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Dan igual las anotaciones que hagamos en la agenda para organizarnos mejor. Al final del día sentimos que nos falta tiempo para todo. Incluso durante el confinamiento, muchos creíamos tener una generosa provisión de horas, pero la jornada seguía esfumándose por arte de magia. ... Con la vida tan acelerada que llevamos, muchas veces nos repetimos a nosotros mismos expresiones como «no me da la vida» o «no doy abasto». Sin embargo, ¿cómo es posible que a otras personas les cunda tanto el tiempo si el día tiene las mismas horas para todo el mundo?
En este sentido, existen numerosas leyes en relación al tiempo y a su gestión. En este artículo, hablaré de cinco de ellas y de cómo aprovecharlas para que sean de utilidad.
Según esta regla, el 80% del tiempo genera solo el 20% de los resultados y el 80% restante de los resultados se logra con solo el 20% del esfuerzo. O expresado de otro modo, consigues hacer el 20% de las tareas en el 80% del tiempo.
Lo que este principio pone de manifiesto es que necesitas PRIORIZAR. En este sentido, en realidad el tiempo es el que es: no podemos alargar las horas del día. Normalmente, se habla de gestionar el tiempo, pero en realidad lo que hay que gestionar son nuestras prioridades. ¿Por qué una persona saca tiempo para hacer deporte un ratito todos los días? La respuesta es sencilla: porque lo prioriza. Seguramente, haya otras cosas que tenga que dejar de hacer o posponer.
Por lo tanto, es importante ser conscientes de cuáles son nuestras prioridades y de las decisiones que vamos tomando en el día a día. Probablemente, cuando dejamos de hacer algo no es por falta de tiempo, sino porque puede que esa tarea no esté en este momento entre nuestras prioridades, y si lo está, entonces tenemos que revisar las decisiones que estamos tomando porque, curiosamente, no tomar decisiones también es decidir.
Esta ley determina que cualquier trabajo se expande hasta agotar el tiempo destinado a que se haga. ¿Te suena? Básicamente, lo que viene a decir es que si tienes 3 días para hacer una tarea, los dedicarás a esa tarea, y si al mismo tiempo tuvieses un solo día, lo podrías hacer en este tiempo. ¿Cuántas veces has alargado las tareas pendientes hasta la fecha tope y luego las has acabado entregando a tiempo?
Por ello, esta ley destaca la necesidad de concentración y programación. Es decir, planificar qué tareas hay que hacer y dosificarlas en pequeñas partes para poder agendar cuándo se va a hacer cada una.
El 70% de lo que nos preocupa ya ha ocurrido o nunca llegará a ocurrir. ¿Cuánto tiempo invertimos en los «y sí…»? Esta ley pone el énfasis en la necesidad de ocupación, es decir, de ocuparse en lugar de preocuparse, ya que preocuparse equivale a ocuparse antes de tiempo. En lugar de pensar «¿y si no me mandan la documentación?», sustituir este pensamiento por uno más operativo que nos ayude a desarrollar un plan: «en cuanto se retrasen un día con la documentación, les escribiré para recordárselo».
«Cada persona está sometida a múltiples ritmos biológicos que deben ser tenidos en cuenta en la programación de las actividades», dice esta ley. Es decir, no todas las personas rendimos igual en los mismos momentos del día. Hay quienes se concentran mejor a primera hora de la mañana, y quienes, por el contrario, rinden más a la noche (matutinos y vespertinos, respectivamente). Por ello, cualquier planificación que hagamos del tiempo requiere que sea personalizada, puesto que no hay una técnica que funcione siempre con todo el mundo. Por tanto, es fundamental hacerse un 'planning' de trabajo o de estudio que sea personal y que recoja las peculiaridades de cada uno. Por ejemplo, las personas a las que les cuesta concentrarse tendrán que organizar las tareas dosificándolas en pequeñas tareas de poco tiempo de duración, de modo que puedan hacer algunos descansos breves. Por el contrario, hay gente a la que le cuesta empezar, pero luego mantiene bien la concentración, por lo que en estos casos se recomienda que las tareas lleven más tiempo para aprovecharlo y no meter interrupciones con cambios de tarea.
Según esta ley, el tiempo tiene una dimensión objetiva y una subjetiva en función del interés sentido por la actividad ejercida. Esto quiere decir que el paso del tiempo, aunque es objetivo en cuanto a que es medible, también se puede percibir de forma subjetiva. Por eso, si estamos realizando una actividad que nos agrada, el tiempo se nos pasa volando, y viceversa. En este sentido, es recomendable la motivación en las cosas que hacemos. Tener claros cuáles son nuestros motivos para hacerlas, además de los objetivos o metas que perseguimos. Y disfrutar simplemente de la tarea (que en sí mismo eso ya es un objetivo).
Las leyes de la gestión del tiempo nos dan pistas de algunas necesidades que tenemos que cubrir para ser eficientes. ¡Ahora sólo queda ponerlo en práctica!
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