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Leticia Calvete, trabajadora social perinatal y madre de tres niños, cuenta su experiencia tras no haber podido dar de mamar a sus tres hijos. Nerea garaizar (uneak fotografía)
No he podido dar pecho a mis hijos: No soy mala madre por no haber podido dar de mamar a mis tres hijos
No he podido dar pecho a mis hijos

No soy mala madre por no haber podido dar de mamar a mis tres hijos

La lactancia materna presenta múltiples beneficios, pero no hay que presionar a las madres que no pueden o no quieren dar el pecho a sus bebés

Leticia Calvete

Trabajadora social perinatal

Jueves, 17 de febrero 2022

Si eres madre te invito a que recuerdes cuando, estando embarazada, en tu entorno te preguntaban si ibas a amamantar a tu hijo. ¿Te acuerdas de lo que respondías? «Lo voy a intentar». Y, después, quizá tras esta respuesta añadías otra reflexión por si tus planes iniciales se frustraban: «Bueno, tampoco pasa nada si no puedo hacerlo, que con biberón se crían igual». Y sí, es cierto, quizá te tocó comprobar que con biberón también crecían sanos. Pero resulta que «sí que pasó algo», ¿verdad? Pasó que sí que te afectó. Pasó que esta pérdida, este cambio en tus expectativas, te dolió. Y te sorprendió, porque seguramente no imaginabas que algo así pudiera ocurrirte. Que pudiera doler tanto. Y que, además, tuvieses que ocultar cómo te sentías en realidad. No imaginabas que no amamantar a tu hijo o que la experiencia no fuese como tú esperabas, pudiera llegar a hacerte sentir ese vacío tan grande. Esa tristeza inexplicable para otros, pero que a ti te dolía en lo más profundo.

Yo deseaba amamantar a mis tres hijos, pero no pudo ser. Tengo la suerte de haber hallado la respuesta a esa gran pregunta («¿por qué yo no?») que no muchas mujeres con lactancias frustradas encuentran. En mi caso, la lactancia natural resultó ser imposible, por varias dificultades tanto en ellos como en mí. Dos hijos y mi salud mental de por medio me costó llegar hasta esta respuesta y decidir abandonar. Me pasé los días, las semanas y los meses de consulta en consulta, cómo quien va de peregrinaje a Lourdes esperando encontrar la respuesta milagro y la solución mágica. Con mi segundo hijo, traspasé lo realmente saludable para ambos: pezoneras, relactador, sacaleches doble, ingreso de mi bebé a los ocho días de vida por deshidratación, varios meses sentada en el sofá viendo la vida pasar, sin disfrutar absolutamente nada de la maternidad, y, además, tuvieron que cortarle el frenillo a los dos meses.

Nerea garaizar (uneak fotografía)

Lloraba cuando leía sobre los beneficios de la lactancia materna y los perjuicios de la lactancia artificial. Veía como otras madres lo conseguían «gracias a su esfuerzo y perseverancia» y me derrumbaba. Escuchaba como ninguneaban y se burlaban de mi dolor y lloraba. «Chica, con biberón se crían igual» o «¿esta vez tampoco has podido?», me decían haciéndome sentir con sus palabras una madre incompleta. Porque, claro, nos han inculcado que «el que la sigue siempre la consigue». También sentía vergüenza por dar biberón en la calle a un bebé de menos de seis meses, y odiaba mi cuerpo, que fallaba nuevamente en algo que para otras mujeres parecía tan sencillo.

La lactancia artificial no ha sido, en mi caso ni en el de muchas madres, la opción fácil ni la que yo deseaba. He tenido que traspasar un desierto, subir el Everest y llegar, finalmente, a ella. Lo hice como pude y necesitaba en esos momentos, probablemente, con poco acierto, pero con mucho deseo y amor. Porque algo que nadie me contó es que dar de mamar a tu bebé puede convertirse en una carrera a contrarreloj y que no es ni tan instintiva ni tan fácil como creíste que sería. Muchos profesionales dicen ser prolactancia. La mayoría conocen sus beneficios y animan con ello a las madres a amamantar, pero en cuanto surge una dificultad: «aquí no sabe nadie». Si te encuentras con problemas en tu lactancia, es posible que mucha gente te envíe opiniones personales, información desactualizada o incluso nieguen las dificultades que estás viviendo.

Nerea garaizar (uneak fotografía)

El problema con la lactancia es que si no se soluciona a tiempo, las dificultades aumentan, como si fuese una carrera de obstáculos. Empiezas a suplementar mientras intentas encontrar la solución al problema. Comienzas a intentar aumentar la producción utilizando un sacaleches para así poder retirar ese suplemento, que es probable también que estés necesitando incrementar. Y sí, es la pescadilla que se muerde la cola... Ojalá pudiese viajar en el tiempo y abrazar a mi yo del 2014 y del 2017 para decirme a mí misma que el vínculo con nuestros hijos va más allá de la lactancia. Y regresar al pasado también para disfrutar más de ese tiempo que ya pasó y nunca volverá.

Hoy, con mi tercer hijo en brazos, he de reconocer que, nuevamente, me ha dolido no amamantarlo, pese a que tomé la decisión en el embarazo. No ha sido de igual manera que en mis otras dos experiencias anteriores, porque el recorrido que me tocaba hacer si decidía intentar amamantar, ya lo conocía y no me gustaba. Pero he comprobado como la aceptación no está automáticamente libre de dolor. En ocasiones, también he llegado a pensar en «y si hago...» o «cómo hubiese sido todo si...». Imaginarse un escenario distinto de ciertas experiencias vitales, a veces, forma parte del proceso hasta llegar a hacer un trabajo de aceptación y aprender a soltar. Hay que elaborar la pérdida. Hacerse a la idea. Y también puede ser aconsejable pedir ayuda profesional para conseguirlo. A todas las madres que quisieron y no pudieron y a las que no queriendo las juzgaron, deciros que sois la mejor madre del mundo que vuestros hijos pueden tener. Quizá no es la maternidad que esperabais, pero también va a ser maravillosa.

*Leticia Calvete es trabajadora social perinatal. Acompaña a mujeres en sus experiencias de embarazo, posparto, lactancia y duelo. Facilita espacios de encuentro grupales para familias.

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