicio del curso, o cuando se aproxima un nuevo año toca echar la vista atrás y comprobar si junto ... a esos propósitos u objetivos que escribíamos hace 365 días podemos marcar un tic. Es lógico que queramos apartar lo malo y construir lo bueno. Una dieta más saludable, hacer deporte o dejar de fumar ocupan el top 3 de los propósitos más repetidos. Si no puedes hacerlos cada vez que te lo propones, no estás solo. Un estudio de FranklinCovey señala que solo el 20% de las personas que dicen que empezarán el año con nuevos hábitos los cumplen y que un tercio de los que se lo proponen los abandonan antes si quiera de que acabe enero. Y, claro, nuestra frustración aumenta. ¿Por qué no cambiamos aún sabiendo que es lo mejor para nosotros? La respuesta a esta pregunta no es sencilla, ya que los cambios dependen de la cantidad de motivación que tengamos, de nuestra habilidad para cambiar y de los objetivos, entre otros factores. La realidad es que no es una tarea fácil y, en muchas ocasiones, se necesita la ayuda profesional para saber cómo acometer el primero de los propósitos, común a todas las listas: cumplirlos.

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Pero, ¿qué podemos hacer nosotros para implementar nuevos hábitos? Lo primero es entender el cambio y sus fases. Cuando hablamos de cambio, hablamos de que toda persona pasa por diferentes fases hasta conseguir sus objetivos. Estas fases fueron propuestas por Prochaska y DiClemente, dos de los autores más importantes en este campo. Es útil conocer en qué punto nos encontramos, ya que en cada una de estas fases aparecerán dificultades y así podremos llevar a cabo diferentes acciones para sortearlas.

La primera fase es la de precontemplación. Aquí todavía no somos conscientes de que tenemos que hacer ningún cambio en nuestra vida y, por tanto, no estaremos dispuestos a cambiar. Aquí el entorno juega un papel importante, ya que nos va a dar información de los cambios que sería bueno que hiciésemos.

La siguiente fase es la de contemplación, donde nos hacemos conscientes del problema y comenzamos a plantearnos un posible cambio. En este paso, es interesante conocer el término de ambivalencia. Un concepto que se refiere a cuando en nuestro planteamiento se encuentran dos ideas contrarias. Por ejemplo, quiero dejar de comprar tanta ropa, pero a su vez me gusta tanto y me veo tan guapa que no quiero dejar de hacerlo. Esa ambivalencia suele ser aquello que nos impide dar el paso y, por ello, es interesante que la reduzcamos al máximo. Para ello, es imprescindible plantearse aquellos beneficios que nos va a reportar el cambio tanto a corto, a medio, como a largo plazo.

Otra de las claves que nos pueden ayudar a resolver esta ambivalencia es identificar aquellos aspectos por los que no queremos cambiar y ver si de alguna manera podemos sustituir esas conductas por otras. Por ejemplo, si una de las razones por las que no se quiere dejar de fumar es porque el tabaco proporciona calma, sería interesante buscar otras formas de relajarse. Aunque en algunas ocasiones la ambivalencia es tan fuerte e indescifrable, que se necesita ayuda profesional para resolverla y poder comenzar el cambio.

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Una vez superado el paso de contemplación, pasaremos a la fase de preparación. Es aquí donde estamos motivados para comenzar a realizar cambios. La motivación es intrínseca, es decir, viene de dentro y queremos cambiar porque nos va a reportar beneficios a nivel personal. En esta fase del cambio, es crucial plantearse los objetivos de manera correcta para que sean alcanzables.

Las características que tiene que tener todo buen objetivo son las siguientes:

- Tiene que ser relevante para nosotros y para nuestra vida, puesto que así nos sentiremos más motivados.

- Es preferible plantearlo en positivo, es decir, en términos de hacer algo en vez de dejar de hacerlo.

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- Cuanto más simple sea el objetivo, más fácil será alcanzarlo y más motivados nos sentiremos para seguir avanzando.

- La concreción es algo que no puede faltar a la hora de plantearnos objetivos. Por ejemplo, no es lo mismo decir: 'quiero leer más', que 'quiero leer 15 minutos al día'.

- Debe ser medible, es decir, tenemos que tener una forma de saber si lo estamos llevando a cabo o no. Por ejemplo, comer sano es algo que no es medible, pero comer tres piezas de fruta al día es fácilmente verificable.

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Momento de pasar a la acción

Una vez planteados los objetivos, pasaremos a la fase de acción, en la cual comenzaremos a realizar cambios concretos. En esta etapa, la planificación es imprescindible, es decir, fijar qué voy a hacer, cuándo y cómo. Además, tendremos que implementar nuevas habilidades que requieran de un periodo de aprendizaje, por ello, ser benevolentes con nuestros propios errores es crucial para no rendirse.

Por otro lado, está demostrado que cuando percibimos los cambios como deberes y normas, es más probable que los dejemos de lado abandonando así nuestro objetivo. Por tanto, es interesante tener muy presentes los beneficios que nos proporciona el cambio a corto plazo y no tanto nuestro objetivo a largo plazo. Si nos planteamos, por ejemplo, salir a correr, pensar en que nos da pereza, pero que conseguiremos dentro de unos meses la forma física que deseamos, no ayudará demasiado, en cambio, podemos visualizarnos a nosotros mismos volviendo de hacer ejercicio, con esa sensación de satisfacción por haberlo hecho.

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Las rutinas son claves

Tras esta fase de acción, estaremos en la fase de mantenimiento. Suele decirse que para que nuestras acciones se conviertan en hábitos tienen que pasar al menos 21 días, pero cuando se trata de hábitos relacionados con la salud, la mala noticia es que se necesitan más. Aquí las rutinas y la planificación siguen siendo claves. Poco a poco, nos iremos acostumbrando a estos nuevos hábitos y se convertirán así en parte de nuestra vida diaria.

La recaída

Por último, se encuentra la fase de recaída. Se considera que sin haber experimentado una recaída, no hay adquisición de hábitos. Esta fase suele ser realmente frustrante, pero como no somos robots programables, es muy probable que en alguna ocasión volvamos a caer en aquellos hábitos que queríamos eliminar. Lo importante en esa fase es aprender de los errores cometidos para poder prevenirlos en el futuro.

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Por tanto, aunque los cambios de hábitos están presentados como una serie de pasos que hay que seguir, la realidad es que no es nada fácil y que, en muchas ocasiones, necesitaremos estar acompañados de profesionales cualificados que nos ayuden y apoyen a implementar nuevos aprendizajes.

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