Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La felicidad es un tema que lleva preocupando a la humanidad durante miles de años. Pese a que ha sido objeto de estudio de filósofos o escritores, aún dudamos cuando alguien nos pregunta si somos felices y parece que nunca llegamos a descubrir la receta ... de la felicidad. Algunos de los motivos por los que vivir es cada vez más desquiciante pueden encontrarse en la mayor exigencia de la sociedad actual, que nos empuja constantemente a salir de nuestra zona de confort, perseguir nuestras metas y romper nuestros límites, porque nos venden que nada es imposible. Todo depende de nosotros mismos. Todo lo debemos afrontar con sentido del humor y una sonrisa. Además, en las redes sociales todo el mundo parece más alegre y exitoso que yo. «¿Qué estoy haciendo mal? ¿Qué puedo hacer?», llegamos a preguntarnos cuando nos invade la frustración.
En mi opinión, la felicidad es un estado de equilibrio en el cual las emociones cumplen su papel adaptativo, por explicarlo de alguna manera. Es decir, ese intento de la sociedad y de nosotros mismos de alcanzar la plenitud como una meta es tremendamente frustrante e infructuoso, porque no responde a la realidad.
A lo largo de nuestra vida, vamos a tener problemas, pérdidas y, en algunos momentos, estaremos tristes, ansiosos, con miedo, nos sentiremos culpables… y eso no tiene por qué estar reñido con ser feliz. El problema es que muchas veces nos planteamos la felicidad como una meta y no como un camino del que hay que disfrutar.
En los últimos años, con el desarrollo de la psicología positiva, ha habido un incremento importantísimo de los estudios relacionados con el bienestar. Uno de los modelos que se maneja actualmente, señala que «el 50% de nuestro bienestar viene dado por nuestra carga genética». Es decir, algo así como el peso corporal: si mis padres sufren sobrepeso, es más probable que yo también lo padezca.
Según este modelo, las circunstancias externas solamente representan un 10% del bienestar, es decir, la casa que tengamos, nuestra pareja o trabajo… solo equivalen a ese pequeño porcentaje de felicidad. Sin embargo, centramos nuestros esfuerzos del día a día en intentar cambiar esas circunstancias externas, por ejemplo, trabajando duro para irnos a playa o comprarnos un coche mejor.
El otro 40% de nuestra felicidad depende de lo que hagamos en nuestro día a día por estar bien, es decir, nuestros hábitos diarios. Si nos fijamos, es mucho más fácil invertir tiempo en modificar ese 40%, que se produce mucho más a corto plazo, que intentar modificar nuestras circunstancias. Es decir, ¿me va a hacer más feliz una casa más grande? Probablemente, al principio sí, seguramente tendré un pico de felicidad y de alegría, pero luego me voy a acostumbrar a esa nueva vivienda y voy a volver a mis niveles previos de bienestar. Además, para comprarme una casa más grande igual tengo que trabajar 20 años.
Nuestra genética es inmodificable y nuestras circunstancias vitales son difíciles de cambiar a corto plazo, pero tenemos gran influencia en nuestra actividad diaria. Por tanto, vamos a ver qué actividades o que técnicas promocionan mucho más nuestro bienestar y nuestra felicidad y qué podemos empezar a practicar en nuestro día a día para aumentar ese 40% sobre el que tenemos un mayor control.
1) Uno de los primeros pasos que tenemos que dar para empezar a tener una rutina adaptativa de vida es movernos más, fomentar el ejercicio físico. Hay multitud de estudios que demuestran que hacer ejercicio físico entre 3 o 4 veces por semana durante diez semanas tiene efectos similares a los antidepresivos en problemas del estado de ánimo y de ansiedad.
2) Relaciones sociales. Es fundamental que tengamos a nuestros seres queridos cerca, que hablemos, nos expresemos, que compartamos… Los estudios longitudinales con personas que son muy felices dicen que la variable que explica el bienestar es la calidad del apoyo social. Por tanto, es mucho más importante tener cerca a los amigos y a la familia que tener mucho dinero o un coche nuevo.
3) Aprender a vivir el momento presente, la práctica del mindfulness, es decir, conectarnos con el aquí y el ahora. Normalmente, nos pasamos media vida pensando en lo que tenemos que hacer en el futuro y otra media vida lamentándonos por los errores que hemos cometido en el pasado. Y casi nunca estamos viviendo el momento presente. Y si nos fijamos, probablemente en los recuerdos más felices de nuestra vida estábamos centrados en el momento presente. Por ejemplo, ante un paisaje sobrecogedor, en un concierto, durante una conversación agradable… Ese tipo de cosas ocurren porque estamos viviendo el presente.
4) Programar actividades de ocio que nos gusten: Hay mucha gente que durante todo su día, de lunes a viernes, solamente tiene obligaciones. Y después nota que está más ansioso, más triste… Se trata de algo completamente normal. Uno de los modelos clásicos que explican la depresión es la pérdida de reforzamiento. Por tanto, es recomendable realizar durante nuestro día a día actividades que nos gusten.
5) Cultivar el optimismo: Muchas veces caemos en el pesimismo, en la queja, en ver el futuro de forma desesperanzadora… No tenemos que caer tampoco en la trampa del optimismo ingenuo (pensar siempre en positivo). Esta mentalidad lo único que nos va a traer será decepciones. Tenemos que ser realistas y aprender a regular nuestros estados emocionales para que cuando se presente un problema sepamos gestionarlo de la mejor forma posible.
6) Amabilidad: No solamente reporta bienestar al que la recibe sino a la persona que es amable. Si yo soy amable voy a mejorar la vida de mi entorno y me voy a sentir bien por ello. Además, cuando realizamos un acto amable aumentan las posibilidades de que la persona receptora lleve a cabo otra conducta agradable.
7) Mostrarse agradecido: Poseemos una tendencia innata a acostumbrarnos a lo que tenemos (se llama adaptación hedonista). Es lo que comentábamos antes cuando decíamos: «me compro una casa nueva, pero al tiempo vuelvo a los niveles previos de bienestar». Pero si nos mostramos agradecidos y cada día nos fijamos en la suerte que tenemos, en lo que hemos conseguido, esa adaptación hedonista será menos intensa y podremos disfrutar más de todo aquello de lo que disponemos.
Muchas veces nos centrarnos en lo malo, en el peligro. Y es que al final el cerebro esta hecho para que sobrevivamos, no para ser felices. Pero en nuestro día a día no hay ningún peligro, generalmente casi todo es bueno, tenemos un montón de comodidades y oportunidades a nuestro alcance.
8) Cuidar las relaciones: Las relaciones sociales son como un jardín. Para que florezcan debemos dedicarles tiempo y cariño. Pongámonos a ello.
9) Aprender a perdonar: Para desprendernos de la ira o la culpabilidad, es importante aprender a perdonar. Podemos empezar por escribir una carta de perdón dirigida a los demás o a nosotros mismos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.