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Antes de que el coronavirus se colara en nuestras vidas y las trastocara, la moda seguía su particular curso. Por un lado, estaban las grandes firmas, que seguían su ritmo frenético marcado por varias colecciones al año. Por el otro, están los modistos, que confeccionaban con técnicas tradicionales sus exclusivos diseños entre las cuatro paredes de un atelier. A simple vista, estos procesos de producción están muy lejos uno del otro. Pero, sorprendentemente, cuentan con algo en común: el tejido como punto de partida. Una realidad que conoce muy bien Arantza Matías, propietaria del negocio familiar Rafael Matías. Desde el año 1957, telares y más telares ocupan las cuatro plantas del Palacio Allende Salazar, en la calle Correos del Casco Viejo. Sirven género a profesionales de la costura a medida y confeccionistas industriales a nivel nacional. Incluso, los encargos rebasan nuestras fronteras. Las telas son deseadas en numerosos puntos de Europa, desde Portugal hasta Suiza. Para facilitar que los clientes puedan apreciar la tela 'in situ' desde sus ciudades, el comercio bilbaíno envía un muestrario con el amplio abanico de referencias de las dos colecciones que presenta cada año. «La de otoño-invierno ronda las 1.000 referencias y la de primavera-verano unas 1.300», explica Arantza Matías, que personifica la tercera generación del negocio textil.
El comercio siempre intenta sorprender a su clientela con la presentación de sus líneas. «Todas las referencias tienen al lado una pequeña muestra de tela. Además, las que tienen estampados grandes cuentan al lado con una imagen representativa en tamaño real», añade Matías. De alguna manera, estas fotografías dan vida a este gran libro. Por ello, siempre intenta que sean especiales. «Hace tres años, por ejemplo, propusimos a algunos de nuestros clientes de Madrid y Sevilla que diseñaran y confeccionaran algunas piezas con estos tejidos. Más tarde se fotografiaron sobre varios maniquíes en la Fábrica Museo La Encartada de Balmaseda», recuerda. Para la colección primavera-verano 2020, el negocio contó, nada más y nada menos, que con el talento de tres diseñadores vizcaínos: Eder Aurre, Alberto Etxebarrieta de Sinpatron y las mentes creativas que están detrás de la firma Halo, Zaloa Ferreiro y Nerea Aperribay. Además, por primera vez, Arantza propuso que improvisaran sobre los cuerpos de dos modelos de carne y hueso, Miren Rodrigo y Zuriñe Aspiunza. El resultado del trabajo de estos modistos no dejó indiferente a nadie.
Arantza resalta el entusiasmo con el que aceptaron el reto los creadores. A cada uno de ellos, se les entregó de forma aleatoria 20 referencias de tejido para que dieran rienda suelta a la imaginación e idearan un vestuario al momento. Los looks fueron fotografiados en un estudio improvisado que se estableció durante tres días en el almacén de la tienda del Casco Viejo. «Cortar las telas al momento y darle forma requiere mucha habilidad. Pero son grandes profesionales. Lo hicieron de maravilla», puntualiza Matías. Eder Aurre advierte entre risas que las imágenes son engañosas: «A simple vista, los vestidos parecen estar terminados, pero no es así. En realidad, los fragmentos de las telas están sujetos a la ropa interior de las modelos con alfileres y pinzas». Y para que los diseños parecieran terminados, Daniel Saborido, el fotógrafo del 'shooting', tuvo que agudizar su habilidad frente a la cámara. En definitiva, los tres estilos diferentes de estos diseñadores completaron un único trabajo, a juicio de Arantza, impecable.
El modisto portugalujo Eder Aurre, de 25 años, asegura que es uno de los proyectos más bonitos en los que se ha involucrado. Confiesa que no era la primera en la que trabajaba con la técnica de modelado sobre el cuerpo de las modelos. «Cuando estudié en la escuela de diseño de Saint Martins de Londres trabajé mucho este método. Me permitió que me dejara llevar por el diseño y que imaginara los patrones en mi cabeza», cuenta. Cada uno de los tejidos que utilizó fue la fuente de inspiración de Aurre. «Al fin y al cabo, teníamos que hacer que las telas lucieran lo máximo posible. También era lo más difícil, porque todo debía encajar como un puzzle sin patrón. Algunos tejidos se resistieron un poco, pero en general, todo salió rodado», declara. Las capas y los volúmenes caracterizaron los diseños de este joven diseñador.
«Era la primera vez que hacíamos algo así y, para más inri, con dos modistos que admiramos tanto. Para nosotras era todo un reto. Nos daba miedo no estar a la altura», confiesan Zaloa Ferreiro y Nerea Aperribay, las diseñadoras de la firma bilbaína Halo. Recuerdan cómo el proceso de creación fue fluyendo con el tiempo. El resultado, unos diseños inspirados en la naturaleza. «Las horas se nos pasaron volando. Durante el desafío, la conexión que tenemos entre nosotras ha sido una carta que ha jugado a nuestro favor. Pensamos las mismas cosas a la vez. El proyecto ha sacado nuestra mejor versión», declaran. Además, admiten que no tuvieron grandes dificultades porque si algo se le torcía a una, ahí estaba la otra para sacarla del bache. Los colores vivos, como el rojo, el azul y el verde, tiñeron unos diseños con cortes básicos, mucho volumen, asimetrías y superposiciones. «Sentíamos mucha adrenalina durante la prueba. Cuando terminamos todos los vestidos no cabíamos en nosotras de la satisfacción», admiten.
Alberto Etxebarrieta, diseñador de la firma bilbaína Sinpatron, lleva 16 años creando sus diseños directamente sobre el cuerpo del maniquí. Es la forma que tiene de trabajar, por lo que se sintió como pez en el agua durante el desafío. «Lo difícil hubiera sido hacer los vestidos con patrones», bromea. La gran inspiración para crear sus looks vino de los tejidos. «La calidad y la caída siempre hacen que me decante por un diseño u otro. Tres de los estilismos estaban hechos por unas telas especiales para los vestidos de novia», cuenta. Además, Etxebarrieta destaca el «buen rollo» que había con los demás compañeros. «Ya nos conocíamos, con Eder Aurre compartió showroom en La Encartada hace unos años. Esta experiencia nos ha enriquecido a todos », declara.
El trabajo de estos tres modistos vizcaínos vio la luz a principios de enero. Muchos 'ateliers' pudieron optar por un tejido u otro después de haber apreciado cómo se comportaba en los diseños que improvisaron los modistos vascos. Pero Arantza lamenta cómo el Covid-19 ha pasado factura. «Todo se ha parado», asegura. Pero la casa de tejidos ha sabido reinventarse. «Teníamos una colección de tejidos infantiles fabricados en un algodón que se podía lavar a 60 grados de temperatura. Por eso decidimos comercializarlos como telas para fabricar mascarillas. Además, éramos conscientes de que era una necesidad en estos momentos, por ello lo pusimos a un precio especial», declara.
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