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Igone Padura abre una puerta antigua con un cristal grueso con relieves que ella misma restauró tras encontrarla en la basura. Una auténtica reliquia que da la bienvenida a Ninom, su universo 'vintage'. Su «humilde sueño», como le gusta llamarlo a ella. Dentro destacan unos ... girasoles en un jarrón verde de vidrio que esta emprendedora compró el domingo en el mercado de las flores del Arenal. Comparten protagonismo con las hortensias que ha cogido en el caserío de sus padres. Antes de la entrevista, pone la canción 'No dudaría' de Antonio Flores en el móvil y lo mete dentro de una cubitera de plata. «Dice un amigo que sirve de amplificador de sonido». Su truco funciona. Igone nos ofrece un café y un trozo de bizcocho casero decorado con fresas y frambuesas. «Quiero que este proyecto sea más que un comercio, que la gente se sienta a gusto, como en su casa. Y que toquen todo, sin miedo».
Igone nació en la clínica Virgen Blanca, muy cerca de la basílica de Begoña, donde se casaron sus padres. «Más bilbaína no puedo ser», bromea. Eso sí, creció en un caserío con vacas y huerta en Seberetxe, en las faldas del Pagasarri. «Desde el principio he sabido que todo esto tenía un hilo de conexión con mis raíces, con el campo y la naturaleza». Soñaba con estudiar Bellas Artes, porque siempre ha llevado «dentro esa vena creativa», pero al final cursó Sociología. Se sacó la carrera mientras trabajaba como dependienta en varias firmas de moda. Y tras licenciarse acabó, por casualidad, en el sector inmobiliario, donde se ha desarrollado profesionalmente. «He sido, sobre todo, comercial en promotoras. Durante dos años trabajé en Madrid, con una competencia voraz. Allí descubrí que quería ser fiel a mi misma y no perder la ética».
Una experiencia laboral «frustrante» le hizo replantearse su futuro. Dejó su trabajo anterior para ganarse la vida haciendo aquello que le gusta. «Llega un momento en el que el cuerpo te lo pide, te sale de dentro y te ves motivada para dar el paso». El pasado 2 de septiembre volvió a dar vida a este lugar de San Adrián que perteneció a la señora Encarna, que regentó con maestría y carácter su mercería en los años 50. «He conservado el papel pintado del baño, los azulejos del suelo... todo lo que he podido en homenaje a ella. Sé que no estoy en una zona comercial, pero es un rincón con alma». Igone se formó durante casi un año en el taller de restauración Dextera de Bilbao y enseguida se lanzó a la aventura. Se autodefine como una mujer «honesta y optimista», pero la gente también aprecia su valentía. «Si piensas mucho en los riesgos, no haces nada. Pero hay que afrontarlos e ir día a día».
Igone aprovecha los fines de semana para viajar a mercados de antigüedades del sur de Francia, donde encuentra auténticos tesoros que después restaura con mimo. Entre sus piezas únicas, destacan las lámparas 'vintage' pintadas por ella, los portavelas de cristal tallado, las vajillas de porcelana francesa, los espejos dorados antiguos, una alacena que tardó «mucho tiempo» en restaurar, un jarrón italiano estilo 'art déco'... Esta emprendedora de 48 años lo mismo vende una ventana árabe con vidrieras originales de colores que una impresionante fuente con cabeza de león de hierro fundido. «El proyecto nace con la idea de que nos quitemos prejuicios, porque coger algo de la basura o que ha pertenecido a otras personas para darle una segunda vida me parece fantástico. La artesanía es el nuevo lujo y me hace feliz saber que estoy contribuyendo a crear un mundo más sostenible», defiende.
TESOROS 'VINTAGE' Igone Padura restaura y vende piezas únicas que encuentra en mercados de antigüedades de Francia.
DÓNDE Este acogedor espacio está ubicado en el número 37 de la Avenida San Adrián, en Bilbao.
ESCAPARATE 'ONLINE' Se puede encontrar su selección de artículos en su página web
Entre sus originales propuestas, también sorprenden las prendas diseñadas con cariño por Andrea June y confeccionadas en Bilbao. Piezas atemporales y minimalistas hechas para perdurar en el tiempo. Además, vende capazos, cestas y lámparas realizadas a mano con fibras naturales que le trae su amigo Souhail de Marruecos. «Es una forma de aportar mi granito de arena y contribuir a que abramos un poco la mente». Su proyecto nació como «un escaparate 'online'» al que asomarse desde Instagram o su página web, pero hoy ya piensa en las posibilidades que puede sacar a su acogedor local, ubicado en el número 37 de la Avenida San Adrián. «El atelier es un pequeño espacio que cada día ha ido pareciendo más grande gracias a los ánimos de la gente. Quiero organizar eventos, como algún 'brunch', para que se atrevan a venir. Y también alquilo el local a marcas que quieran hacer aquí sesiones de fotos o vídeos», explica.
Sus amigas le echaron la bronca por no haber etiquetado sus tesoros 'vintage' hasta hace unos días. «Dicen que tengo que centrarme en la venta, que sino mi negocio no va a ser viable..., pero como nace de un proyecto tan personal, casi que lo de poner los precios se me olvida», bromea. Eso sí, quería que fuesen «accesibles» para que la gente vea «que merece la pena tener en casa objetos recuperados». «Le pongo mucho empeño para que las personas estén bien y les encante la idea. Yo he dado tantas vueltas en mi vida, que ya voy sobre la marcha. Hacer lo que me gusta es fantástico, no puedo pedir más». Igone solo quiere seguir aprendiendo y mejorando para hacer de su proyecto «algo bonito, porque lo bonito nunca se olvida». Tampoco lo olvidará Jon, su hijo de ocho años. «Sé que está un poco hasta el gorro, porque le he quitado su tiempo. Pero creo que para él también está siendo una enseñanza y ejemplo importante. Me ve currármelo un montón, mi constancia, el no venirme abajo... todo por un sueño que tengo. Y él lo está reflejando en el baloncesto, se está esforzando muchísimo, es un crack».
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