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«Hay que ponerle un poco de optimismo a la vida», remata Ignacio Goitia tras relatarnos cómo fue su accidente de moto en Hendaya, en el que se rompió el fémur y el cúbito por la mitad. «Lo primero que hice tras quedarme tirado ... en la carretera fue mover la mano para ver si seguía funcionando. Por suerte, estaba bien. Al final, es con lo que me gano la vida», explica. Una visión positiva de unos meses para olvidar, en los que también ha tenido que afrontar la muerte «fulminante» de su madre, víctima del coronavirus. Durante tres semanas de verano, fantaseó con la idea de estar pasando unas vacaciones en alguno de los grandes hoteles del Lido de Venecia, cuando, en realidad, estaba rehabilitándose de sus heridas en el histórico Sanatorio de Gorliz. Y es que la vida siempre puede ser mejor según el filtro con el que la mires. Ahora, una vez aparcada la silla de ruedas, se mueve a golpe de bastón, un accesorio que solo él es capaz de hacer que sume puntos a su ya de por sí impecable imagen.
La pandemia también arrasó con las ilusiones que tenía puestas en Roma. El pintor bilbaíno, cuya obra es una irónica sinergia entre historia y modernidad, iba a presentar en el Instituto Cervantes de la Piazza Navona la retrospectiva que exhibió en la Sala Rekalde de Bilbao, con motivo del 30º aniversario de su carrera artística. El 11 de marzo, con todo a punto para su inauguración, tuvo que coger un vuelo de vuelta urgente por el inminente cierre del espacio aéreo. Lo que vino después fue el fundido a negro que todos conocemos. Pero no hay mal que por bien no venga y su exposición estuvo en boca de todos al ser la primera de Italia que volvía a abrir sus puertas al público. El éxito fue rotundo y continuará hasta el día de Reyes.
Este 'impasse' también le ha servido para materializar una idea que llevaba tiempo rondando su cabeza. Hace dos años diseñó unos papeles pintados para las paredes de una exposición que hizo en Miami. Eran muy gráficos, en blanco y negro, y creaban la ilusión óptica de una boiserie. Lo repitió en Bilbao y en Roma, y rescató esos archivos para estamparlos en pañuelos de seda«y comprobar cómo quedaban». Y quedaron bien, hasta el punto que probó diferentes opciones durante el confinamiento, desde el blanco y negro hasta el color. El resultado gustó, y mucho.
Comenzó adaptando la idea de un 'carré' a sus propias composiciones. Un 'carré' es un pañuelo de seda estampado de 90x90 que Hermès hizo mundialmente conocido, convirtiéndolo en un accesorio eterno que ha tenido como adeptas a personalidades tan dispares como Isabel II, Grace Kelly o jóvenes 'influencers' como Blanca Miró. Ahora, parece que vuelve a la primera plana de las tendencias y Goitia, como muchas firmas de pasarela, han sabido leer entre líneas el peso que ha tenido esta pieza en la historia de la moda.
El primer 'carré' de Hermès data de 1937 y fue obra de Robert Dumas. Se bautizó con el título «Jeu des Omnibuset Dames Blanches» y su dibujo estaba dedicado a la primera línea de autobús inaugurada por aquel entonces en París, entre la plaza de la Bastilla y la Madeleine. En el de Goitia aparece uno de sus primeros cuadros, que se titula «Cosas que hacer en Manhattan en primavera», en el que hay una jirafa que atraviesa el Flatiron de Nueva York, el rascacielos que hace esquina entre Broadway y la Quinta Avenida. Y es que tanto en unos como en otros, lo esencial de un 'carré' es que cuente una historia a través de sus dibujos, y de eso Ignacio tiene mucho que aportar.
Continuó probando con otros estampados y tamaños, hasta el punto de reinterpretar a su manera el pañuelo de arrantzale en formato 50x50. «Yo siempre lo llevo en el bolsillo o al cuello, aunque no sean fiestas, porque me encanta su estampado. Le añadí un ribete rojo e hice un diseño más sencillo», nos cuenta. Su tercera incorporación son los fulares de 190x90. Los hay de seda, y los nuevos de cashmere, lana y seda, perfectos para esta época. «Me los pongo todo el rato, siempre me ha gustado llevarlos de forma generosa, que se vean bien. Además, me gusta la idea de abrirlo y que aparezca una imagen potente, no el típico estampado pequeñito que se repite», concreta.
Estos pañuelos se elaboran en Italia, más concretamente en el Lado di Como, un lugar de referencia en la confección de piezas de seda de primerísima calidad. «He elegido un grosor que me gusta, con el acabado de canutillo hecho a mano. Si lo hago, lo hago bien», admite. Por el momento, solo se pueden comprar bajo petición a través de su Instagram o en Incógnito Bilbao, situada en el número 7 de Doctor Achúcarro, aunque tiene previsto lanzar una tienda online más accesible al cliente. Aun sin ella, ha recibido pedidos de todas las partes del mundo, desde Dallas a París, de Roma a Nueva York, pasando por países como México, Colombia, Holanda o Costa Rica.
No es la primera vez que Goitia coquetea con el mundo de la moda, ya que hizo una colaboración con la casa de slippers Stubbs & Wootton, con sede en Palm Beach y en Nueva York. Anteriormente, también había diseñado un estampado para una de las colecciones de Miriam Ocariz, diseñadora e íntima amiga del artista quien, además, le ha asesorado en esta nueva aventura. Quizás en un futuro se atreva a lanzar otro tipo accesorios que le permitan incorporar pinceladas de su arte, pero, por el momento, prefiere seguir jugando con las infinitas posibilidades que le ofrece su colección de pañuelos y avanzar en su faceta artística, siempre y cuando las circunstancias lo permitan. ¿Su próxima cita? El 10 de diciembre en Lisboa, junto a su amigo, el fotógrafo Eduardo Sorrouille y bajo el paraguas de 'The Basque Corner', una iniciativa creada por la galerista Eugenia Griffero Fabre, propietaria de Aldama Fabre Gallery, y patrocinada por el departamento de cultura de la Diputación Foral de Bizkaia, que fomenta la visibilidad de artistas vascos fuera de nuestras fronteras. Y si la pandemia finalmente se lo impide, «también sacaremos algo bueno y saldremos adelante. Ya vendrán tiempos mejores».
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