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El show de la Alta Costura está servido en París. El primer desfile, el de Schiaparelli, revolucionó la capital francesa con los animales hiperrealistas de Daniel Roseberry. Una propuesta salvaje que enseguida se convirtió en 'trending topic' y dejó al público boquiabierto al plantar enormes ... cabezas de animales a modo de broche sobre los vestidos que lucieron Irina Shayk, Kylie Jenner y Naomi Campbell. La firma, que se ha ganado en los últimos años un puesto principal en las alfombras rojas, es un emblema del surrealismo fashionista. Pero su última provocación, inspirada en los versos de la 'Divina Comedia', ha desatado la polémica tras ser vista como una incitación a la caza. «La Alta Costura ha descubierto que necesita provocar para llamar la atención. Y como provocar haciendo una colección exquisita es tan difícil, la mayoría de los diseñadores opta por puestas en escena deslumbrantes o sorprendentes», explica Pedro Mansilla, sociólogo, periodista y crítico de moda.
Un golpe de efecto que ha durado un par de días porque este miércoles Viktor & Rolf puso 'patas arriba' la Alta Costura. Si el año pasado sorprendieron con su propuesta inspirada en la figura de Drácula, esta vez han superado las expectativas con su particular visión de los clásicos vestidos de bailarina. En un primer momento, las modelos desfilaron con diseños voluminosos en tonalidades pastel, ceñidos a la cintura y repletos de capas de tul. Pero los diseñadores Viktor Horsting y Rolf Snoeren no tardaron en subir de nivel dando paso a la teatralidad y la exageración conscientes de que los desfiles son un escaparate mediático y un potente altavoz de la moda. «Se han convertido en una forma de entretenimiento internacional seguido en 'stremming' por millones de personas en todo el mundo. La pareja de modistos Viktor&Rolf, que son muy coherentes con su estilo y forma de desfilar, han querido en este caso hacer una sutil ironía sobre qué ocurriría si viésemos las cosas de un modo diferente», señala el experto en moda.
Tras varios pases, empezaron a aparecer sobre la pasarela vestidos invertidos que cubrían por completo la cabeza de la modelo, que desfilaba imperturbable con un simple corsé y sus zapatos de tacón. Otros diseños parecían atravesar su cuerpo en diagonal o en vertical, sin encajar en su figura de ninguna manera; e incluso alguna pieza simulaba caminar por su propio pie, flotando al lado de la maniquí, como si en realidad lo luciese un fatasma. La solemnidad y el romanticismo de sus diseños contrastaba con el humor surrealista de la forma de llevarlos. «Los diseñadores Viktor Horsting y Rolf Snoeren (Viktor & Rolf) fueron los primeros en poner a las modelos a desfilar sobre una gran mesa de banquete en la que la gente estaba comiendo, imitando a los 'happenings' del arte contemporáneo, es decir, reuniones para crear obras de arte improvisadas y provocadoras. La moda ya es capaz de hacer unos espectáculos de agitación y reflexión a la altura de la Bienal de Venecia, que será lo siguiente que nos quedará por ver», vaticina Mansilla.
«La Alta Costura es nuestro laboratorio de experimentación creativa», asegura la pareja de modistos de Viktor & Rolf. En efecto, por medio de sus propuestas conceptuales y rompedoras, se acercan a la moda de una forma nada convencional. «Armani comentaba recientemente que volvió a la Altura Costura, después de despreciarla, para huir de la condena a la que lleva el 'prêt-à-porter', que camina hacia la comercialización y la banalización. El nuevo paraíso para la libertad creativa es la Alta Costura, que permite estas exhibiciones, muchas veces absurdas, pero que llegan desde París, el escenario adecuado», explica el sociólogo y profesor de moda.
Tras la crisis del petróleo, en los años 80, la moda se convirtió en un espectáculo teatral representado sobre pasarelas y amplificado por los medios de comunicación de masas. La sociedad perdió el sentimiento de culpa por consumir desaforadamente y desear expresar su poderío económico a través de ropas y joyas, sin que fuesen necesariamente auténticas. Se le atribuye a Karl Lagerfeld, director creativo de Chanel durante más de tres décadas, el mérito de convertir el anhelo de las clases medias en una fantasía al alcance de unos pocos bolsillos, pero imaginable por cualquiera gracias a espectaculares puestas en escena que se fueron sofisticando en el siglo XXI. El káiser confió en la prodigiosa mente del escenógrafo Stefan Lubrina para idear asombrosos espectáculos sobre las pasarelas, una de las especialidades de Chanel que después replicaron otras firmas pese al coste económico y medioambiental de los desfiles. Lubrina creó un aeropuerto, un supermercado y hasta una reproducción gigante de la Torre Eiffel en el interior del Gran Palais de París.
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