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HAIZEA ECHEGARAY
Viernes, 15 de mayo 2020
El otro día leía: «Despedimos el abril mas lluvioso, pero en el que menos nos hemos mojado». Y razón tenía quien lo escribió porque hemos dado carpetazo al cuarto mes del año desde casa; desde esa ventana por la que entra un atisbo de luz, ... un destello de vida. Esa ventana que se ha convertido en nuestra pantalla durante días que parecían una película (de terror en ocasiones). Hemos visto desde Ferias de Abril en patios interiores, hasta bodas en los balcones o patrullas policiales cantando el «Cumpleaños Feliz». Y es que hemos pasado del qué van a hacer por mí, al qué puedo hacer por los demás.
Siete semanas han pasado desde que comenzase «la pesadilla». Siete semanas en las que sin darnos cuenta hemos cambiado mucho. Antes nuestro ritmo era frenético, sin tiempo (decíamos) para llamar a los amigos, para mirarnos a la cara, para hablarnos a través de los ojos. Todo se basaba en mensajes o audios para comunicarnos. Las visitas siempre las dejábamos para mañana con la fácil respuesta del «no llego, no me da la vida».
50 días después y tras haber estado más de 1200 horas sin apenas pisar la calle, hoy podemos afirmar que no somos los mismos. ¿Qué daríais por un abrazo o por un secreto al oído?
Sabemos que todavía queda mucho tiempo para que se abra la puerta a la llamada «nueva normalidad», un nuevo escenario que esperamos entre dudosos e ilusionados. Pasear, salir a por el pan, comprar el periódico en el kiosko más cercano, incluso practicar deporte... todo esto lo podemos hacer, pero esto es algo momentáneo, una solución intermedia antes de que todo pase. Porque lo que realmente nos hará estar en calma y en paz será volver a ver y abrazar a nuestros seres más queridos.
Si os hubieran dicho hace dos meses que no podríais ver a vuestros padres, hermanos o amigos por un periodo indefinido, ¿os lo hubierais creído? Nunca imaginamos poder estar tanto tiempo así, limitados y confinados, porque la falta de libertad es algo anti natural en nuestra sociedad. La necesidad de contacto es real: piel con piel, como los bebés con sus progenitores. Darles la mano a los aitites y a las amamas para cruzar la calle; besos, a millones a poder ser, para celebrar la vida; abrazos, de los buenos, de esos que te rodean, que son refugio, cuando las cosas no van bien... ¡y el olor de nuestra madre, la madre que nos parió! Único e inigualable.
El primer domingo de mayo no fue fácil para nadie. Debemos estar tan agradecidas a ellas... De su tesón, de sus ganas de vivir y de su buen hacer. Ellas, las que todo lo saben, las que que todo lo encuentran. Mujeres que si quieren la luna, se la bajan ellas mismas. No sé si las nuevas generaciones «estamos hechas de la misma pasta», pero lo intentaremos. Esta crisis sanitaria nos ha devuelto a la vida real, a lo importante y no a lo circunstancial.
Decía Sabina, hace mas de 30 años, que «le habían robado el mes de abril, que lo tenía guardado en el cajón donde guardaba el corazón». Pues en este punto del partido querido Joaquín, yo ya no me guardo nada. No dejo nada en el tintero. No hay tiempo que perder. Y desde aquí os invito a hacer este mismo ejercicio. Debemos pensar y analizar cuántos sentimientos tenemos custodiados, cuántas conversaciones tenemos pendientes...
¿Nos ponemos la tarea de llegar a aquellos que tanto echamos de menos? Os invito a hablar desde dentro, sin miedos ni complejos, verbalizando un «te quiero» sin sonrojarnos y sin sentirnos cohibidos.
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