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700 euros. Esta es la cantidad que Jasone Lavín, propietaria de Masquegorros, y Pilar, la encargada del establecimiento contiguo, Joyas Antiguas Sardinero, han pagado por ... montar un tinglado con el que recuperar la visibilidad de sus negocios, ubicados en Iparraguirre. Lavín y su vecina son una mínima representación de las afectadas por los cerca de 300 andamios que invaden, desde finales del año pasado, aceras en el centro de Bilbao e incomodan a vecinos y comerciantes.
A Lavín le levantaron un armazón nada más abrir el negocio. ¿Resultado? Ni una venta esos y muchos días después. Sin embargo, en vez de lamentarse, ambas decidieron lamerse las heridas y tirar para adelante. ¿Cómo? Si el Ayuntamiento les pone delante de sus narices un gigantesco andamiaje y las deja a dos velas, ellas se reinventan y colocan un tinglado que les ha devuelto la luz.
Literalmente, porque gente que antes pasaba de largo, ahora se detiene delante de sus escaparates y descubre sombreros y gorras, además, por supuesto, de las carolinas, que no de comer, sino de diseño, con las que ha ganado una gran popularidad. Y lo mismo que a Jasone le ha pasado a la joyera vintage de al lado.
El tinglado está recubierto de material ignífugo, lo que garantiza una total seguridad en todo el perímetro. «Quitamos toda la decoración de Navidad porque no se nos veía». Lavín intentó sin éxito que todas las tiendas de la acera participaran en el proyecto. «Se lo propuse a todas las que estamos en este lado. Una me dijo que ella no era nada navideña, la otra que no quería pagar un duro y Suárez, que este tipo de cosas lo llevan desde la central, en Madrid».
Encontró unicamente el apoyo de Joyas Antiguas Sardinero. «Yo, de cabeza con lo que hagas», contestó Pilar. «Nos taparon y queríamos que se nos viese. ¡Queríamos visibilidad! Porque es que no se nos veía nada. Todos los negocios se han favorecido porque ahora se nos distingue desde el semáforo. Cantidad de gente me lo dice. Vienen porque me ven al pasar con el coche. Ven las luces y flipan», asegura.
Aunque parte de los andamios han empezado a desmontarse parcialmente, Jasone y Pilar seguirán con su tinglado hasta que se lo permita el Ayuntamiento. «A mí, si el Consistorio me viene y me dice, 'oye, ya pasó la época y hay que quitarlo, pues yo, pa'lante'», insiste la dueña de Masquegorros, que negoció la instalación del tinglado con el concejal de Planificación Urbana, Asier Abaunza. «Me dijo 'ojalá más gente hiciese lo que has hecho tú'».
¿Qué es lo que hizo? Más que ella, su hermano, Iñaki. Un decorador que empleó un material «parecido al aglomerado» para levantar una especie de columnas romanas que replican la barandilla de la playa de La Concha de San Sebastián. Invirtieron dos días y medio en el montaje. «Fue un guiño y un homenaje que yo y mi hermano le hicimos a mi madre, porque ella era de Donosti», subraya. «Además, quedaba muy bien. Me tiré a la piscina, pero nos encajó de maravilla y quedaba muy bonita».
Lavín se enorgullece porque reconoce que ha sido una obra «de ingeniería» que espera mantener hasta que les autorice el Ayuntamiento. «Todo el tiempo que nos deje. La gente antes pasaba sin pararse pero ahora sí se detiene. Donde no hay luz, existe inseguridad. Desde que tenemos el andamio... Ya ha habido robos. En la tienda de los perros, de al lado, por ejemplo, total para robarle la caja, 100 euros. Le rompieron una pared de cristal y a mí me hicieron un agujero e intentaron robar también con un destornillador, pero descubrieron que tengo cámara».
Así se las gastan en una de las arterias más céntricas de la capital vizcaína donde siguen en pie lo andamios pero al menos la gente ya puede acercarse a los escaparates. Lo que agradecen Jasone y Pilar.
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