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PAULA FERNÁNDEZ SOLÓRZANO
Martes, 2 de julio 2019, 22:29
Siempre os cuento que este mundo de la maternidad es muy nuevo en todos los aspectos. Un descubrimiento continuo, una nueva manera de ver la vida y apreciar los detalles de manera diferente. Situaciones, sentimientos o experiencias que antes pasaban desapercibidas o, simplemente, no prestabas ... atención. Todas ellas forman parte de este universo mágico donde aprendemos cada día, al tener hijos empiezas a dar más importancia a lo que ocurre a tu alrededor.
Desde que nuestros hijos comienzan a ir al parque, a la guarde o al cole nos relacionamos y tenemos más contacto con otras familias. Es inevitable analizarlas y darte cuenta de la cantidad de familias diversas que nos acompañan hoy en día.
Familias con padres separados, madres solteras, con niños adoptados, reconstruidas, con dos madres, o dos padres, familias transculturales… Es evidente que el mundo está evolucionando, los cambios socioculturales empujan a abrir y flexibilizar la estructura familiar y ya no sólo existe la llamada 'familia tradicional' compuesta por ama y aita.
Recuerdo especialmente el día del padre en el colegio de mi hija India como punto de reflexión. No se celebró, el centro decidió que no había que señalar como especial ese día que representa la figura paterna en el entorno familiar, precisamente por la cantidad de familias diversas que existen. Después, ocurrió lo mismo con el día de la madre. Yo no estuve muy de acuerdo con esta decisión, los que me vais conociendo sabéis la importancia que le doy a este tema y la forma de educar en la diversidad que tenemos con India, pero soy de las que piensa que dar o restar importancia a las cosas causa el efecto contrario y, en consecuencia, que no las normalicemos. Hay familias sin padres, pero no por ello olvidemos las que sí las tienen, incluso dos.
Si somos capaces de normalizar la diversidad entre las diferentes familias, seremos capaces de acompañar mejor a los niños en su desarrollo.
La educación en diversidad es muy importante tanto en las escuelas como en casa desde pequeñitos. Las primeras edades de los niños no discriminan, son puros, y el problema, muchas veces, está en las familias, a quienes les cuesta más entenderlo que a los niños, normalmente guiados por estereotipos o tradicionalismos.
Los niños preguntan y deben tener respuestas, hacer la diversidad visible y hablar de ella sin rodeos. Ser sinceros es apoderar a nuestros hijos. Enseñarles que, si hay un buen ambiente entre los miembros familiares, cualquier familia es buena, que es más importante la calidad de la relación familiar que la estructura en sí misma.
Al final, lo importante es que seamos capaces de entender que, independientemente de la estructura familiar, el objetivo debe ser educar al niño desde el amor y el bienestar que esa familia pueda dar. Seguridad, estabilidad, desarrollo y evolución es lo que un niño necesita y la familia es el eje fundamental para ese desarrollo.
La diversidad familiar es una realidad educativa y social. ¡Normalicemosla!
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