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CLARA RODRÍGUEZ MIGUELEZ
Lunes, 18 de noviembre 2019
La peletería se gana a pulso desde hace años el posicionarse como uno de los grandes temas controvertidos de la moda. Esta tendencia presenta en su historial amargas quejas que van desde los sueños de piel de dálmata de Cruella de Vil, hechos ... villanía y crueldad por Disney, hasta los recientes y criticados posados de Rosalía en Instagram. Los defensores y críticos de esta parte de la industria pugnan por el uso o bien por el destierro de la piel de animales en la fabricación textil. En España, la técnica pierde empuje y se ha dejado a la mitad de sus adeptos en una década: de casi 300 empresas que utilizaban peletería en 2008, en 2017 quedaban 144, según Statista.
A favor, destacan argumentos como el de la funcionalidad de la piel animal; si existe en la Naturaleza es porque sirve, abriga, viste y protege del frío y temperaturas extremas. La página web estadounidense 'Truth about Fur' sostiene que usar pieles es ético siempre que no se ponga en peligro de extinción a la especie en cuestión, que no se inflinja dolor innecesario, que la matanza tenga una razón de ser importante y que el gasto que suponga sea mínimo. La calidad constituye un valor para muchos compradores que buscan una inversión rentable, ¿quién no recuerda haber visto ancianas que esquivan los constipados enfundadas en largos abrigos de piel o gorros eslavos que parecen prometer conservar tus orejas a temperaturas bajo cero?
Para muchos es además, símbolo de distinción y elegancia, por lo que la elección de pieles no es solo cosa del pasado, sino que pisa fuerte en las pasarelas, a costa de tantos amores como odios. En 2015, la colección 'haute fourrure' de Fendi sacó a colación el tema y ante las críticas, el diseñador Karl Lagerfeld afirmó que la industria peletera daba de comer a mucha gente y que la piel falsa contaminaba enormemente. «Odio la idea de matar a animales de formas horribles, pero creo que todo eso ha mejorado mucho», declaró. «Creo que una carnicería es incluso peor», comparó. Celebridades como Kate Moss o Soraya Arnelas lucen pieles sin complejos.
No obstante, desde el otro lado del debate se combate la falta ética de esta industria y se pone el punto de mira en el sufrimiento animal que implica. En cualquiera de los casos resulta indispensable despellejar al animal. Por eso, muchos consumidores y marcas han renunciado a las pieles, como Giorgio Armani, que ha encarado su tercer otoño sin peletería.
Tienen especial influencia dos asociaciones estadounidenses, la Free Fur Alliance (Alianza Sin Peletería) y People for the Ethical Treatment of Animals (PETA por sus siglas en inglés, Gente por un Trato Ético de los Animales). PETA llama habitualmente la atención a las estrellas que hacen apariciones públicas con pieles, entre ellas el jugador de baloncesto Kobe Bryant o la cantante Lady Gaga.
Gucci o Chanel ya no fabrican con pieles, y en los últimos meses se añadía Prada. Sea por convencimiento o por la rentabilidad del animalismo, otras grandes marcas, como American Apparel, Stella McCartney o Calvin Klein también se han desmarcado de este tipo de prendas. Famosos como Emma Roberts también comulgan con esta visión en contra de la peletería. «Al final estás matando a un animal y arrancándole la piel del cuerpo», categorizaba Stella McCartney, encendida defensora de la causa, en una entrevista a Numéro en 2018. «No es bonito, no es algo a la moda, no es lujoso. Es un asesinato», contratacaba furiosamente, para contar sin tapujos que lleva más tiempo y dinero un enfoque responsable a la industria de la moda, pero que es necesario.
La famosa cantante Rosalía sufrió el debate en Twitter e Instagram, a través de los comentarios de sus fans el pasado julio. Tres instantáneas seguidas con abrigos de la marca danesa Saks Potts, que versionaban un modelo muy similar en naranja neón, blanco y rosa flúor, le valieron el desprecio o la crítica de muchos de sus seguidores. La marca, que se defiende y alega que sus granjas respetan el medioambiente, usa pieles de visón, cordero y zorro ártico.
Algunos usuarios recurrieron a la frase que utiliza la catalana en sus temas ('Madre mía, Rosalía, bájale') para pedirle que no fomentara el maltrato animal. «Indignada, me esperaba más de ti, hasta que vi que estás colaborando con esas empresas que les arrancan la piel a esos pobres animales», increpa una seguidora al pie de una de las fotos, mientras que otro duda, también en los comentarios, que la artista tenga perros o gatos. Algunos la llaman «asesina» directamente. «DIVINA», exclama otro comentario, arropado por aquellos que alaban la fotografía o la elegancia de Rosalía, o que disculpan su elección como válida, que no obstante parecen en minoría. Eso sí, a pesar de los comentarios negativos, las tres publicaciones mantienen más de 700.000 'me gusta' cada una en la red social de Instagram, y hasta ahora no se ha podido comprobar la veracidad del tweet que corre por la red en el que ella responde al aluvión de comentarios.
El disgusto con esta práctica permanece muy ligado a que se trata de una práctica que, como se le ha afeado a la cárnica o a la pesquera, alimenta a marcas de gran tamaño que han de sistematizar su producción para crecer y vender. Trabajan con cantidades tan masivas que suponen un gran impacto medioambiental. Como los detractores proponen alternativas sintéticas que alcanzan cada día mayor suavidad y eficacia, la opción peletera parece innecesaria.
Zorros o martas son asesinados por su piel en una industria poco sostenible que necesita varios ejemplares para conseguir una sola pieza. Por ejemplo, para producir un kilogramo de piel de visón se necesitan once animales, que a su vez consumen más de 560 kg de comida durante su crianza, según un estudio que publicaron Bijleveld, Korteland y Sevenster en 2011. Esto ejemplifica en lo que se traduce la «huella medioambiental» peletera. Esta huella, en otras palabras, se puede definir como la medida del daño ecológico humano en función de la mayor o menor dificultad que tiene el recurso para regenerarse.
Sin embargo, el mundo textil sin pieles no está exento de sus propias críticas: la alternativa más común suele ser el poliéster, que, junto a otras fibras sintéticas, puede tardar una media de 500 años en biodegradarse por completo, según XL Semanal. Barato para productores y consumidores, se ha convertido en el líder de un mercado que inunda a la humanidad de más ropa de la que puede ponerse y contamina con micropartículas en cada lavado.
Mientras, distintas ponderaciones valoran que a la más resistente de las pieles le lleva 50 años biodegradarse, mientras que a prendas de algodón o lana les bastan tiempos mucho más cortos, de apenas cinco meses o un año.
Por este motivo, la British Fur Trade Association se ha quejado ante la Casa Real: hace apenas unos días se supo que dejaba la peletería nada menos que la reina de Inglaterra. Su sastre y confidente confesó que, aunque la monarca continuaría vistiendo las pieles que ya estuvieran en su armario, las nuevas incorporaciones serían de piel falsa. La asociación ha expresado formalmente su descontento ante el ejemplo, porque consideran la piel una alternativa a la 'fast fashion' o «moda rápida» y al plástico. «Los mitos (sobre el trato animal en la peletería) han sido desenmascarados», aseguraba su presidente, Giles Roca, según el Telegraph. «Los estándares están establecidos internacionalmente y hay inspecciones por parte de cuerpos internacionales», defendía.
Sin embargo, en España la legislación vigente se ciñe a un correcto etiquetado y a cuestiones en conexión con el consumo, que pueden ser motivo de sanción administrativa. La Unión Europea amplía un poco el horizonte, pues impone límites al uso de químicos y otras sustancias, medidas para el cuidado del medioambiente y para enmarcar el uso de los productos animales en general; pero sigue sin desarrollar legislación específica para la industria de las pieles.
En 2016, Ecologistas en Acción celebraba que el Tribunal Supremo le diera la razón (sentencia 637/2016), aunque fuera solo parcialmente, y ampliara el catálogo de Especies Exóticas Invasoras. Implicaba, entre otros, que se prohibiría la comercialización y tenencia de ejemplares vivos o muertos de visón americano. Parece que tanto la piel como el plástico tienen un largo camino de revisión por delante.
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