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Magdalena Pérez, a las puertas de su tienda de Villasana. E. C.
La tienda de Villasana que enamora a los vizcaínos con su estilo bohemio

Tienda de ropa y complementos en Villasana

La tienda de Villasana que enamora a los vizcaínos con su estilo bohemio

Magdalena Pérez abrió hace quince años La casa de Teresa, llamada así en honor a su abuela, para seguir con la tradición familiar de tener negocio propio. «La atención al público me parece un trabajo muy bonito»

Jueves, 13 de julio 2023

A Magdalena Pérez se le dibuja todos los días una sonrisa cuando tiene que ir al trabajo. Es de ese grupo de personas afortunadas. Hace quince años compró una lonja con intención de montar su propio negocio y tres lustros después sigue levantando la persiana «con la misma ilusión» y la tranquilidad que da tener una clientela fiel que la adora. Su negocio es La casa de Teresa y está en la localidad burgalesa de Villasana.

Vende ropa, complementos, productos de decoración y regalos con un estilo muy boho chic, algo que sorprende porque, al final, Villasana no deja de ser un municipio pequeño. «No solo compran los vecinos, también viene gente de Sodupe, de Balmaseda… y muchos turistas que están de paso», explica. Y eso también ha otorgado al negocio un aire cosmopolita y fresco.

Lo abrió en 2007 animada por la experiencia familiar -«Todos son autónomos», se sincera- y, sobre todo, la de sus abuelos. Ellos tenían un bar en un pueblo cercano, Agüera de Montija. Lo bautizaron en el nombre del aitite, Hilario, pero la mano detrás del negocio era de su abuela, Teresa. «Por ella le puse el nombre a mi tienda», cuenta Pérez con cierta emoción. En aquel bar, Magdalena también echó horas de cría y mamó ese contacto directo con el cliente que hoy le da un carácter especial a su tienda. «Me parecía un trabajo bonito», desvela. Por si se lo preguntan, el bar sigue abierto y lo lleva la tercera generación de la familia.

Trabajo duro

Magdalena levantó la persiana por primera vez el 22 de febrero de ese 2007 como tienda de regalos y decoración, algo que le había gustado desde siempre, pero los inicios fueron «durillos» porque unos meses después llegó la gran crisis, la de 2008, y todo eran nubes negras y lluvia a su alrededor. ¿Iba a poder salir adelante? La duda estaba siempre ahí, pero jamás la atenazó. Siguió trabajando duro hasta que escampó un poco. Fue una época que también le enseñó que los negocios son como el ave fénix, siempre resurgen de sus cenizas a poco que haya ganas.

En 2012 dio un salto importante en su trayectoria al incluir ropa entre su catálogo. Se había formado como 'personal shopper' con la estilista vizcaína María Uranga y le apetecía desarrollar ese campo. Fue, lógicamente, otro momento de incertidumbre, pero su gusto a la hora de elegir las prendas le abrió la puerta a lo que ahora es el grueso de su negocio. «En un negocio como este no te puedes especializar en nada», reconoce. Al final, la clave es seguir el modelo de tienda de pueblo de toda la vida, pero modernizada y con un punto de sofisticación que es fundamental para atraer a los de fuera.

Viajes a Madrid y Bilbao

Cada año va dos veces a la feria de Madrid, «en febrero y en septiembre» en busca de la ropa de la siguiente temporada. También visitaba «muchos showrooms en Bilbao». «Elijo las cosas que me gustan y apuesto por ellas. Estoy muy contenta porque, de momento, me está saliendo bien», señala. Vestidos, calzado, pantalones, kimonos, complementos… todo lo selecciona con mimo y pensando en sus clientes. «También tengo tallas grandes. A mí me gusta que todo el mundo tenga opciones y, en este caso, me gusta que sean un poco diferentes y coquetas».

Algunos detalles decorativos del interior de la tienda y un expositor con bolsos. E. C.

El negocio lo atienda ella sola, «aunque mi madre me echa una mano siempre». Sobre todo, cuando llegan pedidos y Magdalena se tiene que meter en el almacén a desembalar, colgar y hacer inventario. Entonces, María Jesús González se queda al mando de la tienda. Y las clientas, encantadas. «La quieren muchísimo. Me dicen que es muy maja y muy cariñosa», relata. Y dispuesta porque si toca plancha, allí que va ella para dejar todas las prendas perfectas.

«Hay gente que necesita ayuda para decidirse por uno u otro producto y a mí me gusta asesorarla», desvela. «Insisto en que se prueben las cosas. El otro día vino una clienta y se fue contentísima con su compra». Era un vestido abotonado que puede ponérselo como tal o como «si fuera un kimono con vaqueros». La idea fue de Magdalena, que cada día busca cómo presentar las prendas de manera original, atractiva… y de darle cuantas vidas se pueda.

Esto lo hace muy bien a través de las redes sociales. Su perfil en Instagram es «otro escaparate» en el que se esmera: «Soy muy machacona y muy constante. Publico de manera regular». Y muchas veces ella es su propia modelo. «A la gente le gusta ver puesta la ropa porque se hace mejor idea de cómo es». También atiende a muchos familares que buscan un regalo para sus parientes, a quienes la propia Magdalena conoce. «Solemos acertar en un noventa y pico por ciento», ríe.

Paraguas a la entrada de la tienda, que tiene una imponente puerta de madera tallada.

Con la vista puesta en el cielo

El tiempo en Villasana no solo es importante para quien tiene huerta y ganado. También para quien tiene tienda. «Las ventas varían en función de él», explica Magdalena. Cuando un año no hace bueno hasta bien entrado junio, las ventas de primavera son escasas. «Y más en un lugar como este, con tanta diferencia de temperatura durante el día». Este año, por suerte, el sol se ha visto más y eso ha animado a la clientela. Incluso a la de paso.

Los meses más grises en La casa de Teresa son también los que menos luz tienen y en los que más que vestirnos, nos tapamos. «Enero, febrero y noviembre son muy difíciles», se sincera la emprendedora. Solo la campaña de Navidad anima un trabajo que depende de las estaciones y, ahora también, del cambio climático.

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