Minia, la impresionante novia del sombrero cowboy y los tres vestidos virales

La de Minia y Hans es la historia de un flechazo que comenzó hace tan solo año y medio. Es la historia de «dos gallegos muy gallegos con ascendencia alemana» que se prometieron a los cinco meses de conocerse. Por aquel entonces, ella vivía en Madrid. Desde el comienzo de su relación instauraron sus domingos de vermú en una taberna castiza del Barrio de Salamanca, sin poder llegar a intuir que aquello acabaría en boda y sin imaginar siquiera que al lado de esa tasca estaba el atelier de la persona que haría sus tres vestidos de novia. A veces el destino es caprichoso.

Helena Mareque, otra «gallega muy gallega», solía frecuentar ese mismo bar y, como buena cazadora de tendencias, no dejó pasar por alto el estilo que desprendía aquella joven de tez morena. «Se presentó y me dijo que si quería hacerme unas fotos con algunos de sus vestidos. A partir de ahí comenzamos a tener mucho trato». Una relación que incluía en la ecuación a Caramelo, el perro de la diseñadora, que hizo especialmente buenas migas con Hans, un enamorado de los animales. «Al poco tiempo de conocernos comenté a Helena que me iba a casar. Esto había sido una señal y tenía que hacerme los vestidos con ella», apunta la joven.

Minia es una mujer ecléctica con un gusto muy personal, algo que ha conseguido reflejar en cada uno de sus estilismos nupciales. «Yo solo tenía en mente llevar sombrero y botas. El resto fue cosa de Helena, que lo vio todo claro desde el minuto cero. Experimentamos sobre la marcha», nos cuenta Minia. El de la preboda, sin ir más lejos, fue capaz por sí solo de poner las expectativas muy altas, nada extraño cuando hablamos de una creación de Mareque, conocida por su habilidad para confeccionar trajes esculturales, diferentes y con detalles que nunca pasan desapercibidos.

El camino de Minia hacia el altar comenzó con un pantalón. Una de esas prendas que no se acaban de imponer en el terreno nupcial, pero que en ella ha sido garantía de éxito en su preboda. Un modelo 'wide-leg' con minuciosos bordados de aplicaciones y una casaca estructurada por encima. Un diseño-globo y fruncido al cuello que bien podría recordar a una de esas creaciones arquitectónicas del maestro Balenciaga.

Una fiesta después con actuación paterno-filial incluida, llegó el momento de desenfundar el vestido más importante de su vida. Fue un 9 de octubre, en alguna de esas macizas iglesias de piedra gris que salpican Galicia. Hans, que como buen surfista es capaz de mantener el temple sobre a las olas, no consiguió vencer los nervios del directo y esperó a Minia en el altar visiblemente emocionado.

Después llegó ella, desvelando su secreto mejor guardado al tiempo que en el templo retumbaban susurros familiares. «Está guapísima», «qué espectáculo de vestido», se escuchaba en voz baja a su paso. «Fue una ceremonia preciosa celebrada en la iglesia de Santa Eulalia de Lians», nos cuenta la novia. También tuvieron el tiempo a su favor en un mes de octubre cuajado de lluvias. «Y eso que no llevamos ni un solo huevo a Santa Clara», bromea. El de Minia habría cumplido con todos los cánones del perfecto look minimalista si no fuera por todos los accesorios que envolvieron al vestido para convertirlo en una genialidad.

Como base, un diseño depurado, sin mangas y cuello 'perkins' al que le faltaba el 'toque Minia'. Ese llegó desde varios frentes: primero, gracias a una inmensa capa bordada con aplicaciones de tul efecto pluma. Una pieza única que se anudaba al cuello con una enorme lazada. El segundo, con un gigantesco ramo que arrastraba por el suelo, hecho de paniculata laboriosamente alabrambrada por Alba Floristería de A Coruña. El último, con unos botines de arandelas doradas de Jimmy Choo, que no solo se saltaban el protocolo más clásico de una novia, sino que fueron el hilo conductor de lo que vendría a continuación. «Me enamoraron», afirma.

Una vez convertidos en marido y mujer se trasladaron al Pazo de Vilaboa, una imponente construcción del siglo XIX donde se celebró el banquete y la fiesta. Minia, no tardó en mostrar su nueva baza: un sombrero de estilo cowboy con las mismas arandelas doradas que llevaban los botines, una obra exquisita de Isabel Terroso, de Balel Luxury Hats. «Creo que hay personas con estilo y lo demuestran cada día de su vida, incluido el de su boda. Me refiero a estilo propio, ese que nace desde dentro, no el que es copiado a 'influencers' de cualquier tipo. Y suele ir acompañado de una personalidad muy definida, hasta en la forma de escribir un WhatsApp. Y Minia es exactamente eso, un punto y aparte. Qué gusto haberte conocido y haber hecho realidad tu sueño de sombrero», escribía en redes sociales la sombrerera. Un ejemplo más de cómo los accesorios son capaces de transformarlo todo.

Hasta el batín, satinado y con plumas, que llevó durante el 'getting ready' y los cambios de estilismo, se alejaban de los modelos más convencionales. La magia comenzó 'cuando hizo click' y el ambiente se convirtió en fiesta. Quizás en una con tintes mexicanos, a juzgar por el tercer estilismo de esta novia gallega. «Los tres vestidos de Minia son como ella, increíbles», nos contaba entusiasmada la propia diseñadora. Superarse era obligación y Mareque cumplió su cometido. Un imponente e inesperado vestido sin mangas, de corte 'midi' y cascada de flecos tricolor se movió durante toda la noche al son de la música para coronar definitivamente a Minia como una novia revolucionaria, una novia 'merveilleuse'.

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