Roberto San José, feliz de ver su maqueta en la planta de Pediatría del Hospital de Cruces.

Roberto, sus maquetas llegan a Cruces y Basurto

El sueño cumplido de Roberto: dona sus maquetas a los hospitales de Cruces y Basurto

Roberto San José, que cerró en mayo 'Roqueland', el museo del Campo Volantín en el que exponía las maquetas que construye desde hace más de 20 años, ha regalado tres de sus obras a estos centros sanitarios. «Me hace muchísima ilusión que los niños hospitalizados puedan entretenerse y divertirse con ellas»

Viernes, 12 de julio 2024, 13:06

Roberto San José se despidió para siempre el pasado 19 de mayo de su fascinante universo de fantasía, Roqueland. Este emprendedor de 65 años cerró «una etapa preciosa y llena de ilusión» al bajar la persiana del museo del Campo Volantín en el que exponía las maravillosas maquetas en movimiento que construyó durante más de 20 años. En una emotiva carta publicada en Instagram, Roberto agradecía «a la querida familia de Roqueland» el cariño y apoyo durante estos dos años. «Vuestras sonrisas y felicitaciones a la salida son las que más echaremos de menos, pero ha llegado el momento de jubilarse y disfrutar de otras etapas de la vida», dedicó a sus más de 2.500 seguidores, que le dejaron numerosas muestras de afecto al enterarse de su despedida.

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Roberto aparcó su pasión para dedicar «todo el tiempo del mundo» a su primera nieta, Elena, de seis meses. «No te puedes imaginar cómo estoy con ella, hay que vivirlo para creerlo. Me daba mucho coraje que mi mujer recogiese a la niña los sábados y yo tuviese que quedarme en el museo. Me apetecía estar con ellas, ir a pasear, a tomar algo... con la edad que tengo, ya no quiero hipotecar más los fines de semana, quiero estar con mi familia», contó a Bizkaia Dmoda. Los fans de Roqueland se preguntaban qué pasaría con sus maquetas, cuál sería su próximo destino. Pero Roberto enseguida pensó en cómo dar una segunda vida a sus creaciones. Su ilusión era que siguiesen sacando sonrisas en los hospitales de Cruces y Basurto. «Yo quiero que los niños hospitalizados puedan entretenerse y divertirse con ellas», expresó.

Roberto San José, en el centro, junto al personal sanitario y administrativo en el pabellón Ampuero del Hospital de Basurto.

Roberto comparte por teléfono, mientras da el biberón a la pequeña Elena, su alegría al ver cumplida su ilusión. Hace quince días se instaló en la planta de Pediatría de Cruces su maqueta de una granja de Playmobil. «Fue muy emocionante ver a los niños salir de las habitaciones para contemplarla y pulsar el botón para ponerla en funcionamiento. Me hace muy feliz convertir estos hospitales en lugares más agradables para ellos y sus familias». Además, ha donado dos de sus creaciones a Basurto. En el pabellón Ampuero está la maqueta que simula un pueblo lleno de animales y simpáticos vecinos; y en San Pelayo, la que recrea un parque de atracciones con noria, tiovivo y muñecos 'vintage' de hojalata que juegan sin parar. «Estoy muy agradecido a todo el personal sanitario, que se ha volcado y me lo ha puesto muy fácil. Ojalá los niños ingresados puedan romper por momentos con la rutina y sentirse protagonistas de estos mundos imaginarios».

A Roberto le hubiese gustado donar más maquetas, pero por problemas de espacio no ha podido ser. Así que una de sus creaciones, por la que siente un cariño especial, la ha cedido al estudio de ballet clásico Teresa González Ardanaz, en Indautxu. Allí ha ido a parar El lago de los cines, que creó con figuritas que vio en una chocolatería el día de la boda de su hija. «En cuanto la llamé, se mostró encantada, porque además varias de sus alumnas habían visitado mi museo. Quería comprármela, pero le dije que se la dejaba para que la gente pudiese disfrutarla».

Roberto, el charcutero más querido

Conocido como Roberto 'el quesos', trabajó durante once años como jefe de ventas en Bilbao de la quesería Aldanondo. Pero decidió cambiar de aires y de estilo de vida tras sufrir un cáncer de piel. Se aficionó al culturismo y pensó en abrir un gimnasio en Galdakao, pero sus conocidos le animaron a montar una charcutería. «Yo entonces no sabía ni lo que era un chorizo, pero me lancé a la aventura», recuerda. En el año 1998 inauguró Delicatessen Roquechar en el centro del municipio, «donde había pocos comercios y muchos niños». Para captar clientes, se le ocurrió una poderosa herramienta de marketing: construir maquetas e ir colocándolas como reclamo en el escaparate. Su idea fue un éxito y ya no dejó de divertirse: «Yo no necesitaba anunciarme en la radio, invertía el dinero en hacer las maquetas. Se corría la voz y venía muchísima gente».

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Aunque hoy invierte su energía, creatividad y amor en su «nietita», como la llama cariñosamente, Roberto no quiere dejar de jugar ni piensa jubilarse de sus maquetas. Ya ha encontrado la forma de dar salida al resto. Las está reciclando, es decir, desmontando para crear con ellas nuevos mundos con los que seguir soñando. «Con ese material, quiero hacer nuevas maquetas, más pequeñas, presentarlas de otra forma», cuenta mientras se escucha de fondo a Elena soltar un 'na-na-na', que debe ser algo así como: 'Aitite, no te olvides de mi maqueta'.

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